Tenía cuatro años y vivía en la Villa Macul, en Santiago. Un día llegó a la casa de un vecino un televisor marca Westinghouse, blanco y negro. "Era el primer televisor de la cuadra. Veía esa gente moviéndose dentro de ese aparato, ¡me alucinó!", dice el fotógrafo Claudio Pérez, hoy de 57 años. "Así la imagen se metió en mi ADN", agrega.

Sus primeros disparos con una cámara fotográfica fueron en 1983. Había estudiado diseño. "En la foto soy un completo autodidacta", dice Claudio Pérez, quien abrirá el próximo viernes en el GAM la muestra Ritos y memoria. Antología visual, que recorre 30 años de trabajo documentando los hechos que han marcado al país en estas últimas tres décadas.

En 1983, tras pasar cuatro años en Brasil, Pérez llega a Chile y comienza a registrar las manifestaciones contra el régimen de Pinochet. Se une a la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). "Salí a la calle sin saber cómo documentar, pero tenía claro que a través de la fotografía debía denunciar lo que estaba ocurriendo", dice Pérez, quien integró la AFI junto a Alvaro Hoppe, Héctor López, Luis Navarro, Paz Errázuriz, entre otros.

"Así fui conociendo la obra de fotógrafos como Henri Cartier-Bresson y Josef Koudelka. Por mucho tiempo no había referentes ni cultura fotográfica", señala.

Eran años en que vivía con sus padres. No tenía trabajo. Un día de 1984 lo llamaron desde el desaparecido hotel Carrera, a pasos de La Moneda. Lo contactó la periodista mexicana Alma Guillermoprieto, quien estaba reporteando para la revista Newsweek. Le compró seis fotos. Fue su primer sueldo como fotógrafo. Después vendrían colaboraciones para medios europeos, como Le Monde, La Repubblica y Der Spiegel.

Mundo interno
Con el correr de los 80 se sumarán cientos de imágenes que registraron la represión policial y el descontento social. Labor que sigue hasta los 90, pero con otra mirada: conservar la memoria. "No quería quedar sólo como el fotógrafo de la dictadura", dice.

Entonces, Pérez decide reunir las fotos de los más de mil detenidos desaparecidos. Búsqueda que termina en la obra El muro de la memoria (2001), formado con placas de cerámica donde están grabados un centenar de rostros y que está ubicado en el puente Bulnes que cruza el río Mapocho.

A ese material se sumará el proyecto El amor ante el olvido (2007), donde fotografió a familiares, la mayoría madres que perdieron a sus hijos. "Es un registro del estado emocional histórico de ellas", dice el artista.

Cerca de 200 de esas fotografías abrirán el recorrido de Ritos y memoria, las que estarán dispuestas en paredes oscuras que forman un laberinto. Luego la luz. Un espacio iluminado dará lugar a otro trabajo que Pérez ha desarrollado en las últimas dos décadas: fotografiar los ritos de los pueblos originarios del norte, de comunidades quechuas y aymaras, titulado Ritualidad andina. "Ese mundo me comenzó a sanar de tanto dolor acumulado", cuenta.

Además, la muestra contará con seis paisajes panorámicos del norte en gran formato. Tras el laberinto y la sala iluminada, un gran muro de 13 metros de largo cerrará la muestra para los asistentes. Son 1.500 fotos pequeñas tamaño polaroid. "Ahí está mi vida", dice y detalla: "Están mis hijas naciendo, hay funerales, los travestis de San Camilo, mis padres que ya están muertos, etc.". Imágenes tomadas con cámaras análogas y hasta con un iPhone.

Ritos y memoria, que cuenta con la curatoría de Monserrat Rojas y Héctor López, se completará con la exhibición de un video que en 15 minutos recorre la geografía visual de Claudio Pérez realizado por Sebastián Moreno, director de La ciudad de los fotógrafos.

"Yo creo que mi trabajo es humanista", concluye, luego de pasar semanas seleccionando negativos para la exposición, acumulados en cajones. "Cada proyecto tiene su historia", señala y cuenta que en los 80 le tomó cientos de fotos a Augusto Pinochet. "Se convirtió en una obsesión", dice. Pero decidió que en la muestra no habrá ninguna fotografía del ex general. Sólo una foto de un sillón vacío que dejó en la Escuela Militar.