Manos en la nuca. De ese gesto, propio de alguien que está siendo sometido, Angel Parra decidió titular su libro de 2005, en el que narraba sus experiencias como detenido político en 1973, a través de un personaje ficticio. Pero el gesto también marcó un antes y un después en la carrera del músico, que incluso privado de libertad o imposibilitado de volver a su país, se las arregló para tener una prolífica etapa creativa.
El cantautor nacional, como muchos personajes ilustres de izquierda o vinculados al gobierno de Salvador Allende, fue obligado a adoptar esa posición cuando fue detenido luego del Golpe de Estado comandado por Augusto Pinochet. Fue trasladado al Estadio Nacional, para luego recalar en el campo de concentración Chacabuco, en el desierto de Atacama.
En medio de las difíciles condiciones de vida en el lugar, Parra organizó junto a un grupo de reclusos una resistencia en torno a la cultura, formando el improvisado grupo Los de Chacabuco, donde interpretarían fundamentalmente temas del cancionero popular latinoamericano y obras religiosas. Fue en estos meses de detención donde compuso y montó por primera vez el Oratorio de Navidad y La Pasión según San Juan.
De México y París
Parra sería liberado del campo de prisioneros en febrero de 1974. Como agradecimiento a su labor en mantener la en alto la moral del lugar, los reclusos organizaron un concierto de despedida para el cantautor. Incluyendo canciones del mismo Parra, miembros del colectivo Los de Chacabuco e intérpretes anónimos, el acto sería grabado y publicado en el LP en vivo Chacabuco (1975).
De vuelta en Santiago, Parra difícilmente encontraría la libertad. Con prohibición de retomar su carrera artística, el cantautor debió buscar distintas fuentes de ingresos, incluso siendo camionero por un tiempo.
Junto a su mujer e hijos zarparían por nuevos horizontes hacia Canadá, pero por cosas de la vida, o del destino, terminaría en México. El músico encontraría una tierra en donde, sorpresivamente para él, su música ya tenía llegada -gracias a su canción México 68-, permitiéndole renacer artísticamente. Así fundó su propia peña en Ciudad de México, por donde pasaron cantantes de ese país como Amparo Ochoa, y lanzó su primer disco en vivo, Angel Parra en el Auditorio Nacional de México (1975).
En 1976 editaría tanto en ese país como en Francia, la que sería su segunda casa en el extranjero, su primer disco de estudio en el exilio, Angel Parra de Chile. El trabajo incluye canciones de marcado tono político en torno a la realidad del país y la dictadura, con temas como La libertad, Yo tuve una patria y Qué será de mis hermanos.
Fue en París donde tuvo su etapa más prolífica. Con trabajos como Angel Parra à Paris, Guitare populaire du Chili (ambos de 1978), Isabel et Angel Parra (1981), La prochaine fois (1982), Chansons et comptines d'Amérique du Sud (1986) y El bandido americano viene a bailar (1988), Parra no dejó nunca de cantarle a Chile desde la distancia. "Vamos a llegar todos (los exiliados) con un espacio cultural ganado afuera, y con un trabajo que ha sabido convertir esa sanción que es el exilio en una posibilidad creadora. Todo lo que intentaron destruir lo hemos ido recuperando y renovando afuera, y me refiero a lo que se ha hecho en las distintas áreas culturales", afirmó el cantautor antes de su regreso, al escritor y crítico Juan Armando Epple.
El retorno se concretaría en 1989, con su primera gira por Chile en más de 15 años. Desde ese entonces, mantendría una rutina de ir y venir entre París y su patria, visitando suelo nacional todos los años entre enero y octubre, tradición que mantuvo hasta su último respiro, que lo dio en Francia. Pero, incluso después de la muerte, el círculo de Angel Parra ya planea su retorno a Chile. Esta vez, de forma definitiva.