A las 12.30 de ayer, los cardenales salieron de la Sala Nueva del Sínodo, donde se reúnen desde el lunes para las conversaciones previas al cónclave. Todo el mundo esperaba que hubieran decidido ayer cuándo encerrarse en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Benedicto XVI. Sin embargo, con su túnica negra y la birreta roja, cruzaron rápidos la placita al lado de San Pedro y se limitaron a sacudir la cabeza cuando un coro de periodistas y fieles preguntó por ello. Al cabo de pocos minutos, el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, zanjó: "Para que no pregunten: todavía no han fijado una fecha".
Aquel "no habemus fecha", en cambio, estimuló la curiosidad de los asistentes a la rueda de prensa. Había sido el mismo vocero quien precisó que, contrariamente a lo que había explicado en un primer momento, no es necesario esperar a que todos los electores se incorporen a las reuniones para establecer el principio del cónclave. "En realidad -aclaró-, ya que sabemos cuándo llegan sus aviones, los padres pueden decidir cuando quieran". La nueva interpretación se leyó como la voluntad de cerrar la fecha ya. Además, el último elector, el vietnamita Pham Minh Man, aterriza hoy en Roma. Sin embargo, los purpurados no han cerrado aún el tema.
"En el Colegio -consideró Lombardi- se advierte muy clara la necesidad de una preparación adecuada, seria, profunda y nada apresurada. Las congregaciones representan un tiempo de reflexión y maduración. Una buena parte de los cardenales no quiere forzar los tiempos. No hay prisa". "Si no deciden es porque están divididos", señaló el vaticanista Paolo Rodari, del diario La Repubblica. "No hay candidatos fuertes, por eso necesitan tiempo para entrar al cónclave con las ideas más claras", consideró el vaticanista Marco Politi.
El Papa Emérito modificó la Constitución Apostólica para quitar el límite de 15 días como duración mínima de la Sede Vacante, y la Capilla Sixtina ya está casi lista para acoger a los 115 purpurados que sufragarán. Así, está cerrada a los turistas, su pavimento ha sido protegido con una capa de madera, las estufas están allí, una para quemar las papeletas y otra con los agentes químicos que coloran la fumata de negro o de blanco. Incluso, ya está montada la chimenea en el techo.
Según señalan los vaticanistas, son sobre todo los extranjeros los que necesitan reposar informaciones e impresiones. Necesitan tiempo para conocerse, hablar y centrar la atención sobre uno o dos nombres. No hay que olvidar que la renuncia de Joseph Ratzinger los tomó desprevenidos. Los integrantes de la Curia, en cambio, llevan años cruzándose en los pasillos del Vaticano y pisan el acelerador: cuanto antes se celebre el cónclave, más favorecidos serán sus candidatos. Mientras Lombardi modificaba su anterior interpretación de la norma canónica y consideraba que no es necesario esperar a todos, el arzobispo de Chicago, Francis George, declaraba: "No es una cuestión de leyes. Aunque todos los cardenales estuvieran en Roma, yo no me siento preparado para el cónclave".
El aplazamiento de la decisión perfila, según los analistas, una división que podría ser crucial en la organización de los votos bajo la bóveda de Miguel Angel. La primera urgencia para el nuevo Pontífice será restaurar la Curia: el Colegio se divide entre quien prefiere un hombre externo y reformista, y quien imagina un cambio operado desde el interior. Los primeros llegan a Roma en estos días y aún no han madurado ninguna candidatura fuerte. Los segundos son más organizados. Lo confirma el arzobispo de Boston, Sean O'Malley: "Existen dos escuelas. Una sostiene que, como los problemas actuales de la Iglesia nacen de la Curia, debemos apostar por un externo; otros contestan que hay que buscar dentro la Curia, justo porque su primera tarea será reformarla".