Durante dos años sus únicos soportes fueron las paredes aledañas al Centro Gabriela Mistral (GAM), en barrio Lastarria, y los muros en el sector de Parque Bustamante y Bellavista. Aparecían de la noche a la mañana: coloridos collages impresos y adheridos al muro que mezclaban la crítica social con el humor contingente. Por ejemplo, en calle Ramón Corvalán, una modelo de H&M ofrece 25% de descuento, y tras ella aparece una niña árabe con una máquina de coser; el ex técnico de la Roja convertido en "San Paoli", cerca de Plaza Italia; o en uno titulado "Antes de la belleza", una musa como salida de un pintura de Tiziano descansa desnuda con todas las medidas de su cuerpo inscritas, en Bombero Núñez, Bellavista.

En 2015 Claudio Caiozzi (36) dejó su trabajo de reportero gráfico para dedicarse 100% a lo que hasta ese momento era un pasatiempo: el arte callejero. Cuatro años antes también había renunciado a su trabajo para recorrer el mundo. Vivió en República Dominicana, Inglaterra, se paseó por varios países de Europa, donde dice que hizo todos los tours disponibles de street art -su trabajo tiene algo de Banksy o el francés Blek Le Rat- y un año antes de volver a Chile, trabajó en China, en la fundación cultural Hafnia. El bichito artístico ya se había despertado en él y apenas aterrizó en Santiago se puso manos a la obra.

Hoy, la mayoría de los transeúntes del centro de la capital conocen sus stencils, los que ahora llegan por primera vez al GAM, con la exposición Primavera de la juventud. Curada por Matías Allende y Nicole Andreu, la muestra invitó a nueve artistas emergentes, entre ellos Matthew Neary, Beatrice Di Girolamo y Pitzi Cárdenas a realizar obras en torno a la historia del edificio que conmemora sus 45 años.

Para el encargo, Caiozzama hizo lo que mejor sabe: tres stencils donde narra la evolución del espacio, desde 1972 cuando fue levantado en tiempo récord durante el gobierno de Allende; la época de dictadura cuando fue sede de la Junta Militar y pasó a llamarse Diego Portales, y hoy cuando bajo el nombre de GAM se ha convertido en un edificio ciudadano, con sus plazas tomadas por bailarines adolescentes.

"La idea fue usar la imagen de Mistral y contextualizarla según cada período, por eso aparece vestida con el traje de Pinochet, por ejemplo. Quedé contento con el trabajo, investigué mucho para cada uno, tienen mucha información y son capaces de dar un mensaje claro al espectador; además me dejaron hacer lo que quisiera, no hubo censura", cuenta el artista.

A pesar de que su obra suele llevar una crítica ácida a la sociedad de consumo, Caiozzama reconoce que lo hace desde dentro del sistema, y él mismo ha participado en ferias de arte como ArtStgo y Feria Ch.ACO, a través de la galería Espora. "Estoy dentro porque tengo que vivir, pero es cierto que el arte me ayuda a tomar conciencia de ciertas cosas. Por ejemplo, luego de que hice el stencil, ya no compro en H&M", dice sobre la obra que fue destruida a poco de hacerla.

Así, Caiozzama también asume la fragilidad de la calle y de que sus obras puedan ser intervenidas, destruidas y finalmente desaparezcan. Para eso lleva un registro de todo lo que sucede con cada una: "Me gusta hacerles seguimiento: algunas están por dos semanas y otras, varios meses. Es la ley de la calle, cuando la termino esa obra ya no es mía, es de todos. Me gustaría hacer un libro con ese proceso", cuenta el artista, quien también prepara su salto a las calles de otros países.

"Hice un grafiti en Buenos Aires y este año me gustaría ir a Sao Paulo, tengo un amigo allá que hace lo mismo, 'buenocaos', y también estoy haciendo contactos en Colombia", cuenta. Mientras, su obra Todas íbamos a ser reinas se exhibe hasta el 9 de abril en el GAM.