Volvieron a la capital en septiembre de 2010, como un obsequio de la comunidad británica para conmemorar a las víctimas del terremoto que sacudió al país siete meses antes. Las campanas de bronce de la iglesia de la Compañía de Jesús, un antiguo templo que fue construido por los jesuitas a fines del siglo XVI en los terrenos donde se ubica actualmente el ex Congreso Nacional, regresaron a la ciudad luego de 150 años. Tras el incendio que destruyó ese templo en 1863 y que acabó con la vida de más de dos mil santiaguinos, fueron compradas por un mercader inglés y llevadas a Reino Unido .
Una vez que retornaron a la ciudad, fueron instaladas en el interior de la ex sede legislativa. Sin embargo, el soporte de madera que las mantiene hoy era de carácter temporal. A fin de año tendrán un nuevo y renovado espacio para ser exhibidas: se construirá un memorial subterráneo bajo los jardines del ex Congreso.
"La intención siempre fue que estos bienes formaran parte de un lugar de recuerdo en el emplazamiento de la antigua iglesia, en homenaje tanto a las víctimas del incendio de 1863 como a las del cataclismo del 27/F", señala Alicia Alarcón, de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.
Esta entidad, en conjunto con la Comisión Nemesio Antúnez del Congreso Nacional, llamaron a un concurso público en agosto pasado para el diseño del espacio. En total, se recibieron 29 propuestas para ese nuevo espacio. El jurado escogió como ganador al pabellón proyectado por los arquitectos Gonzalo Vergara y Martín Holmes.
Homenaje subterráneo
Para sus organizadores, la propuesta triunfadora tiene la particularidad de haber sido la única en sugerir el "hundimiento" de las campanas. Esto se llevará a cabo mediante la construcción de una copa de diseño cónico de cinco metros de profundidad. Para llegar al lugar en el que se podrán ver esas centenarias piezas se deberá bajar unas escaleras (ver infografía). La profundidad a las que se encontrarán, además, garantizarán la claridad de su sonido. "Se convierte en un gesto de recogimiento que es respetuoso con su entorno", según dictaminó el jurado en su acta resolutiva.
"Buscamos cumplir con los tres puntos que nos exigían: primero, el tema de un nuevo soporte; luego, la valoración patrimonial tanto de las campanas como de los jardines que hay en la superficie y, finalmente, el de la conmemoración. Para nosotros, ambas catástrofes significaron un quiebre, y por eso quisimos traducirlo como un hundimiento", señala Gonzalo Vergara.
Martín Holmes, el otro encargado del diseño, agrega que "creemos que las campanas -de 300 y 400 kilos- no debían ser un hito visible a todo el mundo, sino algo más íntimo, como un mausoleo o una cripta familiar".
La idea es que desde los jardines, cada mediodía, sólo se oiga el tañido de las campanas, incluso desde las calles aledañas, "como una suerte de artilugio sonoro", en palabras de Holmes. Para lograrlo fueron asesorados en ingeniería acústica y así zanjaron la forma -cónica- que tendrá ese recinto.
"El diseño contrasta con la cultura de hoy donde todo es demasiado expuesto y, de esta manera, le damos una cuota de misterio y solemnidad", señala Vergara.
La instalación, a su vez, debe considerar un sistema mecánico para desmontar las campanas fácilmente, con fines de mantención, y que también ofrezca seguridad frente a terceros. Para eso, idearon un sistema de argollas.
Antes de iniciar los trabajos, se realizarán prospecciones arqueológicas en los jardines diseñados por Guillemo Renner, que son parte del inmueble que hoy es Monumento Histórico. La fecha de término de las obras se estima para comienzos de noviembre próximo. El monto considerado para las obras, en tanto, es de $ 100 millones.