Un nuevo escándalo sacude al gobierno británico de David Cameron en el peor momento: mientras su popularidad cae en picada y el país entra en recesión, un supuesto trato de favor al magnate Rupert Murdoch pone en entredicho la integridad política del Ejecutivo.
Cameron, se enfrentó hoy, una semana antes de las elecciones locales, a una de sus comparecencias parlamentarias más incómodas.
El día en que Reino Unido anunciaba que entró en recesión, el premier tuvo que dar explicaciones sobre un incómodo escándalo: la implicancia de uno de sus ministros en la compra de la plataforma digital BSkyB por parte del grupo de comunicación de Murdoch.
Unos documentos revelaban ayer que el titular británico de Cultura, Jeremy Hunt, apoyó en privado el plan de News Corporation -de Murdoch- para hacerse en 2011 con el control de la plataforma, de la que ya poseía el 39% de las acciones.
Esta operación debía contar con el respaldo del gobierno y Hunt era el responsable de tomar la decisión, por lo que su papel en este caso debía ser completamente imparcial.
Cameron ha dado su total apoyo al ministro, pero, ante las presiones, éste tuvo que comparecer hoy en el Parlamento, donde dijo que está "muy decidido" a demostrar que actuó con "total integridad" en el proceso de compra de la plataforma digital.
Quien sí que sacrificó su puesto por el escándalo fue Adam Smith, un asesor de Hunt, que dimitió hoy tras reconocer que sus vínculos con el imperio del magnate australiano "fueron demasiado lejos". Sin embargo, estos gestos no han dejado satisfecha a la oposición, que utiliza el asunto para presionar sin compasión al gobierno.
Aunque el Ejecutivo de Cameron ha parado el primer golpe, muy pocos creen en Reino Unido que el escándalo acabe aquí si sigue la presión pública.
Además, no se descarta que la comisión Leveson, puesta en marcha tras el escándalo de las escuchas y que analiza los prácticas de la prensa británica, pueda publicar más documentos comprometidos sobre las peligrosas relaciones del gobierno y la familia Murdoch.
COMPLEO ESCENARIO
El momento no puede ser peor: el 3 de mayo se celebran elecciones locales en Reino Unido y las últimas encuestas muestran cómo el Partido Conservador ha empezado a notar el desgaste del poder, con una caída significativa en la intención de voto.
El último sondeo publicado esta semana indica que los conservadores de Cameron han bajado seis puntos hasta situarse en el 33%, mientras que los laboristas han subido cinco puntos hasta el 41%, el respaldo más alto de los últimos cinco años.
El cambio de tendencia se produjo a raíz de la publicación el pasado marzo de los presupuestos del Estado, en los que se benefició a las rentas más altas con una bajada de sus impuestos.
Esto, unido a la perdida de poder adquisitivo de los pensionistas y a un impuesto sobre unas populares empanadas tradicionales que ha enfurecido a la prensa, ha disparado la sensación de que el gobierno no está en contacto con la calle.
Eso sin contar con errores como el que cometió un miembro del gobierno al pedir a los ciudadanos que llenaran sus estanques de combustible ante una huelga, lo que creó una situación de pánico y temor por un eventual desabastecimiento en las bencineras.
Y las críticas no sólo llegan desde la oposición y una prensa cada vez menos amigable, sino que también Cameron cuenta con cada vez más contestación dentro de las filas conservadoras, que no dudan en lanzar sus dardos públicamente.
Recientemente, la diputada tory Nadine Dorries dijo que el primer ministro y el titular de Economía, George Osborne, actúan como dos "niños pijos" insensibles al sufrimiento de la población en momentos de dificultades económicas.
La lluvia que caía hoy torrencialmente sobre Londres actuaba como una metáfora de la complicada situación de Cameron, que afronta un duro panorama económico, mientras los secretos de la familia Murdoch amenazan con aguarle aún más la fiesta.