El 23 de febrero pasado, en un gesto inédito, el Papa Francisco recibió, por segunda vez en menos de 72 horas, a los obispos chilenos que se encontraban de visita en el Vaticano. Los miembros de la Conferencia Episcopal habían viajado a Roma para cumplir la tradicional visita ad limina, cita que periódicamente mantienen los episcopados locales con el Papa para discutir sobre los problemas y desafíos de la Iglesia en las distintas regiones del mundo. Sin embargo, esta vez el encuentro que habitualmente se realiza en un solo día se extendió a una segunda jornada.
El hecho no pasó desapercibido para la prensa especializada. "No una, sino dos veces se reunió el Papa Francisco con los obispos chilenos. Después de la larga visita ad limina del lunes 20 de febrero, se realizó una segunda, de tonos decididamente más informales, con la presencia de siete jefes de dicasterios de la Curia romana", escribió en el diario La Stampa el vaticanista Salvatore Cernuzio. Mientras, la Oficina de Prensa del Vaticano señaló que "el Papa busca realizar visitas ad limina de una manera más eficaz, diferentes al modelo estándar".
Las reuniones, que se realizaron cuatro meses antes de que se anunciara la próxima visita del Papa a Chile, se extendieron por más de tres horas. Quienes conocieron de cerca el contenido de esos encuentros reconocen que, además de abordar la misión de la Iglesia en Chile, se discutieron temas complejos, como los delitos canónicos cometidos por sacerdotes, los escándalos de pedofilia, la fuerte baja de las vocaciones y el rol de las escuelas católicas dentro del proceso de reforma a la educación. Pero también se tocó otro asunto que inquieta especialmente a la Curia: la caída en la valoración y credibilidad de la Iglesia chilena.
El propio presidente de la Conferencia Episcopal, Santiago Silva, señaló luego, en una entrevista publicada una semana después en L'Osservatore Romano -el diario vaticano-, que uno de los desafíos que preocupa a la Iglesia en Chile "es el cierto descrédito (que ha experimentado) por los casos de abusos sexuales por parte del clero (…). De eso hablamos con el Santo Padre". Aunque el propio Silva precisó también a La Tercera que "la visita ad limina no se redujo solo a tratar temas complejos y negativos, si bien los abordamos en profundidad" (ver entrevista pág. 4).
El asunto ha motivado no sólo que en diversos dicasterios del gobierno central de la Iglesia Católica se hayan abierto carpetas dedicadas exclusivamente a la situación de Chile, sino que incluso se esté hablando del "caso chileno". "Hay una preocupación acá en la Iglesia central de la realidad de la Iglesia chilena. Están bastante atentos, porque han visto este cambio adverso en estos últimos años", dijo el sacerdote jesuita Marcelo Gidi, doctor en Derecho Canónico, quien vive en Roma y es académico de la prestigiosa Pontificia Universidad Gregoriana en esa ciudad.
Según Gidi, en el Vaticano hay una atención especial por el tema, porque la situación experimentada por la Iglesia chilena no tiene parangón en el mundo.
En la década pasada, según el estudio de valoración de la consultora The Lab Y&R, la apreciación pública de la Iglesia Católica chilena cayó 43 puntos, de un 91,8 en 2001 a un 48,6 en 2010. Y un reciente estudio de Latinobarómetro mostró que hoy solo un 36% de los chilenos muestra confianza en esa institución, el número más bajo de toda Latinoamérica, lejos del 77% de Paraguay o incluso del 55% de Argentina, país donde tradicionalmente la popularidad de la Iglesia Católica no ha sido alta. Además, según la última encuesta Bicentenario de la Universidad Católica, quienes reconocen profesar el catolicismo bajaron entre 2007 y 2017 de 66% a 59%.
La Iglesia y los cambios
"En el Vaticano llama la atención la pérdida de credibilidad y de impacto social de una Iglesia que era particularmente bien considerada en el continente", señaló el sacerdote Fernando Montes, quien en noviembre pasado estuvo en Roma invitado por la embajada de Chile ante la Santa Sede y tuvo oportunidad de conversar con miembros de distintos dicasterio e incluso reunirse con el Papa. Según Montes, "muchos consideran que en el país la Iglesia está más interesada por los problemas familiares y sexuales que por los temas propiamente de justicia social".
De acuerdo al obispo de Rancagua, Alejandro Goic, quien participó en el encuentro ad limina, "en el Vaticano viven ocupados y preocupados por lo que acontece en el mundo y en las iglesias particulares de cada país (...). Pudimos percibir el gran conocimiento que tienen de nuestra realidad". Aunque sostuvo que lo que sucede en Chile responde a un proceso que se vive en muchas partes del mundo.
Para el sacerdote Antonio Delfau, que trabaja desde hace poco más de dos años en la Curia general jesuita en Roma, "Chile está viviendo, desde un punto de vista eclesial, una crisis muy grande. Todas las encuestas lo dicen. Un episcopado chileno que está dividido, una Iglesia que se ha vuelto un poco irrelevante, más aún para quienes vimos la Iglesia de la dictadura y de la posdictadura, que era una Iglesia muy respetada".
Un hecho que, según él, se explica en parte por los casos de abusos y en parte por la secularización de la sociedad.
En el Vaticano, según comentan quienes conocen la preocupación que existe por la situación chilena, todavía no hay una respuesta clara que explique el fenómeno vivido en los últimos años. "Aún lo están viendo", señaló un sacerdote chileno en Roma. En todo caso, para Marcelo Gidi el diagnóstico es similar al de Delfau. "Hay una sociedad distinta, unos jóvenes que tienen otros conceptos, otros parámetros", dijo. Por eso, apuesta a que la visita del Papa ayude a resolver "los problemas que hacen que la Iglesia no tenga la energía para acompañar a la sociedad en estos cambios".