CARLOS LARRAIN PEÑA, 71 años, casado, 12 hijos, ex senador, también ex concejal por Las Condes, presidente de Renovación Nacional por casi ocho años, dejará de presidir el partido génesis de la derecha tras el término del régimen militar. Conocido por su lenguaje barroco, frases ingeniosas y un refinado sentido del humor que aguijonea en el límite, Larraín será reemplazado de la jefatura de RN, tras cuatro períodos consecutivos, luego de las elecciones de directiva de su colectividad este fin de semana, donde, a juicio de los expertos, el diputado Cristián Monckeberg se aspectaría como el candidato a presidente con mayores posibilidades.
Pese a esos ritos partidarios, Larraín quiso dejar para la reflexión de sus huestes algunas impresiones de su cosmovisión política, muchas de las cuales explicitan una profunda tribulación ante los ejes ideológicos que se juegan en este minuto y que engloban un escenario que trastocaría el buen juicio que, en su opinión, debería inspirar el debate. Para ello, Larraín expuso anoche en la clase inaugural de la Academia de RN en el "Curso de Liderazgo político".
Para abrir su digresión, el timonel encendió la atención de los presentes con una pregunta abierta: "¿Cómo interesamos a la gente en política?". Para ello, su primera sugerencia de corte estratégico: "Hay que buscar gente con sex apeal. Yo, en realidad, no soy la Scarlett Johansson. Soy parecido a Johnny Weissmüller que era el que hacía de Tarzán, tenía una mona que poco menos que hablaba, mucho más inteligente que los que ocupan altos cargos, pero en fin...", señaló ante las primeras risas.
Los conceptos semiológicos dieron paso a las preocupaciones. Declarando que "no somos un partido de chifladuras, no nos gustan las cabriolas institucionales", hizo cita del senador PPD Guido Girardi, quien, en palabras de Larraín, habría dicho que "el problema de la sociedad es que está centrada en la persona humana". "¿Y dónde tiene que centrarse? ¿En las amebas, en los protozoos?", se preguntó el jefe partidario. Por ello, el dirigente definió su preocupación ante el debate por el aborto terapéutico. "El único lugar natural para la persona es el vientre materno. Desde el momento que sale del vientre, todo es peleado para el ser humano. ¿Vamos a matarlo ahí mismo?".
Junto a ello, Larraín indicó que "no nos gustan las carambolas institucionales, nos gustan los procedimientos republicanos", y recordó antiguas declaraciones de la legisladora comunista Camila Vallejo, "una diputada muy buenamoza, a quien siempre le coqueteo sin resultado alguno", dijo. "Doña Camila dijo que las armas no detectadas en Carrizal Bajo están guardadas por si cambian las condiciones históricas. Yo creo que eso lo aprendió en la escuela del partido", añadió, para advertir: "No nos adaptemos a la violencia, ojo al charqui con eso del hombre nuevo".
Terminando su cátedra, que se extendió por casi 40 minutos, desmenuzó cada reforma impulsada por el gobierno. "La Presidenta dijo que no estaba a la altura de los tiempos. ¿Nos vamos a tirar a esa piscina con ácido de la constituyente? ¿Se ven haciendo cola para la constituyente? ¡Nos van a pegar un chute!, sostuvo y proyectó requisitos para la instancia de cambio a la Carta Fundamental: "Adoración a El Capital, algún librito de Gramsci por ahí", en alusión a la literatura marxista. "El gobierno quiere cambiar la institucionalidad hasta hacerla irreconocible, ojo al charquí ahí".
También dedicó palabras a la reforma al sistema binomianal. "Eso que le llaman proporcional, quieren comerse a los partidos de centro y los amigos de la DC aún no lo captan", acusó para sumar juicios a la reforma tributaria, "ataque por la convivencia y ataque por el lado económico".
A juzgar por Larraín, hay un horizonte desolador: "El futuro no se viene nada de fácil, se viene peleado", remató.
Le siguieron algunas preguntas de dirigentes y un breve abrazo con uno de los candidatos a sucederlo, Cristián Monckeberg. Y pese a su desasogiego, Larraín, patriarca del partido, posó sonriente ante las fotos de las bases, antes de entrar en su Mercedes Benz Kompressor y zarpar de su domicilio político.