Había enfrentamientos duros, tensos, complejos, sin armas, pero decisivos, que definían situaciones de vida o muerte. Ocurrían cuando el arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez era citado por el general Augusto Pinochet al ex edificio Diego Portales.
Eran los primeros años del régimen militar, tras el golpe de 1973, y a Pinochet le disgustaba enormemente el Comité Pro Paz, ubicado en el barrio Brasil, que dirigía el religioso de gorra negra y sotana oscura, un defensor de los derechos humanos.
Por entonces, las personas que buscaban a sus familiares se agolpaban no solo en el Comité Pro Paz, instalado en las oficinas del Arzobispado. También en las calles le pedían ayuda al sacerdote salesiano.
"Piense que puedo cerrar ese comité suyo en un dos por tres... y se van todos presos", le dice Pinochet al religoso en un diálogo que presenta El Cardenal, la novela gráfica escrita por Kóte Carvajal e ilustrada por Luis Inzunza.
El nuevo e inédito volumen llegará a librerías vía Liberalia Ediciones. Es la primera biografía gráfica del Cardenal Raúl Silva Henríquez (1907-1999) y se centra en su labor realizada entre 1973 y 1983.
"Esta es una novela semibiográfica, en el sentido de que un 90% de los hechos son apegados a la realidad. El resto se cambia por situaciones del punto de vista dramático", dice Kóte Carvajal, quien se documentó con las memorias de Silva Henríquez, con archivos de la prensa de la época y de la Vicaría de la Solidaridad. Además, "dejamos al Cardenal siempre un poco más joven para que se reflejara que era un hombre de acción", agrega.
El ejemplar El Cardenal, que parte cuando su protagonista visita a los detenidos en el Estadio Nacional, se divide en cuatro capítulos: Comité Pro Paz, Vicaría de la Solidaridad, Hornos de Lonquén y Ultimos años. "Entre medio usamos flashbacks para contar, por ejemplo, cómo el Cardenal se hizo cura", señala Carvajal.
Sobre el Comité Pro Paz, en el cómic se narra cuando fue cerrado por presiones de Pinochet, en 1975. Sin embargo, al año siguiente, Silva Henríquez creó la Vicaría de la Solidaridad, ubicada al costado de la Catedral, en Plaza de Armas, donde las víctimas del régimen recibían apoyo y ayuda legal.
El cargo que ocupaba Silva Henríquez como arzobispo de Santiago generaba respeto y confianza. Así recibió valiosa información sobre el paradero de algunos desaparecidos.
"Lo recuerdo bonachón, pero inspirador de un respeto inmenso. Es que su coraje era auténtico: nacía desde la ética más profunda", apunta en el prólogo de El Cardenal, la abogada Carmen Hertz, quien formó parte de la Vicaría.
"Quiero destacar, como alguien que no vivió fuertemente los años de dictadura, al hacer este libro pude conocer más esta parte de la historia", dice Luis Inzunza, nacido en 1985. El ilustrador cuenta que lo que más le afectó fue registrar los métodos de desaparición y tortura: "Cuando empaquetaban a las personas con alambres, luego les adherían a rieles y desde helicópteros los lanzaban al mar".
El cardenal, quien fue seguido a diario por agentes de la DINA en esos primeros años, se pregunta en el cómic: "¿Cómo construimos una sociedad justa y en paz entre tanto dolor".