La entrevista es en un elegante café de la Puerta de Auteuil, en el muy elegante distrito XVI de París. Carla Bruni está sentada dentro, en un rincón discreto, fumando un cigarrillo electrónico con todo el glamour y la naturalidad que se le supone a una aristócrata italiana criada entre Turín y París, que a los 17 años se largó a Nueva York. Cuando llega el periodista, pone su mejor sonrisa, lanza unos "wow wow" de admiración a la camarera que se ha inclinado sin tirar la bandeja a recoger un papelito, levanta su cuerpo de 1,75 de estatura del sofá, y estrecha la mano -exquisita, delgada y larga- con la fuerza de un yudoca.

¿No sabe que los socialistas van a prohibir el cigarrillo electrónico?

¡Policía, policía! ¡Pónganme las esposas! -dice con voz de falsete.

¿También fuma tabaco?

Adoro fumar. ¿Quiere que salgamos?

A los 43 años, y tras ser madre dos veces, la última hace 18 meses, la cantante y ex primera dama francesa parece haber regresado a la silueta de hace 20 años. Antes de salir a la calle, escoltada por un policía de civil, la esposa de Nicolás Sarkozy se pone los lentes de sol. Quizá para no ser reconocida por sus vecinos. Pero enseguida se los quita, y en la media hora que dura la conversación sólo un transeúnte se permitirá la amabilidad de decirle bonjour. Aunque el barrio es zona nacional (la derecha gana aquí por siete a uno todas las elecciones), Auteuil no deja de ser París.

¿Y cómo ha vivido estos años cerca de la alta política? ¿Se ha sentido cómoda?

¿Quiere decir mientras mi marido era jefe de Estado? Mire, cómoda no es precisamente la palabra, pero ha sido sobre todo muy interesante. Diría incluso fascinante, a ese nivel. Con ese hombre…

¿Qué ha aprendido en este tiempo? ¿Cómo es el poder?

Ambivalente. Si se ve desde el punto de vista de la especie humana es inquietante. Más allá de la política, el poder es un acto que ejercemos todos sobre los demás. Incluso los niños, cuando son pequeños, ejercen el poder, y la adolescencia es también una conquista del poder. El poder forma parte de las relaciones humanas como la ternura, los celos, el dominio, la sumisión, la empatía. Yo lo ejerzo poco, aunque mi marido dice que es fácil para mí porque soy dominante. Yo creo que no lo soy, pero en fin… Como él es el experto, le hago caso (risas).

Ha tenido una vida bonita y movida, ¿no? Ha sido primera dama, cantante, modelo…

Empecé a trabajar muy joven y no he tenido una vida dura ni angustiosa. Pero la angustia es como el color del pelo, viene con tu naturaleza. Unos son más tranquilos que otros y yo no soy muy serena. Soy bastante melancólica, aunque lo escondo. Cuando viene la melancolía tiendo a quedarme sola. La soledad se lleva bien con la melancolía.

¿No echa de menos dar conciertos?

Volveré a hacerlos en noviembre, empezaré en el Casino de París y luego haré una gira por Francia y por Europa.

¿Tiene la impresión de haber abandonado su carrera por la de su marido?

No, esa es la impresión que los demás quieren dar, pero yo no la tengo. Por desgracia hay una gran dicotomía entre lo que yo siento y lo que dicen los medios sobre mí.

Bueno, la verdad es que no ha tocado mucho mientras era primera dama.

En casa sí, he seguido componiendo con la guitarra. Empecé con el piano pero lo dejé, no daba la talla. Toco regular la guitarra, no puedo hacer solos, pero tengo una familiaridad, una intimidad que me permite componer, incluso con mis limitaciones técnicas.

Hablemos de su marido. ¿Volverá a la política?

Absolutamente, no.

¿Está segura? El ha dicho que si viera que es su deber…

Nunca se puede estar seguro de nada en la vida, pero no volverá. De momento, eso no está para nada en el orden del día.

Pero 2017 está ahí al lado…

Me parece poco probable.

¿Usted qué preferiría?

Como persona, esposa y mujer, preferiría que no volviera. Por razones de salud, de serenidad y filosóficas, no ciudadanas. Es una carga demasiado pesada.

¿Ahora lo ve más que antes?

No. Sigue trabajando mucho, es abogado, y su opinión es muy solicitada en todo el mundo, da conferencias, asesora, no hay mucha gente en el mundo que haya hecho lo que él, y sobre todo como lo ha hecho, en cuerpo y alma. Trabaja mucho y es un hombre muy competente. Ha hecho muchas cosas en su larga carrera, ha sido alcalde, ministro varias veces y muchos años, y siempre se ha entregado, le interesa todo y no es una persona que se quede en la superficie, todo lo hace profundamente. Estoy contenta por él, porque tiene mucho trabajo y ahora recibe también mucho amor. Cuando uno es presidente no recibe amor, suscita sólo antagonismo, es natural.

¿Está preocupada por los casos judiciales en los que está implicado?

Estoy aburrida, no preocupada. Y un poco sorprendida, pero no inquieta. Yo sé quién es.