Llegan puntuales y casi juntos a la cita en el hotel Aubrey de Bellavista. Se saludan con familiaridad y empiezan a ponerse al día de las novedades de cada cual. Es que las grabaciones de Las Vegas, la nueva teleserie nocturna de Canal 13, terminaron hace meses y, por eso, dejaron de verse "todo el día, todos los días", como describe Francisca Imboden, la matriarca de la familia que le da nombre a la telenovela.
La historia que debuta a fin de mes se centra en una madre y sus tres hijas, que tras la muerte del marido quedan en la ruina. Y para salir del aprieto recurren a la única herencia que conservaron: un bar que convierten en un club nocturno con vedettos. Los cuatro bailarines principales son interpretados por Mario Horton, Cristián Arriagada, Cristián Campos y Alvaro Gómez.
Por su temática, la telenovela da una vuelta de tuerca a varios de los estereotipos del género, principalmente poniendo a los hombres en el papel del objeto del deseo y a las mujeres como las jefas. Una especie de "guerra de los sexos" con los lugares cambiados. Y los dos bandos que se crean en la trama, también se reflejaron fuera de pantalla. "Eramos insoportables. El club de Lulú y el club de Toby. Era divertido, porque armamos unas cofradías súper potentes y hasta el día de hoy nos juntamos", cuenta Imboden, añadiendo que "son temas personales los que se tocan en la teleserie, es bien vida real, entonces se nos topaba con nuestra vida y terminamos siendo sicólogos de todos. Fue muy simbiótico. E inevitablemente se traslucía en la grabación todo lo que pasaba con este bloque de acá y este bloque de allá. Nunca confrontados, pero siempre separados".
Sobre el cambio de roles, Mario Horton opina: "En Chile, históricamente, el objeto del deseo, el objeto al que se le pone el erotismo ha sido la mujer. Entonces, a ellas les ha tocado bailar, hacer striptease, hacer de bailarinas, les toca mostrar las pechugas en la tele, les toca seducir, erotizar y sexualizarse en sus personajes. Y los hombres siempre hemos estado bien blindados con respecto a eso. Y esta teleserie hace un giro interesante ahí, que tiene que ver con cambiar ese paradigma, darlo vuelta y poner al cuerpo del hombre como un objeto de deseo, de erotismo". Y Cristián Arriagada lo complementa: "Ha sido una conversación histórica en el gremio entre las colegas y los colegas. Siempre nos han dicho 'ustedes que a lo más muestran la espalda'. Aquí nos tocó mostrar bastante y las colegas estaban bien contentas de que se equilibrara la balanza".
"Es súper interesante. Es entretenido este crisol donde el rol ya no está tan claro, de hecho, la jefa de todos estos gallos soy yo. El cambio de rol es en todo sentido y en varias personalidades", dice Imboden. Por otra parte, Cristián Campos añade que eso también va a la intención más profunda de la producción. "No es sólo mostrarnos a poto pelado, sino que mostrar a estos cuatro tipos en sus diferentes vulnerabilidades. Mostramos las fachadas con los músculos, pero también su historia y son cuatro tipos que están sufriendo. Y entonces la teleserie puede enganchar no sólo que nos vean las nalgas, sino que vean expuestas la fragilidad del sexo fuerte, por decirlo así".
Tanto destape requirió una preparación física rigurosa, que incluyó personal trainer, clases para bailar el caño, dietas, depilación, bronceado artificial y más de una lesión de por medio. "Esta vez eran las niñas las que comían papas fritas y nosotros calculamos las calorías", acota Campos e Imboden lo secunda: "Era fantástico el cambio de roles. Una zampándose el puré con pollo, todo bien calórico, y ellos con la ensaladita".
Pero el sacarse la ropa también implicó superar pudores. "En un comienzo sí da vergüenza, pero después ya no. Se hace una rutina casi. Finalmente ves que las mujeres reaccionan bien, te crees el cuento y te transformas en Chayanne", recuerda Alvaro Gómez, apuntando a un elemento que todos coinciden fue intenso: las más de 50 extras que estaban presentes -y muy entusiastas- durante las grabaciones de las escenas en el club nocturno. Eso, coinciden, les ayudó a apropiarse de sus papeles. "Me pasó que estaba detrás de la cortina en el primer show y estaba muy nervioso, como alumno de teatro en primer examen, pero cuando salí a escena... la adrenalina es adictiva y finalmente lo pasábamos bien", cuenta Horton.
Algo que amerita una negativa enfática es la posibilidad de dobles de cuerpo. "¡Ni photoshop!", recalca Campos. "Nos sacamos la cresta para llegar al nivel de un vedetto profesional", aporta Horton. Y Arriagada detalla: "En los bailes es imposible hacer un doble de cuerpo. Hay planos amplios donde estas tú, sacándote el pantalón, la camisa".
Mientras que sobre la recepción que esperan para el destape, Horton opina que "malintencionados pueden haber siempre, aburridos y básicos. Como actores de televisión si bien no estamos adentro, estamos al ladito de la farándula y es parte del juego. Si alguien quiere tomar una foto justo cuando nos agachamos, problema del aburrido que no tiene más que mostrar". Y Campos lo apoya rematando: "Además nos sacamos la cresta para salir dignos en esa foto".