Caldillo vuelve a la orilla
El histórico ex de Iquique recibe a La Tercera sobre la arena de Cavancha. Analiza la actual situación del equipo, la pelea ahora más lejana por el título y habla sobre su propio presente alejado del fútbol.
A Caldillo Vega (Iquique, 13 de diciembre de 1966), no le gusta demasiado dar entrevistas. La última que concedió, asegura, fue hace bastantes años y el entrevistador era nada menos que el Sapito Livingstone. Pero hoy, con el equipo de su ciudad y de sus amores debatiéndose entre un título que parece ya prácticamente inalcanzable y una asequible clasificación a la Copa Libertadores (que de concretarse, resultaría tan meritoria como finalmente agridulce), accede a conversar con La Tercera.
Refugiándose del sol de la Primera Región bajo una pérgola instalada a algunos metros del océano, en plena playa de Cavancha, el histórico ex futbolista celeste echa la vista atrás. Y comienza a recordar aquellos otros planteles de Deportes Iquique que también remaron, como éste, para alcanzar primero la orilla. Y algunos naufragios, claro -ajenos, pero sobre todo propios- vividos como futbolista y como millonario, pues Caldillo fue una vez ambas cosas, aunque ahora le incomode recordarlo.
"En cada tiempo, hay momentos importantes. En el 88, por ejemplo, el club también peleó un título con Colo Colo (la Liguilla de clasificación a la Libertadores de ese año) pero era todo distinto. Tenías que hacer más esfuerzo. Ahora tienen cómo prepararse bien, tienen su kinesiólogo, su implementación, sus canchas como corresponde", reflexiona, a modo de introducción, el recordado volante.
Un futbolista nacido en el histórico barrio iquiqueño de Pueblo Nuevo hace casi medio siglo, que vistió la casaquilla de los Dragones Celestes en cuatro etapas distintas y que militó también en el fútbol peruano y ecuatoriano antes de colgar los botines en Viña del Mar, a comienzos del tercer milenio.
Su mejor momento -reitera- el vivido en aquel consignado año 88, en el que Iquique, con un plantel en el que figuraban también jugadores de la talla de Víctor Merello o Juan José Oré, se quedó a las puertas finalmente de clasificar al máximo torneo continental de clubes. "Cuando disputamos la final con Colo Colo allá en Santiago, que eran dos partidos, fue medio enredoso. Porque teníamos que jugar de visita y de local, pero la final se disputó en Santiago nomás. Perdimos 2-1, pero se dice que hubo dinero por medio", denuncia.
Sostiene Caldillo Vega, apodado así por su padre ("a él le decían Caldillo por el caldo de pescado, que es como muy pesado y te hace dormir"), que a su largo peregrinaje futbolístico le faltó sólamente una etapa, la Selección, y le sobraron algunas otras. "El problema es que en mi juventud no me porté muy bien, y eso me bajó el nivel. A mí me hubiese gustado jugar en la selección chilena, para demostrar que fui un jugador importante en mi tiempo", lamenta, sonriendo sin embargo al decirlo, sin dejar de mirar al mar.
Y condiciones para haberlo logrado no le faltaban. Pero hoy, al menos, su ADN futbolístico -asegura-, lo ha heredado su hijo, Héctor Fabrizzio Vega (24), "de sangre iquiqueña pero nacido en el Perú", que milita en el fútbol argentino. "Él es un centrodelantero con mucha fuerza, aguerrido, muy hábil. Mide 1,87, se desplaza bien en el área y va arriba al cabezazo. Es un gran jugador, pero me gustaría que ese fútbol que él tiene pueda mostrarlo acá, en Deportes Iquique", proclama orgulloso.
Un golpe de suerte
En 2001, la vida de Héctor Vega (que la próxima semana cumplirá 50 años) experimentó un giro radical, rotundo. Acababa de regresar a Iquique procedente de Santiago Wanderers, le restaban apenas algunos años en el profesionalismo y se le ocurrió encomendarse, una ociosa mañana, a la diosa fortuna. Había en juego en el Loto 457 millones de pesos. Y Caldillo Vega fue el único ganador. "Me gané el premio y me cambió realmente todo. La vida. Para bien y para mal", evoca. Para bien porque el dinero le permitió "viajar a Europa, a Sudamérica, hacer todo lo que puede hacer un millonario, tener lujos y no trabajar en 15 años" -reconoce-; y para mal porque, transcurrido dicho período, de toda aquella fortuna hoy conserva poco: "Supongo que no tenía los pies bien puestos en la tierra. Si soy sincero, se me fueron los humos a la cabeza. Era joven y estaba un poco en las nubes, pero con plata o sin plata soy la misma persona. No quedó nada de aquello, pero lo más importante es que queda la familia", confiesa, antes de calificar el fútbol (y todo lo que a éste rodea) como "una profesión ingrata".
Tras probar suerte como administrador de una pizzería, primero; y como "operario de una pala mecánica", más tarde, Caldillo Vega se desempeña hoy como trabajador en el puerto ITI de Iquique, llevando una vida tranquila ("todos me recuerdan como un hombre humilde y sencillo", dice), alejado del balompié (salvo por sus cotidianos partidos de los "Viejos Cracks" celestes), pero pendiente, claro, "de la revolución de los muchachos" de Jaime Vera. "Sería bonito que lograran su objetivo, porque se valorizarían los jugadores y el club seguiría creciendo. Porque al final los jugadores pasan, pero la institución permanece", culmina el ex centrocampista. Y es que aunque hoy la primera estrella de Iquique parezca poco menos que una quimera, nada es imposible. Con la suerte, como con las matemáticas, nunca se sabe. Y si no, que se lo pregunten a Caldillo.
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