Corrían los primeros días de febrero de 2014, cuando -aún faltando un mes para asumir en La Moneda- el segundo gobierno de Michelle Bachelet sufrió su primera crisis. A los pocos días de haber sido designados, diversas autoridades debieron "renunciar" a su cargo. Entre ellos, dos subsecretarios que habían enfrentado procesos judiciales; uno de ellos, por "ofensas al pudor".

La crisis desatada por las fallidas designaciones abrió el primer flanco de críticas  al equipo encabezado por Rodrigo Peñailillo, que había chequeado los antecedentes de las futuras autoridades. Mientras desde los partidos oficialistas acusaban "desprolijidad" y un hermetismo excesivo, el recién designado subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, se hacía cargo de la crisis. Bachelet pasaba sus vacaciones recluida en Caburgua.

Este fue el preámbulo de lo que sería la primera etapa del nuevo gobierno de Bachelet, la cual se extendió por 14 meses, y tuvo un abrupto final este miércoles, con un inédito anuncio televisivo: la renuncia de todo su gabinete, en un epílogo que también estuvo marcado por las críticas a Peñailillo, quien fuera el personero más cercano a la Mandataria durante este periodo.

Con el cambio en su equipo ministerial, Bachelet da inicio así a una segunda fase de su administración. Una que, a juicio de diversos expertos, deberá tener como condición un cambio en su manera de administrar el poder, si quiere recuperar la agenda y sacar al gobierno de la crisis.

"Un elemento fundamental es que los rostros nuevos lleguen acompañados de un discurso nuevo", afirma el analista Gonzalo Müller, quien agrega que la Mandataria "debiera traer a su equipo liderazgos que tengan experiencia y peso político propio. No se puede volver a repetir el error de tener a un ministro del Interior cuya única capacidad es ser el intérprete leal y fiel de la voz de la Presidenta".

A esto -enfatiza- se debe sumar la capacidad del nuevo elenco ministerial de iniciar un cambio de clima político en el país. A su juicio, "la lógica del enfrentamiento que dominó estos 14 meses produjo un desgaste del gabinete y de la propia Presidenta".

El director de Plaza Pública-Cadem, Roberto Izikson, añade que la Presidenta debe analizar no sólo la coyuntura política del momento, sino que hacer  una revisión completa de lo que ha sido esta primera etapa.  A su juicio, no es un elemento menor el que "de estos 14  meses, en siete de ellos -es decir, en el 50% de lo que va de gobierno- la Presidenta haya tenido una desaprobación superior a su aprobación". Considerando que el caso Caval estalló recién en febrero, "existe un periodo de cuatro meses en que la desaprobación se explica por otros factores, como por ejemplo que los chilenos resentían hacia dónde iba el rumbo del país debido a las reformas".

Por su parte, el analista Max Colodro afirma que el nuevo gabinete debe incorporar "mucha conducción e interlocución política, sumado a la capacidad para generar acuerdos amplios, que es algo que no se hizo en la primera etapa". Además, agrega que, en esta segunda fase, La Moneda debe reforzar también su área comunicacional. "El gobierno perdió la batalla por la legitimidad y por el respaldo a las reformas más importantes, que hoy tienen mayores niveles de desaprobación que de aprobación". En ese sentido, señala que también "es fundamental la búsqueda de consensos, incorporando eventualmente a sectores de la oposición".

En tanto, respecto a la relación con el Congreso y la coordinación legislativa, el cientista político Claudio Fuentes advierte que este año se deben aprobar varios paquetes de reformas, por lo que el equipo político "debe tener un perfil vinculado al Congreso, con una Segpres fuerte y con un manejo político del jefe de gabinete que esté muy en sintonía con las prioridades de la Presidenta".

"Este va a ser un tiempo político muy breve, y la Presidenta debe privilegiar la experiencia. El vínculo con los partidos, además, es fundamental", finaliza Fuentes.