Para los habitantes de algunas comunidades norteñas del país, expuestas al avance del desierto y sin acceso al agua potable, este peculiar fenómeno les ha posibilitado, desde hace 50 años, una significativa entrada de agua para el consumo local y el riego de sus terrenos, como consecuencia de la instalación de tecnologías de recolección de niebla.
Es gracias a unas redes de finas mallas levantadas en las laderas, llamadas atrapanieblas, que los habitantes de este territorio han podido retener las microscópicas gotas de agua de la niebla y canalizar y almacenar un agua de sabor especial: el de las nubes.
Esta ingeniosa estrategia, que según Daniel Rojas, presidente Agrícola de "Peñablanca", una comunidad ubicada en la costa de la región de Coquimbo, es una "alternativa real" a la dependencia del agua transportada por camiones cisterna, podría estar en peligro a causa de los efectos del cambio climático.
Ello, pues según José Rutlland, climatólogo del Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas (Ceaza), la tendencia indica que "en algunas decenas de años la camanchaca podría desplazarse e incluso desaparecer del norte de Chile".
El futuro de la camanchaca depende, en gran parte, de la alteración -a causa del cambio climático- del anticiclón del Pacífico, ubicado frente a las costas del norte de Chile, especialmente de la nube estratocúmulo que forma la niebla en el continente y el régimen de lluvias, lloviznas y rocío.
Así lo estima Pilar Cereceda, geógrafa e investigadora del Instituto de Geografía de la Universidad de Chile, para quien una de las posibilidades es que, a largo plazo, la camanchaca "se desplace a altitudes mayores a las actuales".
En consecuencia, los particulares ecosistemas que mantiene la manifestación de este fenómeno "desaparecerían de los lugares en los que están actualmente o colonizarían nuevos emplazamientos más elevados" en los que sí se presentaría aún la densa niebla.
A nivel medioambiental, ese desplazamiento afectaría a los ecosistemas del Parque Fray Jorge, un vergel enclavado en el desierto, y a otros "oasis de niebla" como los que se presentan cerca de Iquique y Antofagasta.
Para los pequeños agricultores y ganaderos que viven en la costa y se benefician del agua obtenida por los atrapanieblas, la alteración de la camanchaca "no supondría un gran problema", según Cereceda.
"Sólo tendrían que trasladar sus atrapanieblas a altitudes más elevadas, quizás 100 metros más arriba", lo que comportaría asumir el coste de la ampliación de la conducción de agua para no dejar de obtener agua potable, explica.
Por ahora, esa eventualidad no atemoriza a los habitantes de la zona, pues muchos de ellos tienen instalados sus atrapanieblas por encima de los 600 metros de altura, más arriba del punto en que podría desaparecer la neblina.
"Por el momento, creemos que la alteración no va a convertirse en un problema" asegura Rojas, cuya comunidad agrícola dispone de 16 atrapanieblas a 600 metros de altitud, que proporcionan unos 700 litros de agua potable al día.
Una cantidad que, desde 2006, les ha permitido recuperar parte de la vegetación de la zona y abastecer los bebederos de los animales.
"Hoy día los terrenos en los que vivimos están muy degradados debido a la falta de lluvia, por lo que cualquier forma de obtener agua es para nosotros un avance muy importante", asegura Rojas, para quien, después de sus más de nueve años con atrapanieblas, este tipo de tecnología se ha convertido en "una ayuda sustancial" para su comunidad.
La idea también atrajo la atención de unos jóvenes emprendedores que hace un tiempo instalaron una planta de producción de cerveza en la zona, utilizando el agua recolectada por los atrapanieblas, que según sus productores contiene menos nitritos y nitratos que el agua potable y proporciona a su bebida un sabor especial.
De hecho, y dados los exitosos resultados obtenidos hasta el momento, en un futuro cercano, Rojas desea ampliar el número de atrapanieblas, algo que permitiría que las familias de la comunidad se abastecieran exclusivamente con el agua de las nubes.
Tal es el potencial de esta metodología que, gracias a las recientes innovaciones en el desarrollo de mallas -ámbito en el que actualmente trabajan investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MITT)- y en otros aspectos, según Cereceda, "en diez años Chile podría disponer de atrapanieblas industriales para regar todos los campos del desierto" que quisieran.
Unas granjas de nubes industriales que permitirían, si el cambio climático no lo impide, consolidar el método de "estrujar el agua de las nubes" y convertirla en un proceso "que pueda competir con el agua desalada" que, a diferencia del agua de los atrapanieblas -que no tiene coste ambiental alguno, pues no requiere energía para canalizar y conducir el agua- no es tan compatible con el medio ambiente".