"Está bueno, está cayendo el sol", dice Fuguet. Y da la orden de empezar.

Son casi las cinco y media de la tarde de un jueves. Alberto Fuguet está en el autocine de Las Vizcachas. Está a punto de rodar las últimas escenas que le faltan para armar el videoclip del tema central de su nueva cinta, Música campesina. A su lado, apenas tres personas: el asistente de dirección, el productor y el director de arte. Más allá, instalado frente a la cámara, Gustavo León, vocalista y alma de Jiminelson. Sentado sobre una piedra,  toca concentrado su guitarra. A sus espaldas, la enorme pantalla blanca de este antiguo cine al aire libre.

Esto será una carrera contra el tiempo. O mejor dicho, contra el sol. Todo debe ocurrir antes de que la luz natural se esfume por el oeste. Y eso no deja de ser gracioso, porque la canción que los reúne a todos aquí tiene el nombre preciso que podría titular a esta escena completa: The sun goes down.

El sol está cayendo.

Fuguet y compañía deben apurarse.
 
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La historia había empezado antes. En la mañana de ese mismo jueves. En el hotel Central, del barrio Mapocho. El mismo Fuguet había elegido esa locación. Descubrió este hotel viejo mientras caminaba por el centro buscando un lugar que "conversara bien" con las escenas de moteles que abundan en Música campesina.

"El hotel me encantó -me explicaría días después Fuguet, en un café de Providencia-. Tiene cien años y fue importante para gente que llegaba a la Estación Mapocho desde Valparaíso. Hoy van cantantes de micros, inmigrantes, gente con poco dinero que necesita estar en el centro. Tiene esas piezas que funcionan como casa, con lavatorio dentro. Con suelo de parqué".

Esa mañana se metieron todos en una pieza. Arrendaron una con ventana, que son un poco más caras. Cambiaron las sábanas de la cama -según Fuguet, "eran horribles, todas floreadas, de un chintz ordinario"-, pusieron a los pies una frazada que habían comprado en calle Bandera y Gustavo León se tendió encima. Con su guitarra en las manos.

Así empezó el rodaje.

Estuvieron tres horas allí. Con el cantante actuando el proceso de alguien que busca inspiración para componer su música: Gustavo tocando la guitarra, Gustavo de espaldas mirando por la ventana, Gustavo haciendo anotaciones, Gustavo lavándose la cara en el lavatorio a la orilla de la cama, Gustavo fumando y tomando whisky…

El sol entraba de lleno a la pieza, iluminándola.

No había aún de qué preocuparse.
 
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A Las Vizcachas, Fuguet y su equipo llegaron en dos autos grises. Sin mucho preámbulo, los estacionan cerca del autocine y caminan unos pasos hasta el lugar de grabación. Van con equipaje liviano: una cámara Panasonic AF 100, un trípode, un bolso con distintos lentes, una bolsa con dos bebidas y vasos plásticos, y la guitarra de Jiminelson enfundada en un estuche repleto de calcomanías con un exceso de colores.

El trato es distendido. Se ríen. Se molestan entre ellos. Se conocen bien. Parecen un grupo de amigos que sale de paseo. Con esa camaradería que se ve en "una compañía de teatro", diría después Fuguet.

Gustavo León, con su guitarra ya sin funda, camina por la suave pendiente y se sienta muy cerca de la pantalla metálica del autocine. Fuguet y los demás se instalan en el techo de la caseta de proyección, que es más bien una casa de cemento metida en un hoyo grande, en la parte más baja del terreno.

-¿Cámara al hombro?- pregunta el camarógrafo.

-No, con trípode- manda Fuguet. Entonces, mira a Gustavo, que canta distraído, siempre en inglés, y le da las últimas indicaciones antes de comenzar la grabación:

-No mires jamás a la cámara. Y no cantes, sólo toca la guitarra.

El sol comienza a bajar lentamente por el lado izquierdo. El tono de la luz es muy bonito. Con un leve reflejo dorado que se posa sobre todos.

-Está bueno, está cayendo el sol- dice Fuguet, contento.
 
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Durante casi una hora, Fuguet da órdenes. Se concentra, exige mucho, pero después distiende.

Sus indicaciones son casi siempre para Gustavo León, a quien varias veces debe repetirle que no mire a la cámara y que no cante, que por favor sólo toque la guitarra. A modo de revancha, en cada receso de la grabación, aunque sea por escasos minutos, León aprovecha de cantar con ganas. Canciones propias y también otras prestadas de grupos como los Bee Gees.

Fuguet, mirando por el visor lo que su camarógrafo registra, es una ametralladora de órdenes. Pide bastante, pero sin perder nunca la calma: "Lo mismo Gustavo, pero sin cantar", "siéntate, Gustavo", "mira hacia el lado, como a lontananza", "ahora camina, Gustavo", "sácate la guitarra, descansa", "abróchate los botones de la chaqueta", "mete las manos en los bolsillos", "saca un pucho", "Gustavo, anda a esa piedra a la que aún le cae el sol"…

-Sun goes down- bromea el cantante, mientras cumple el pedido.

-Actually- le responde Fuguet.

Gustavo se pasea frente a la gran pantalla del autocine. Sus zapatos negros, puntiagudos, de suela, que usa sin calcetines, se resbalan en las piedras. "Mis zapatos tienen cero tracción", se queja. Fuguet no deja de filmar. Después contaría que le gustó esa mezcla entre el ser humano pequeño y la pantalla enorme: "Me parece interesante que se cruce por allí, que él parezca una figurita de juguete".

Luego, Gustavo León se acerca hasta la caseta de proyección. Se sube también al techo. Todos toman agua mineral que el productor reparte en vasitos plásticos blancos. Aquí arriba llega más sol que abajo, donde el suelo de pasto y piedras ya fue tragado por la sombra.

-Bien- dice Fuguet, y da un aplauso al aire- Aprovechemos el sol antes que se vaya.

Filman a Gustavo en cuclillas, abrochándose los zapatos. Sentándose en la orilla del techo, con las piernas colgando. Tocando la guitarra, como transportado a otro mundo.

-Great- grita Fuguet.

***

A estas alturas, es necesaria una aclaración: no es la primera vez que Fuguet dirige un videoclip. Lo hizo el 2005 con Encontrar, tema central de su película Se arrienda, que interpretaba Andrés Valdivia. No sería el único clip a propósito de ese filme, que en su edición final dejó fuera dos canciones: Esquemas juveniles, de Javiera Mena, y No me confundas, de Nicole. Fuguet, tal vez a modo de compensación, aceptó dirigir sus videos. 

Luego vendrían dos más. Videoclips experimentales, dice Fuguet. Uno fue Ruinas, de Shogún. "Yo estaba en Estados Unidos, me había comprado una cámara, me fui a la frontera con México y filmé, filmé, filmé. Andaba escuchando un disco de Shogún, y les pregunté si podía hacer un video de una canción, usando mis imágenes. Aceptaron". Poco después, sería el turno de Máquinas, de Teleradio Donoso. Les propuso un clip iluminado con luz de computadores, celulares, juguetes electrónicos. "Después supe que es el video del grupo que menos ha triunfado", se ríe.

***

The sun goes down se suma así a lo que podríamos llamar la "videoclipgrafía" de Fuguet. Una canción en inglés y en clave un poco country, tal como pedía Música campesina.

"La idea es que Jiminelson sea en este clip como el alter ego de Alejandro Tazo", explica Fuguet, ahora camino a un bosquecito de eucaliptos cerca del autocine. Será la última locación del rodaje de esta tarde.

Tazo es el protagonista de Música campesina. Un tipo que quedó varado en Nashville, Estados Unidos, y que gasta el tiempo -y llena su soledad- en piezas de hoteles baratos y locales con música en vivo. Fuguet pensó que el look de él y el de Gustavo León debían parecerse: la polera, el abrigo oscuro, el pantalón angosto, el pelo despeinado. Eso le servía para la idea de su videoclip: mezclar distintas tomas de León con escenas de la película donde Alejandro Tazo (interpretado por Pablo Cerda) está en situaciones relativamente parecidas. "La canción es la que tiene que entrar a la película, y no al revés. Debe contar un poco el pensamiento del personaje, algo así como una voz en off".

Cuando los dos autos grises se estacionan junto al bosque de Las Vizcachas, todos se bajan rápido. Queda poco sol. Gustavo León se demora.

-Apúrate, talento- lo llama Fuguet. Todos se ríen.

En medio de los eucaliptos, el resto del rodaje se despacha en unos pocos minutos. El cantante camina, con las manos en los bolsillos. A escasa distancia, casi pegado a su espalda, lo sigue el camarógrafo con cámara en mano.

-Actúa como que hace frío, Gustavo. No camines tan rápido. Disfruta el bosque. Como en cámara lenta- pide Fuguet.

El sol pega por detrás, cada vez más tenue. Las grabaciones ya son casi a contraluz.

Se fija la cámara al trípode y Gustavo León se pasea frente a ella. Como si estuviera perdido. Piensa, se detiene, se pone la mano en el mentón, sigue caminando.

-Eso, hace frío, abrígate- manda Fuguet.

Gustavo León se sube el cuello de su abrigo y sigue perdiéndose entre los eucaliptos.

-Cerramos- dice Fuguet.

Todo termina. Hay aplausos. Hay abrazos.

La escena del bosque sería finalmente descartada en la edición del videoclip. Pero entonces, en medio de los abrazos, aún nadie lo sabía.

Cae el sol en Las Vizcachas.