Las caras perplejas alrededor del detective Charlie Crews, el personaje protagonista de la serie Life, por sus inusuales comentarios abundaban. Pero él no era el único que sufría de incomprensión. Porque en sus dos temporadas, el programa no logró conectar con el público masivo y fue cancelada. Hoy a las 21 horas la señal de cable AXN exhibe su último capítulo y, por eso, vale la pena reivindicar una serie que, con bajo perfil y pocos aspavientos, se convirtió en una de las mejores series policiales del momento.
A primera vista, el asunto no prometía demasiado: la historia de un policía que vuelve al servicio después de doce años en la cárcel, servidos por homicidios que no cometió. A la salida de prisión, su objetivo es descubrir quién lo inculpó falsamente y su filosofía de vida es zen, llena de calma y frases para el bronce.
Pero sorprendentemente el resultado terminó siendo una serie que mezcla los casos policiales con el humor, pero sin tratar de pasarse de listo, y que supo balancear las historias unitarias con el misterio que atravesaba toda la serie.
Además, cultivó un valor que por estos días es bastante escaso en las series de investigaciones: los personajes. Demian Lewis hizo un trabajo de caracterización estupendo con su detective Charlie Crews, y salió airoso de un aprieto. Porque su rol fácilmente podría haber resultado intragable. Pero en su lugar creó un personaje con los suficientes matices como para que se sintiera real. Y la fortaleza de su protagónico, no hizo que se descuidaran los secundarios. La compañera de Crews, Dani Reese (Sarah Shahi) y su amigo carcelario Ted Early (Adam Arkin) resultan cómplices perfectos para la fórmula de Life.
Y en la segunda temporada, la incorporación Captain Tidwell (el siempre sólido Donal Logue) fue el toque perfecto para cerrar el elenco.
Ojalá que las repeticiones le den a Life la segunda vida que se merece.