Capitán de la selección de rugby de Sudáfrica, en la Copa Mundial de 1995: "Cuando sonó el silbato, Sudáfrica cambió para siempre"
François Pienaar capitaneó la victoria de Sudáfrica en la Copa Mundial de Rugby de 1995, en la que se dio una de las imágenes que definieron la unidad racial del país al estrechar las manos de Mandela.
En medio de ciertas comunidades blancas en Sudáfrica del apartheid, se dio por sentado que Nelson Mandela era un terrorista que debía permanecer tras las rejas. Eso fue lo que le pasó cuando joven a François Pienaar, quien un día invitó a Mandela a su matrimonio y lo nombró padrino de sus dos hijos.
Los hombres -cuya relación se cuenta en el libro El Factor Humano y en la película Invictus- se reunieron cuando Pienaar capitaneó la victoria de Sudáfrica en la Copa Mundial de Rugby de 1995. Cuando el afrikaner rubio estrechó las manos con el activista de la libertad de los negros que se había convertido en presidente, ellos forjaron una de las imágenes que definieron la unidad racial del país.
En una entrevista con el semanario inglés, The Ob-server, Pienaar recordó las actitudes intransigentes de los blancos que marcaron su niñez. "En mi mundo pequeño, crecí en una comunidad afrikaner, fui a un colegio afrikaner, hablé sólo con afrikaners", dijo. "Recuerdo cuando escuchaba el nombre de Nelson Mandela en los asados o en las comidas, las palabras 'terroristas' y 'hombre malo' eran como un cordón umbilical unido a su nombre. Ojalá hubiera hecho preguntas al respecto cuando era adolescente, pero no lo hice".
Fue sólo cuando Pienaar fue a la universidad cuando se vio expuesto a diferentes culturas y debatir sobre política y el futuro del país. "Estábamos en 1985, un año muy oscuro para la historia de Sudáfrica. Había conversaciones y rumores de que Mandela sería liberado y los sudafricanos blancos temieron lo peor". "Muchos eran sudafricanos muy conservadores que estaban acumulando comida, pensando que iba a haber un Armageddon, una guerra civil. Puedo entender eso, no es que esté de acuerdo. Ellos temían que este hombre que había sido detenido durante 27 años, y que no era tratado especialmente bien como prisionero, cuando saliera iba a estar un poco molesto". "La nación hará lo que él diga. Así es que si Mandela sale de prisión y dice: 'Escuchen, esto está mal, vamos a tomar ahora al país por la fuerza', sería una guerra civil. Pero luego él salió y no hizo eso. Entonces los conservadores decían: 'Estamos esperando a que esto ocurra'. Nunca ocurrió".
La liberación de Mandela y la caída del apartheid significó el fin de las sanciones internacionales y los boicots deportivos. Un año después de la elección democrática multirracial en 1994, el país fue el anfitrión de la Copa Mundial de Rugby, que era tradicionalmente un deporte de afrikaner que veía a los negros alentando a los rivales de la selección sudafricana. Pero Mandela entendió la importancia de los grandes gestos. Se resistió a la presión de cambiar el emblema del equipo, el springbok, y reunió al país alrededor de los jugadores.
"Todavía estoy sorprendido cuando pienso en el profundo cambio que ocurrió. Comenzamos con un gran líder con una visión fantástica que se dio cuenta de que el deporte era importante para la comunidad blanca afrikaner y para ganar su respeto y confianza". "A través del curso de estas seis semanas, debido a que él lo pidió, llegamos al partido con el afán de jugar un buen rugby y construir un buen momento hacia el final, las cosas que pasaban en Sudáfrica eran simplemente mágicas".
Para la final había 63 mil personas en el estadio y 62 mil eran blancas. Dando un golpe de un genio de las relaciones públicas, Mandela apareció con un suéter de Springbok y un gorro. "Y cuando sonó el pitazo final, este país cambió para siempre, era incomprensible", sostuvo Pienaar.
Los eventos se convirtieron en el tema de un libro y una película, Invictus, protagonizada por Matt Damon y Morgan Freeman, que fue dirigida por Clint Eastwood. Pienaar y Mandela se hicieron más unidos durante los años, hasta que la salud obligó a este último a retirarse de la vida pública. La semana pasada llegó la triste, pero inevitable noticia de su muerte.
"Es momento para la celebración, celebrar lo que él hizo y por lo que creía, y también momento para la reflexión y para el duelo, por supuesto", dijo Pienaar.
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