Son los últimos meses de vida de Roberto Bolaño. El escritor está recostado en su cama, riéndose, mientras ve en la televisión el reality Gran Hermano. Otro día lee una y otra vez las Obras completas de Borges. Luego, deja sobre ese televisor comprado de segunda mano un poema, que se convertirá en lo último en escribir.

"Yo creo que las Obras completas de Borges se las sabía de memoria", recordó la española Carmen Pérez de Vega, quien describió esas imágenes finales de Bolaño el miércoles pasado, en la Corporación Cultural de Viña del Mar. Carmen Pérez de Vega era una de las invitadas estelares al congreso "Estrella distante", organizado en homenaje a los 10 años de la muerte del escritor chileno, ocurrida el 15 de julio de 2003, producto de una insuficiencia hepática.

Presentada como la última pareja de Bolaño, Pérez de Vega habló por primera vez en público de su relación con el autor de Los detectives salvajes. Una década tuvo que esperar para contar su historia.

Una historia difícil. La periodista Mónica Maristain la resume en una parte de su libro sobre Bolaño, El hijo de Míster Playa. Allí dice de Pérez de Vega: "Sin quererlo, se ha convertido en una figura innombrable (...), cuya presencia real algunos ponen en duda merced a la obsesión que ella despierta en la viuda y heredera legal de Bolaño, Carolina López".

Desde fines del año pasado, los abogados de Carolina López han enviado cartas a los medios desmintiendo la relación y subrayando que ella es la esposa legal del autor. Para los amigos del escritor, en todo caso, no hay dudas: "Nadie puede discutir que Carmen Pérez fue amante de Bolaño hasta su muerte", dijo Ignacio Echevarría a The Clinic en abril.

SINSABORES AMARGOS

El autor de Llamadas telefónicas y Pérez de Vega se conocieron en agosto de 1997, en un viaje en tren. Y fue ella quien, la madrugada del 1 de julio de 2003, llevó en su auto al escritor desde su hogar en el balneario de Blanes hasta el Hospital Valle de Hebrón de Barcelona, donde Bolaño fallecería 15 días después.

"Nunca sentí que escribiera contra la muerte, sino contra el trasplante, contra el tiempo", dijo Pérez de Vega el miércoles, recordando que al morir, Bolaño estaba segundo en una lista para un trasplante de hígado. Se había anotado un año y medio antes.

En febrero de 2003, el escritor dejó la casa que ocupaba con sus dos hijos y su esposa, Carolina López, de quien ya estaba distanciado. Arrendó un departamento en la Rambla Joaquim Ruyra 34, en Blanes, el que alternaba con su estudio de escritor, en Calle del Loro.

"Su última escritura no es 2666. Es el cuento El policía de las ratas y, en sus últimas semanas, un poema", relata Pérez de Vega, quien dice que en febrero de 2003, Bolaño dejó de trabajar en la monumental novela que se publicó de manera póstuma (en 2004), después de casi dos años de haberla iniciado.

En esos meses finales, "el ritmo de escritura es mucho más sosegado. Incluso, podían pasar dos o tres días sin abrir el ordenador... Lee, pasea, a menudo va por Barcelona, disfruta de cenas y buena conversación", dijo Pérez de Vega al leer su texto "A que no lo ves".

Bolaño abandonó 2666 con el plan de retomar su escritura "después del trasplante, que es cuando terminaría las 200 páginas que le restaban de 'La parte de los crímenes'". Además, por esos días, viaja más que nunca. Va a Londres, París, Turín y a la ya famosa reunión en Sevilla, donde fue reconocido como el mejor escritor de su generación.

A su vez, prepara los cuentos de El gaucho insufrible, el último libro que le entregará a su editor de Anagrama, Jorge Herralde. "Planeaba el libro como un seguro económico para el postoperatorio. Para estar tranquilo y poder acabar 2666. Y si ocurriera lo peor, ese dinero sería una ayuda económica inmediata para el dueño de los derechos de autor", dice la española, a quien Bolaño le dedicaría el relato El viaje de Alvaro Rousselot. "Los verdaderos herederos de Bolaño son sus lectores", afirmó.

Carmen Pérez de Vega dijo en su conferencia que el libro póstumo Los sinsabores del verdadero policía era "un laboratorio", donde "ensayaba" posibles textos para otros libros. El escrito inconcluso fue editado en 2011, luego de que Carolina López contratara los servicios del agente Andrew Wylie para representar sus derechos.