"Salud por lo bien que lo hemos pasado juntos, porque trajimos la copa y porque les tengo cariño a todos", dice el joven jugador Nicolás Villagrán con un vaso de bebida en la mano, seguido de un grito a lo guerreros en un restaurant capitalino. Un par de horas antes la selección chilena sub 17 de básquetbol es recibida a lo grande en el Aeropuerto de Santiago.
En la salida internacional del recinto de Pudahuel hay expectación. Los familiares de los jugadores se muestran sorprendidos y emocionados con la cantidad de prensa que espera a los triunfadores del Sudamericano. De un momento a otro el grupo liderado por su capitán Ignacio Arroyo Varela comienza a aparecer lentamente. Entre el tradicional "ceacheí", los jóvenes se acercan a la prensa con la copa dorada en sus manos, desatando el festejo.
"Es un triunfo histórico que no vamos a olvidar nunca. Hay que disfrutar", dice Ignacio Arroyo frente a la serie de flashes que apuntan a su rostro.
"El básquetbol chileno tiene un futuro asegurado", cuenta con orgullo Irán Arcos, presidente de la Federación de Básquetbol de Chile. Para la dirigencia el triunfo es un quiebre en la historia de este deporte. "Después de 80 años estos jóvenes nos dan esta tremenda alegría.
Es una generación dorada que nos va a servir para proyectar un futuro que se viene muy auspicioso", comenta.
El dirigente explica la serenidad y seguridad que demuestra el plantel: "Son chicos muy aterrizados. Tienen mucha confianza en sí mismos". El grupo cuenta con jugadores experiencia en el extranjero, como Ignacio Arroyo, Maxwell Lorca y Álvaro Pimentel, y se suma un posible fichaje de Kevin Rubio en Estados Unidos. "Sin duda Chile será un país exportador de jugadores de ahora en adelante", destaca Arcos.
Un emocionado Lino Sáez, ex destacado basquetbolista, espera a su hijo del mismo nombre. Lino Sáez Ramírez fue un pilar para la obtención del título. "Estoy tremendamente feliz y contento porque es un muy buen niño. Todo lo que juega es mérito de él, por su constancia en los entrenamientos. Así logró el nivel que tuvo, siendo titular y un jugador fundamental dentro de la estructura que tenía el entrenador Galo Lara".
El festejo íntimo
Ya desembarcado, el plantel parte a un restaurant capitalino. Al llegar al local con el trofeo en sus manos, los comensales inmediatamente los aplaudieron y elogiaron. Los jóvenes exhaustos se sientan alrededor de una larga mesa con la copa al centro. Los panecillos con mantequilla de la espera son devorados en cuestión de segundos, al igual que las bebidas sin alcohol. Todos eligen el mismo menú: bife a lo pobre. Algunos aún no reciben sus platos mientras otros ya los terminan.
Uno de los que más se diferencia por su tono de piel y cabellera enredada es Álvaro Pimentel. El jugador es hijo de padres ecuatorianos, quienes llegaron al país por trabajo antes de su nacimiento. Sin pensar su familia que en algún momento su descendiente ganaría una medalla de oro con Chile, derrotando en semifinales justamente a Ecuador. "Fue algo raro, porque me enfrentaba al país del que son mis padres, pero en el momento no pensé en nada más que en ganar. Mis padres se sienten muy felices y orgullosos. Ellos saben cuánto nos hemos sacrificado", expresa Pimentel.
Álvaro desmenuza cómo es la relación del equipo y comenta los sortilegios: "La química del equipo es excelente. Nos conocemos hace años y hemos forjado buenos lazos. Tenemos cábalas: sentarnos en los mismos puestos en el bus, cantar una canción antes de los partidos", justo cuando se motiva a entonar marcando el ritmo con la palma de su mano en su muslo la famosa canción "Blanco, rojo y azul", que hizo conocido al grupo Mala Junta en 1998, antes de que los jugadores existieran. "Sirve como motivación", afirma.
"Somos muy cabaleros. Cuando nos juntamos siempre ocupamos los mismos puestos para ver los videos. En el camarín cuando no ponemos música, cantamos. Siempre tenemos que hacerlo, sino no es lo mismo", relata Kevin Rubio, líder anotador del equipo.
"Hay un cambio de mentalidad. Ellos sienten que pueden ganar, se sienten capaces. Los entrenadores estamos realizando un trabajo más profesional y hemos podido entregarles eso a los jugadores, para que lo puedan llevar a la cancha", relata el entrenador Galo Lara.
El agotamiento es evidente y el festejo llega a su fin. Cada integrante parte rumbo a su casa, no sin antes tocar por última vez en el día la copa ganada en Lima.