Flores frescas que se renuevan casi todos los días, objetos personales y fotografías de Felipe Camiroaga Fernández adornan un altar instalado en la que fue, hasta el día de su trágica muerte, su casa en un exclusivo sector de Chicureo, en Colina.
El pasado 8 de octubre, el exitoso animador de televisión habría cumplido 51 años. Sus seguidoras recordaron su natalicio con una actividad de caridad en Valparaíso. Tras la muerte de Felipe, un grupo de mujeres creó una fundación que ha volcado su trabajo a eventos de beneficio, como una forma de homenajear a la fallecida figura de TV.
Del altar en Colina ninguna de ellas sabe. Es un espacio íntimo, creado por Soledad Camiroaga, la hermana menor del animador, quien hoy habita el hogar de quien fue uno de los conductores más importantes de la televisión chilena. Ninguno de sus otros hermanos ni su padre han logrado dejar atrás el luto por la muerte de Camiroaga.
Hace algunos días, la pena por la tragedia aérea de Juan Fernández -que dejó 21 víctimas fatales- ha resonado una vez más, esta vez en los pasillos de tribunales. Y es que en los juzgados civiles se abrió la etapa testimonial por la demanda al Estado de $ 960 millones que emprendieron sus hermanos y su padre, Jorge Camiroaga Puch.
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-En algunas oportunidades entra al baño de su departamento, toma su teléfono y marca el número celular de Felipe. Luego llora.
Jorge Camiroaga Puch cumplió, a mediados de 2017, 80 años. En el testimonial ante el 10° Juzgado Civil de Santiago, Mauricio Bustamante, ex compañero de labores del "halcón matinal" en TVN, revela que tras el accidente del CASA 212 se hizo más cercano al padre de Felipe y que ese ritual de marcar el teléfono del fallecido animador, esperando que éste conteste y llorar en soledad es una de las cosas más tristes que él le ha contado.
Bustamante -testigo de la familia en la causa contra el Estado- parte su declaración diciendo que "vengo a declarar porque me lo pidió Jorge Camiroaga". Sobre su relación con él, sostiene que se inició tras la tragedia en 2011 y que desde ese tiempo se visitan en sus casas, almuerzan a menudo y han forjado un lazo.
"Quise estrechar mi relación con él, ya que un día me lo encontré en urgencia de la Clínica Alemana, entré a saludarlo, me abrazó y me pidió que no lo dejase solo, estaba con un dolor de garganta, yo diría que disfónico, él entró al box y lo esperé". Tras esto, testificó Bustamante, el padre del malogrado conductor le dijo: "El doctor me dijo que lo que tenía era pena". A partir de ese día, sostiene el periodista, comenzaron a frecuentarse y que su relación sólo es con él, no con los hermanos Camiroaga Fernández.
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Del altar en la casa de Camiroaga testifica una de sus más grandes amigas. El 18 de diciembre acudió hasta el edificio de Amunátegui con Huérfanos la deportista Alexandra Bradbury, quien confidenció cómo la muerte de su amigo repercutió directamente en la vida de sus hermanos.
"La Sole sigue viviendo donde vivía Felipe y sigue recordándolo continuamente, preocupándose de todo lo que se preocupaba él antes, los animales, sus cosas, tiene un altar en la casita con una que otra cosa de Felipe y siempre tiene flores frescas y fotos", dice la deportista.
Alexandra Bradbury recuerda que en vida a Camiroaga siempre le gustó compartir con su familia, que eran habituales los asados en su casa, porque "Felipe era gozador y muy entretenido". "Él tenía una vida pública, pero en esencia era muy privado y siempre quería estar con su familia e íntimos amigos, ocurrió el accidente y fue terriblemente traumático, nos enteramos por la radio (...). Los hermanos de Felipe y su papá hicieron lo que podían para mantenerse fuertes, pero había cosas que fueron demasiado", dijo la deportista, quien practica polo.
Ante la justicia civil, tanto la familia Camiroaga, como otras ocho demandas que se tramitan por otras víctimas, buscan establecer el daño moral que les ocasionó la repentina partida del exitoso animador en el peak de su carrera profesional y que habría fallecido por responsabilidad de la Fach. Por tal motivo, los abogados demandantes citaron a amigos que hayan presenciado el perjuicio emocional desde el accidente en adelante.
Fue ahí dónde -por ejemplo- Bradbury recuerda que en días posteriores a la tragedia se turnaban para ver televisión y recabar información, estaban "completamente desesperados intentando ver en qué momento podía aparecer Felipe y que hubiera ocurrido un milagro".
La letanía de esos días y la incertidumbre tras el accidente, según esta testigo, fue un factor devastador para los Camiroaga.
"Compartí día y noche con ellos desde que nos enteramos que no había llegado el avión de Felipe a la isla. No podían dormir, no podían comer, ni salir, estaban con muchas ganas de vivir este momento sin que se enterara la prensa de dónde estaban (...); se sabe que la tele (en esos días) estaba vendiendo contenido y era la única forma de enterarnos de Felipe", recuerda Bradbury en su testimonio en tribunales.
Cuando ya hubo certezas de que no había sobrevivientes y el propio ministro de Defensa de la época, Andrés Allamand, así lo confirmó, vino lo peor, según este relato.
"Finalmente, se estableció que se encontró el avión y los restos también; Sole tuvo que ir a identificarlo y sufrió mucho cuando le pusieron pedacitos de un tatuaje de Felipe para que los identificara; pasó meses o años sin poder dormir bien, tanto ella (Sole) como Francisco (hermano) y Jorge están completamente traumados por la forma en que murió Felipe, se fueron enterando de todo por la televisión de una forma bastante pública y también tuvieron que hacer su luto público, me parece que no se van a recuperar nunca del trauma de saber que Felipe pasó sus últimos momentos de esa forma y cómo murió", lamentó.
La demanda de los Camiroaga no es la única que ha tenido movimientos por estos días. En el 14° Juzgado Civil se presentaron los testimoniales del periodista Roberto Bruce, también víctima del accidente del Casa 212, y en otros tribunales se vio la rendición de prueba por la muerte del cabo segundo Flavio Oliva, el arquitecto Sebastián Correa y su esposa, Catalina Vela. Sicólogos, familiares y jefes, entre otros, han desfilado dando cuenta del daño moral y el lucro cesante que estas muertes produjeron en las familias que también decidieron emprender demandas contra el Fisco. Representantes del CDE se han opuesto a algunas de estas pruebas, poniendo tachas a algunos testigos, como un intento por frenar las millonarias indemnizaciones.
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Francisco Camiroaga Fernández tiene 52 años. Es un reconocido decorador de interiores. Su hermano Felipe lo apoyó económicamente en varios de sus emprendimientos y al momento de la muerte del animador tenían en proyecto una galería de arte. Una o dos veces por semana los hermanos se juntaban en el departamento que el rostro de TVN tenía en Santiago o los fines de semana en Colina. "Subían a esquiar, iban a la playa, era una relación de pasarlo muy bien", describe uno de los testimonios, que agrega que desde el accidente, "Pancho" se volvió más retraído, y que casi no sale de su casa, ubicada al costado de la que era de Felipe.
La sicóloga del decorador también declaró ante el tribunal. "Francisco no sólo perdió a su hermano, sino que también todo lo que significaba protección; Felipe cubría todas las funciones económicas y emocionales de todos sus hermanos, incluido su padre (...). La familia quedó descabezada, totalmente como huérfanos", relata.
Una ex polola del animador, quien conoce a la familia desde hace 30 años, especificó en la ronda testimonial que finalizó hace algunos días que "la familia quedó destruida, porque Felipe tenía un rol fundamental, era una familia donde no existía la madre y él fue quien asumió ese papel en la casa".
El pasado 2 de septiembre se cumplieron seis años desde la tragedia. La familia Camiroaga citó a amigos a la casa del fallecido animador. Tras un almuerzo íntimo, Francisco se paró, caminó hasta el altar, dejó unas flores y se retiró del lugar. "Él extraña mucho a su hermano y prefiere estar ausente", declaró el 21 de diciembre el director de TV y amigo de Camiroaga, Daniel Sagüés.
El juez que tramite el caso deberá valorar estos testimoniales en conjunto con los ya entregados por el padre y los hermanos del malogrado animador.
La demanda emprendida por la familia del conductor de TV culpa directamente a la Fuerza Aérea de lo ocurrido. "Si la Fach hubiese actuado como correspondía, el avión habría aterrizado normalmente y Felipe junto al resto de los pasajeros aún estarían con vida (...); la Fach, de manera consciente, envió un avión con prácticamente el doble de los pasajeros que corresponde, con pilotos que aún no tenían experiencia ni el número de horas de vuelo suficientes para aterrizar en una pista con las características de la de Juan Fernández y sin el combustible suficiente, forzando a los pilotos a aterrizar o aterrizar, es decir, sin posibilidad de retornar al lugar del despegue", se lee en la demanda.
En el texto del recurso judicial presentado por Jorge, Soledad y Francisco se asegura ante la justicia que "nuestra vida cambió por completo con la muerte de Felipe (...); nos reunía a cada momento, conversábamos diariamente, pasábamos las fiestas juntos, celebrábamos los cumpleaños y disfrutábamos juntos la naturaleza".