Los últimos días de Camila Vallejo han sido de contrastes. El martes 19, la diputada se emocionó en la Comisión de Educación durante la aprobación del proyecto de ley que regula el lucro, la selección y el copago en la educación, la misma demanda que en 2011 la posicionó como la líder estudiantil más popular de las últimas décadas. Pero sólo días antes, la encuesta CEP reveló el vuelco en su imagen pública tras su ingreso al Congreso: la dirigenta tiene el mayor nivel de rechazo entre los personajes políticos evaluados por el sondeo.
El mismo lugar -años atrás- fue ocupado por otra emblemática líder del PC, Gladys Marín. "La Gladys fue también una de esas luchadoras que trataron de construir un país distinto", dice Camila Vallejo, quien a seis meses de su llegada al Congreso enfrenta la baja en su popularidad y el complejo escenario para las reformas de la Nueva Mayoría.
¿A qué atribuye el hecho de que, teniendo tanto nivel de conocimiento, genere esos niveles de rechazo en las encuestas?
Yo creo que lo que estamos haciendo toca pilares fundamentales de lo que es el modelo neoliberal en materia educacional y, por lo tanto, es dar un golpe de timón a las lógicas de hacer sociedad desde la perspectiva educacional que se impusieron en la dictadura, y se mantuvieron y se enraizaron durante los gobiernos de la Concertación. Haber cuestionado esos pilares, y más encima estar hoy en día derrumbándolos de alguna manera, obviamente no le gusta a parte importante de la sociedad chilena, que no solamente es la que ideológicamente defiende el modelo instaurado por Pinochet, sino que la que culturalmente se ha comprado ese modelo y que se ha acostumbrado a vivir con ese modelo, y que cualquier movimiento que hagamos a esas lógicas de construir educación, que son mercantiles, les asusta, les atemoriza. Es entendible la reacción y este rechazo sobre mi gestión, acrecentado de la derecha, porque van a estar defendiendo cada vez de manera más fuerte sus intereses sobre la materia, su visión, y tratando de hacer todo lo posible por no abrir más flancos al derrumbe de un modelo que creemos que ya hizo agua por todos lados.
En el cónclave oficialista que Bachelet encabezó en Cerro Castillo hace algunas semanas, junto con criticar el desmarque de algunos de la Nueva Mayoría frente a las reformas, usted usó su intervención para plantear que estaba poniendo parte importante de su capital personal para validar los cambios. ¿Cree que ha sido eso lo que le ha pasado la cuenta ante la opinión pública?
Si estoy dentro de la Nueva Mayoría y si estoy apoyando su programa de gobierno, es porque creo que es un programa de gobierno que recoge muchos de los aspectos que hemos ido demandando históricamente, y porque estoy convencida de que es necesario avanzar, a pesar de todas las dificultades que se enfrentan en el camino. Y por eso es que he estado dispuesta a todas las críticas y a pasar todos los malos ratos que he tenido que pasar, porque creo en el programa.
El martes se emocionó -incluso hasta las lágrimas- cuando se aprobó el proyecto sobre el lucro, la selección y el copago...
Yo no sé qué habrá sentido la gente cuando estuvo escuchando en vivo la sesión y las intervenciones, pero, desde dentro, a mí me produjo mucha emoción estar ahí en esa comisión, definiendo algo que para mí y para quienes siento representar es importantísimo. No pensaba que me iba a emocionar, porque yo veía la votación y sabía que teníamos los votos para aprobarlo, y creía que de alguna manera era casi un trámite, pero estando ahí, escuchando las intervenciones y tomando el peso del momento, me pareció que era algo emocionante.
Uno como que se pone a pensar en los que vienen, y para mí lo más cercano de quienes vienen es mi hija. Y yo no quiero que la Adela esté en la sala de clases con puras Adelitas, yo quiero que tenga la posibilidad de estar en un sistema público o particular gratuito, pero que tenga la posibilidad de conocer a un niño que tiene otra condición socioeconómica, a un niño que o es negro o es peruano o es mapuche o es de pelo rubio, colorín o es de derecha o izquierda. Quiero que conozca la diversidad de nuestro país.
En términos personales, ¿le han resultado muy complejos el cambio y la inserción en la dinámica parlamentaria?
Es una tarea sumamente compleja. Es todos los días discutir proyectos de ley distintos, teniendo conversaciones con gente. A mí me solicitan mucho de fuera también, por temas no sólo de educación, sino relacionados con mi distrito. Por lo tanto, el tiempo que te queda libre es muy acotado. Y eso implica costos para una persona que tiene familia. Además, se hace complejo porque la institucionalidad política, y particularmente el Congreso, tiene muchos vicios, muchos amarres, lo que hace más difícil poder llevar a cabo los cambios que hemos planteado desde el movimiento social y desde el PC.
¿Y la dificultad que implica coordinar posturas con algunos aliados?
Obviamente que están las diferencias y matices propios que tiene la representación política del Congreso. O sea, aun siendo de la Nueva Mayoría, nosotros tenemos algunos puntos de vista distintos, tenemos matices, y hay veces en que cuesta llegar a impulsar con mayoría elementos que no están dentro del programa, o que estando dentro del programa en el nivel de detalle, muchas veces encontramos que no estamos todos en la misma vereda.
Sobre este punto, usted ha sido bastante crítica frente al rol que ha cumplido la DC, que, respecto de la agenda del gobierno, aparece como el partido más díscolo.
Yo no reconozco a la DC como díscola. Creo que es el presidente de la DC quien de repente tiene opiniones personales que, si bien son legítimas, no se alinean con la opinión mayoritaria del colectivo de la DC. Al menos, eso es lo que veo. Quizás estoy especulando, pero lo que veo en la Comisión de Educación de la Cámara son diputados que están convencidos de que es necesario terminar con la selección, el lucro y el copago. Y hablo de Mario Venegas, que preside la comisión y tuvo una excelente defensa del proyecto, y de Yasna Provoste.
¿Y qué poder le asigna al presidente de la DC, Ignacio Walker, en el debate interno del oficialismo?
Una cuestión que es real es que en la Comisión de Educación, Ignacio Walker tiene poder de veto, porque son cinco miembros: dos de derecha y tres de la Nueva Mayoría. Y la verdad es que cuando Ignacio Walker presenta indicaciones, es la derecha la que lo apoya, y eso dificulta la posibilidad de hacer valer la mayoría que, valga la redundancia, debiese tener la Nueva Mayoría en el Senado en materia educacional. Por lo tanto, hay una preocupación sobre cómo se va a seguir dando la discusión de la reforma educacional si el presidente de la DC actúa con voluntad personal y no como colectivo. Yo espero que esto se revierta, y entiendo que se está trabajando desde la DC para actuar como un solo bloque y no de manera disparada.
¿Le preocupa que este poder de veto de Ignacio Walker al que alude pueda darse también en las otras reformas claves del gobierno?
Yo no lo descarto, pero también creo que hay posibilidad, producto de lo que ha sucedido, de que Ignacio pueda finalmente alinearse con la postura general de la DC.
Y mientras el debate de la reforma educacional sigue su cauce en el Congreso, ¿cómo evalúa usted, que fue la que lideró el movimiento del 2011, la conducción de los actuales dirigentes del movimiento estudiantil?
Más que observaciones a la conducción en particular, yo siento que al movimiento estudiantil en general le ha faltado generar un rol más protagónico en esta discusión. Yo creo que es el movimiento social, y particularmente el movimiento estudiantil, el que puso el tema de la reforma educacional sobre la mesa, por lo tanto, ellos son los que tienen más derecho a apropiarse de esta discusión. Y los que tienen más derecho, de alguna manera, a incidir también. No quiero decir que el resto no lo tengamos, porque tenemos que discutir esto, pero me faltó, y yo espero que se revierta, verlos en un principio mucho más activos, verlos más en las calles, con más fuerza, independientemente de que criticaran o no la reforma, o estuvieran a favor o en contra.
¿Por eso no ha tenido el protagonismo que tuvo el 2011?
Siento que, lamentablemente, el protagonista ha sido la crítica de la derecha, y creo que en lo principal, lo que estamos discutiendo siempre es que la derecha dice que la reforma es mala, que la derecha dice que se está negando la libertad de enseñanza a los padres, que la derecha dice que nadie quiere educación gratuita. Creo que es lamentable que la agenda política la marque un sector que no quiere cambios.
Siempre acusa una manipulación de parte de la derecha. ¿No cree que pueda ser fundado el temor que alguna gente tiene respecto de las consecuencias de algunos cambios estructurales que se plantean?
Cuando los países o las sociedades enfrentan procesos de cambio que de alguna manera redireccionan el rumbo que durante décadas tuvieron las sociedades, hay sectores de la población que sienten incertidumbre, que sienten una especie de temor al cambio y prefieren el statu quo, pero me parece que eso es natural. Es una labor de todos los políticos, de los parlamentarios, del mismo gobierno, de todos los que tenemos la convicción de que hay que avanzar en cambios estructurales, que podamos dar seguridad a nuestros compatriotas, a la ciudadanía, y decirles que también hay momentos donde hay que arriesgarse para poder mejorar la sociedad, para poder construir mejores democracias. Y eso es lo que también hay que hacer un poco, porque yo no te puedo negar que hay población que o no cree que es posible un cambio, o que de repente se asusta ante situaciones donde le dicen que vamos a cambiar las reglas del juego o vamos a romper un poco con la cotidianidad de sus vidas. Y eso me parece que es legítimo y normal, pero eso no nos puede inmovilizar. No nos puede, finalmente, tender al statu quo.
¿No comparte que ha habido errores propios, particularmente en la conducción política de las reformas del gobierno?
Yo creo que ha habido déficit, es verdad. Creo que ha habido problemas en lo comunicacional. Pero, más allá de la observación crítica y de los errores que hemos cometido, tanto parlamentarios como desde el gobierno -sobre todo en no alinear con más claridad las fuerzas para poder hacer avanzar estos proyectos e informar de manera adecuada a la ciudadanía lo que estábamos haciendo-, estamos recién comenzando. Esto es una cuestión nueva para todos, con una especie de alianza política que también es nueva. Nosotros no estábamos acostumbrados como comunistas a estar en un gobierno, ni los de la DC ni los socialistas estaban acostumbrados a estar con los comunistas. Y ninguno estaba acostumbrado a, desde un gobierno, impulsar una agenda de transformación que tuviera estas características, y menos aún desde un gobierno que trata de compatibilizar esa energía y ese sentido de urgencia con la participación ciudadana, que también ha sido un elemento complejo de implementar.
Más allá de esas consideraciones, varios presidentes de partido -incluyendo el del suyo- han planteado que, cumplido el primer semestre del gobierno, la Presidenta debiera evaluar ajustes en sus distintos equipos. ¿Comparte que a seis meses corresponde analizar eventuales cambios?
Yo creo que es parte de todo proceso inicial de un nuevo gobierno el hacer evaluación de los equipos, ver cómo están funcionando los ministerios y poder ver todos los elementos que hoy están fallando dentro de los equipos, para poder avanzar de la mejor manera en el cumplimiento de lo comprometido con la ciudadanía. Y eso me parece que es obvio, que es legítimo y necesario, siempre que sea una situación de alguna manera planteada por los partidos o por los mismos ministerios.
¿Y cuáles son los ajustes necesarios?
Yo creo que si de verdad hay ministerios o áreas que están al debe, de alguna manera tienen que ser revisadas. Con eso no quiero decir ningún ministerio o sector en particular, pero me parece que si hay consenso dentro de la Nueva Mayoría de que hay que revisar algún sector, así debiese ser. Como sucedió en algún momento en el mismo Ministerio de Educación, donde faltó reforzar los equipos, donde faltó vincular más a los partidos de la Nueva Mayoría en el proceso de conducción del programa en materia de reforma educacional. Creo que si esto amerita hacerlo en otro sector, también debiese ser. Siempre por el buen cumplimiento del programa.
¿Cuál es la evaluación que hace de lo hecho hasta acá por el ministro Eyzaguirre?
Yo veo a un ministro bastante convencido de lo que hay que hacer. Claramente, su manejo comunicacional no es de los mejores, pero creo que políticamente ha sabido defender bastante, al menos en el proyecto de fin al lucro, selección y copago. El problema se genera cuando la derecha te dice "esto es malo porque atenta contra la libertad de elección", y para poder refutar eso se necesitan argumentos complejos, y el ministro los presenta, pero no son debidamente procesados porque no son fáciles de procesar por los medios de comunicación. Entonces, no se entienden y no llega el mensaje hasta la casa, la familia. Ahora, a pesar de que yo creo que cometieron el error de no haber hecho el proyecto del lucro de manera más participativa, han reforzado los equipos para poder avanzar con mayor decisión. Y eso es positivo al final del día.
El cónclave que la Presidenta convocó para abordar el tema de la reforma educacional en Cerro Castillo fue el punto de inflexión para varios. ¿Es efectivo que al término de ese encuentro, usted se quedó conversando en privado con Bachelet?
Esos son momentos que se dan para poder decir fluidamente lo que uno piensa respecto de distintas materias, discretamente y no vía prensa. En ese momento yo valoré algo que ella dijo -justamente antes de que saliera la encuesta CEP-, que tiene que ver con que este gobierno iba a actuar por convicciones y no por encuestas, que actuar sólo por encuestas es propio de los gobiernos populistas, y yo creo que hay que estar bien alejados de eso. Nosotros tenemos convicciones, y esas convicciones hay que defenderlas. Y me pareció que eso no lo había escuchado antes, porque creo que con la reforma tributaria se actuó poco bajo esa lógica. Como había mucho miedo en la población, como habían metido mucho miedo las grandes empresas y la derecha, había mucho ruido en el ambiente, lo que llevó a creer que era posible apagar o disminuir ese ruido mediante un acercamiento con la derecha, mediante un protocolo de acuerdo.
Y la verdad es que si vamos a estar gobernando simplemente por cómo son las encuestas, vamos a estar siempre actuando en la medida de lo posible y nos van a restringir. Si vamos a estar más preocupados de cómo ganar una reelección, no tiene sentido, porque eso es gobernar solamente en función de mantener el poder. Y no creo que estemos aquí para mantener el poder. Estamos aquí para hacer transformaciones.
A partir de estas conversaciones, ¿cuánto ha cambiado su relación con la Presidenta? ¿Tiene hoy una visión distinta de ella en relación con la que tenía cuando usted era dirigenta?
Bueno, obviamente la Presidenta Bachelet, en el primer período, era la Presidenta de la Concertación. Hoy, la Presidenta es la Presidenta de la Nueva Mayoría, que tiene un programa de transformación muy distinto a lo que fue la Concertación. Por lo tanto, más allá de una valoración personal, es una valoración a su rol político, en un escenario político distinto, y eso es lo que genera un cambio de percepción. Yo no tengo ningún trato preferencial ni cercano ni nada con la Presidenta. No soy su amiga.