A las 16.30 de hoy (12.30 en Chile), los 115 cardenales electores entrarán a la Capilla Sixtina cantando letanías a los santos e invocaciones al Espíritu. Pedirán asistencia para elegir al sucesor de Benedicto XVI, "la decisión más importante de siempre", como la definió uno de ellos, el franciscano de Boston Sean O'Malley. "Van a cumplir con la tarea por la cual fueron ordenados cardenales", resumió de forma muy eficaz el padre Federico Lombardi, vocero del Vaticano. Tras escuchar la meditación del predicador Prosper Grech, el maestro de ceremonias Guido Marini gritará en latín: "¡Extra Omnes!", ¡todos afuera! De la capilla saldrán los cantores y todos los prefectos y asistentes que acompañaban la procesión. Adentro, sentados a lo largo de las paredes, solo quedarán los electores. El Juicio Final de Miguel Angel los mirará.
A partir de este momento, no habrá pautas que respetar ni horarios precisos. Lo que ayudará es la experiencia: "La última vez los cardenales decidieron votar al menos una vez antes de retirarse para la noche. Considero probable que tras rezar den paso a un primer escrutinio", consideró Lombardi. En abril de 2005, cuando había que encontrar al sucesor de Papa Wojtyla, la chimenea a la izquierda de la cúpula de San Pedro echó la primera fumata a las 20.04. "Fue negra y casi seguramente lo será está vez", echó mano a la experiencia el portavoz.
"La primera ronda permite oler por dónde tira el viento", dijo Carlo Marroni, del diario Il Sole 24 Ore. Como una investigación para tantear cuáles son las candidatura en el terreno. "A partir de la segunda votación -escribió Andrea Tornielli, vaticanista de La Stampa- se verá si uno o dos crecen -y cuánto- o si se incorporan a la carrera hombres del banquillo. Con Ratzinger hubo una especie de efecto imán y sus consensos empezaron a aumentar sin parar hasta alcanzar el umbral suficiente". No hubo sorpresas. Esta vez podría ser distinto. "La vez pasada había una figura de espesor, muy superior a los demás. Era un teólogo único. Estamos hablando de Ratzinger. Ahora no es así. La elección se efectúa entre dos, tres, cuatro... 12 candidatos", dijo el arzobispo de Lyon, cardenal Philippe Barbarin.
La mayoría necesaria para subir al solio de Pedro es de dos tercios, es decir, en este caso, 77 votos. Pero la votación, en la víspera del ingreso al cónclave, ya parecía bastante fragmentada. Un candidato que podría acopiar enseguida entre 35 y 40 votos es el milanés Angelo Scola, italiano, pero externo al partido romano, el de los hombres con cargos en la Curia, más conservadores. Según las cuentas que se hacen, sobre él podría caer el respaldo de europeos y norteamericanos. Odilo Pedro Scherer, arzobispo de Sao Paulo, Brasil, que conoce bien la Curia, podría cosechar el voto de unos 25 "romanos". Marc Ouellet, canadiense, sería la primera elección para unos 12 purpurados, entre latinoamericanos y estadounidenses.
El rostro de la Iglesia ha cambiado en los últimos años: la "suciedad" de la que habló el cardenal Ratzinger en la Vía Crucis de 2005, cuando el enfermo Wojtyla no pudo celebrarla por sí mismo, salió a luz y "desfigura" -para seguir citando al alemán- su imagen en el mundo. Los escándalos de los curas católicos involucrados en abusos y las fracturas de la Curia contadas en los documentos de Vatileaks centraron las conversaciones previas de los purpurados. Pero la Iglesia está sobre todo preocupada por la pérdida de fieles y vocaciones en lo que fue su centro: Europa. "Los electores del Papa, eligen a un Papa no a un secretario de Estado", dijo Tornielli. Hay que escoger no solo a un funcionario que sepa mantener firmes los hilos de la maquinaria gubernamental. Hay que encontrar a un buen Pastor para un rebaño desorientado.