A simple vista, Criminal Minds no es más que el pariente pobre de CSI. Una serie de investigaciones policiales que se ciñe estrictamente a la receta, pero que no tiene el mérito de haber comenzado la tendencia, como lo hizo CSI.

Pero bastan un par de capítulos para darse cuenta de que el programa no sólo es mucho más que eso, sino que además no tiene nada que envidiarle (e incluso supera) a la numerosa camada de series que la acompañan en el género, incluyendo CSI.

La premisa es simple y directa: mostrar las aventuras de un grupo de agentes del FBI que se especializa en hacer perfiles de los asesinos en serie y peores sicópatas que delinquen en EEUU. La gracia está, como siempre, en como la llevan a cabo.

Lo primero que eleva el asunto son los personajes. Aquí los guionistas no se contentaron con maquetas o superficialidades, sino que le dieron a cada rol una historia propia y una caracterización que nunca la pierde de vista, dándole matices y textura a cada papel. Todo ayudado por un elenco realmente carismático que hace que todos los miembros del equipo sean queribles y realmente importen.

El otro gran mérito de Criminal Minds pasa por el tratamiento de los casos. Aquí, los creadores tampoco se quedan satisfechos con darles el clásico formato, sino que cada serie de asesinatos u otros crímenes horribles que se investigan son retratados con matices, sin demonizar a los criminales de manera burda, prefiriendo mostrar el horror en todas sus facetas. Además logran que los motivos de los delitos tengan sentido y sean creíbles, cosa poco común en este tipo de programa, que suele explicar los casos con razones progresivamente insólitas.

Así, Criminal Minds se establece como una de las series más interesantes en su género, alejada del cómodo molde y que rara vez decepciona.

La cuarta temporada debutó hace un par de semanas en AXN. Se exhibe los martes a las 21 horas.