Katja, una espigada y joven madre rubia que vive relativamente bien en las afueras de Hamburgo y cuyo hijo Rocco es lo que más quiere en la Tierra, sufre la repentina pérdida del niño y de su esposo Nuri (Numan Acar), un alemán de origen turco, como millones de habitantes en ese país. A los dos los partió en mil pedazos una bomba casera de gran poder destructivo y Katja cree tener claro quién fue el responsable del atentado: poco después de dejar a Rocco con Nuri en su trabajo, vio a una muchacha abandonar una bicicleta nueva frente a su oficina. En su parte superior había una gran caja plástica. Katja está convencida de que todo fue un acto criminal nazi.
La premisa de Aus dem nichts es clara como el agua y no requiere mucho análisis. Tampoco la película, que es una eficaz, ágil y convencional historia de justicia propia en manos de una mujer a la que la mala suerte, la intolerancia y la injusticia le juegan una brutal pasada tras otra. Katja, interpretada con increíble magnetismo por la actriz y modelo alemana Diane Kruger, tiene tendencia a las drogas y fue justamente aquella adicción la que la unió con su ahora fallecido esposo: en la universidad, Nuri vendía hierba y ella le compraba. El paso del tiempo hizo que Nuri se transformara en una suerte de traficante y hasta estuvo tras las rejas, pero en el momento en que es asesinado con su hijo ya está limpio y sobrio, renovado. Los trágicos hechos no hacen otra cosa que dinamitar la tendencia de Katja hacia los estimulantes y de lo que se tratará Aus dem nichts (traducible como Desde la nada) es de cómo esta mujer herida se levanta de a poco, recoge sus pedazos de alma desde el suelo y busca iluminar de nuevo su vida.
La nueva película del director alemán Fatih Akin se exhibió este viernes en la mañana, ya en la fase final de las cintas que compiten en el Festival de Cannes (sólo queda por exhibir You were never really here de la británica Lynn Ramsay) y dejó en claro que, al menos en términos formales, el realizador vuelve a demostrar su pericia en la descripción de realidades urgentes y dolorosas. Se podrá acusar a la película de reducir el tema del racismo y la intolerancia a un thriller hollywoodense con espectaculares explosiones (de hecho, distribuye Warner Bros. en el mundo), pero si aquello significa manejo de los recursos narrativos para entretener, alertar y hacer correr el engranaje de un buen filme, Aus dem nichts está entre las mejores cintas de Cannes 2017. Es cierto, la película no tiene el pulso acelerado e incomparable de Contra la pared (2004) o el poder evocativo de Al otro lado (2007), pero es una demostración de oficio que la pone sobre otras varias cintas de la selección oficial.
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El director David Lynch saluda en la gala de Twin Peaks en Cannes, junto a su esposa Emily Stofle a la izquierda, el actor Kyle MacLachlan y su esposa, la productora Desiree Gruber.[/caption]
El regreso de David Lynch
A sólo dos días que se entregue la Palma de Oro este domingo, uno de los eventos indiscutibles ha sido la exhibición de los dos primeros capítulos de Twin Peaks: El regreso, la continuación de la serie del realizador estadounidense. Hasta el momento, la televisión de Estados Unidos sólo ha emitido el primer episodio, pero en rigor los dos primeros funcionan como una película sorprendente y única, con un nivel de ensoñación (o de pesadilla, dependiendo del cristal con que se mire) arrebatador. Retornan personajes como el agente de Dale Cooper (Kyle McLachlan), la guapa mesera Shelly Johnson (Mädchen Amick) o Jim Hurley (James Hurley), el solitario chico de la moto. Hace 27 años, todos estaban en la secundaria, tenían 17 o 18 años, pero ahora están al final de las cuatro décadas, gastados y cansados. Parecen cambiados, pero son los mismos: en Twin Peaks, los monstruos y los fantasmas nunca mueren.
Aunque ambas series fueron concebidas para la televisión, siempre habrá algo cinematrográfico en Twin Peaks. Por algo a la propuesta original del año 1990 le siguió una precuela fílmica llamada Twin peaks: Fuego camina conmigo, estrenada en Cannes en 1992. Un cuarto de siglo después, Lynch entró por la puerta grande del cine otra vez al exhibir este díptico en el Grand Palais der Cannes. La experiencia de ver dos horas de serie en pantalla grande es impagable.