Chile, considerado un laboratorio natural para hacer astronomía desde los años 60, siempre tuvo, sin embargo, pocos astrónomos. En 1984, sólo habían 24 trabajando como académicos en universidades chilenas -20 en la U. de Chile y cuatro en la U. Católica-, mientras que para el año 2000 la cifra había subido hasta 26, en seis universidades. Pero desde entonces algo cambió, con la llegada de los telescopios más grandes al territorio el interés creció y la carrera se abrió en más universidades a lo largo del país.
Hoy, según el último censo de la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias), siete universidades tienen licenciatura, magíster y/o doctorado en el área, y hay 103 académicos de astronomía repartidos en 13 universidades chilenas, desde la Región de Arica y Parinacota hasta la del Biobío. En total, hay 221 astrónomos en instituciones nacionales y 675 alumnos en preparación.
Mónica Rubio, astrónoma de la U. de Chile, explica que hay tres factores que influyeron en el alza. El primero fue el surgimiento de fondos -como el Gemini-Conicyt (ver nota secundaria)- y los convenios de colaboración, que ayudaron a que las universidades pudieran contratar investigadores. "La posibilidad de que las instituciones postularan a estos fondos para crear nuevas posiciones permanentes (financian los primeros dos años), permitió que las universidades aumentaran el número de astrónomos que podían contratar y las universidades nuevas, que no tenían astronomía, lo vieran como una oportunidad para crear sus grupos", dice.
Fondecyt también comenzó un programa de becas postdoctorales que permitió la llegada de más investigadores y, al mismo tiempo, comenzó un proceso de difusión a las universidades que no tenían Astronomía para que vieran sus beneficios, entre ellos la cantidad de publicaciones que produce el área, lo que la hace más atractiva.
De todos los artículos científicos publicados en Chile, Física y Astronomía constituyen el 10,5% de ellos, sólo superado por Medicina, pero en la primera los investigadores publican en revistas de mejor nivel.
Además de las 12 universidades que tienen departamento de Astronomía, los astrónomos hoy también trabajan asociados en el Instituto Milenio de Astrofísica (MAS), el Núcleo Milenio de discos protoplanetarios en Alma (MAD) y el Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (Cata); otros son contratados directamente por observatorios internacionales. Ya cubren todas las áreas de investigación, aunque algunas todavía requieren más gente.
Así lo señala Ezequiel Treister, investigador de la U. Católica y el Cata, además de presidente de la Sochias. "En el estudio del Sistema Solar hay gente, pero poca, lo mismo en astrometría (que estudia cómo se mueven los astros). Históricamente teníamos menos en planetas extrasolares y astrobiología, pero ha mejorado y ahora creo que cubrimos todas las áreas", dice.
Pocos cupos
Con 675 alumnos hoy en universidades nacionales (en 2005 había 40), deberían cubrirse todas las áreas, pero podría surgir un problema que ya está apareciendo en países desarrollados: muchos astrónomos y pocos cupos.
"Nosotros sinceramos las cosas a los estudiantes, porque hoy se imaginan que la mayoría de los trabajos tienen que ver con telescopios y universidades, que todos pueden tener trabajo y eso no es cierto. Hay muchos cabros que van a ser buenos y no van a tener trabajo en esa área, es lo que pasa en países más desarrollados donde la competencia es alta", dice Matías Gómez, director de la carrera en la U. Andrés Bello.
Por eso, esa y otras instituciones chilenas, están fomentando el vínculo con otras áreas como la astroingeniería, astrocomputación, turismo, capacitación de profesores o divulgación.
Tiempo de observación
Hoy, el 40% de la capacidad astronómica del mundo está instalada en Chile, entre ellos, los observatorios más avanzados y más grandes del mundo -como el radiotelescopio Alma-, en los que la demanda por tiempo para observar crece cada año.
Chile tiene asegurado el 10% del tiempo en cada observatorio que se instale en el territorio y, a estas alturas, ya se les hace poco.
"Chile ha tenido acceso a telescopios por lo menos los últimos 40 años y el 10% ha ido evolucionando. Yo creo que no se usaba completamente desde el principio, porque eran pocos astrónomos. En esa época probablemente sobraba, pero en el último tiempo se ocupa todo", cuenta Ricardo Muñoz, astrónomo de la U. de Chile y presidente del comité CNTAC, que administra los tiempos en 25 telescopios, de 40 cm a 6,5 m, instalados en el país. "En cada telescopio es diferente, pero a nivel general, la demanda es del orden de 2 a 1, es decir, piden el doble del tiempo disponible", dice.
El telescopio de MPG de 2,2 m de La Silla, y el Magallanes de 6,5 m (en Las Campanas) son los más solicitados.
En Alma, el más demandado, ya piden tres veces más de lo ofrecido. Una de cada 3,1 propuestas fue aceptada en el último ciclo, lo que es más, en todo caso, que la tasa europea (4,9) o la norteamericana (3,5), que son socios mayoritarios del radiotelescopio.
Fernando Comerón, representante del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile, indica que, en promedio, la comunidad astronómica chilena pide entre un 11% y un 12% del tiempo total solicitado en los telescopios de ESO, y la evaluación científica de las propuestas es similar a las enviadas por astrónomos de estados miembros del consorcio. "Eso significa que los astrónomos en instituciones chilenas ya reciben, por los propios méritos científicos de las propuestas, un poco más del 10% del tiempo de los telescopios de ESO, independiente de la existencia del 10% reservado que estipulan los acuerdos", dice. Eso demuestra, agrega, que el tiempo reservado ha sido un medio efectivo para atraer astrónomos extranjeros a instituciones chilenas, que han aumentado el número y el nivel de colaboraciones internacionales, haciéndolos más competitivos a escala internacional.