Apenas un fortuito hecho doméstico terminó por salvarle la vida. Esa noche del 20 de septiembre de 1976 lo desconocía, pero el azar quiso que Juan Gabriel Valdés no fuera la tercera víctima del atentado terrorista que terminó con la vida del ex canciller Orlando Letelier y la ciudadana norteamericana Ronni Moffitt.

Fue aquella noche en que Valdés -por entonces tesista de un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Princeton y asesor de Letelier en Washington- acordó con su esposa quedarse al cuidado de sus hijos, mientras ella iba a hacer las compras al supermercado cercano a su residencia, ubicada en el sector de  Wisconsin Avenue. Fue por esa circunstancia familiar que Valdés le pidió a Letelier que al día siguiente, 21 de septiembre, no lo fuera a recoger a su casa para irse juntos a la oficina que el ex ministro del Presidente Salvador Allende mantenía en el Institute for Policy Studies en su calidad de investigador, tal como era la rutina de todos los días.

Valdés, casi cuatro décadas después, aún recuerda un diálogo de apariencia trivial: “Orlando, lo siento. No me pases a buscar. Nos vemos a las 09.30 en la oficina”, le dijo Valdés a Letelier por teléfono.

Al día siguiente, ocurría uno de los capítulos más dramáticos de la represión en los años del régimen militar. Una bomba, detonada a control remoto, hizo explotar el auto que conducía Orlando Letelier, terminando con la vida del diplomático a los 44 años y la de Ronni Moffitt, asistente del organismo académico. El único sobreviviente fue Michael Moffitt, esposo de Ronni. Habían contraído matrimonio sólo cuatro meses antes.

La forma en que el destino lo sacó de la muerte, activó la memoria de Valdés, especialmente por estos días. Esto, pues el embajador de Chile en EE.UU. gestionó los archivos desclasificados del Departamento de Estado de EE.UU., con información sobre el atentado contra Orlando Letelier. Escritos difundidos el jueves, en los que se consigna la convicción que por entonces guardaba la CIA; el asesinato contra el dirigente socialista habría sido ordenado personalmente por Augusto Pinochet al jefe de la Dina, Manuel Contreras.

Apátrida por decreto

Previo al atentado, Letelier era una de las figuras emblemáticas del exilio chileno. Luego de permanecer detenido en Isla Dawson, la Academia de Guerra de la Fach y el Campamento Ritoque, Letelier sale del país rumbo a Venezuela, destierro que terminaría en EE.UU. Un destino que el político conocía bien -antes de ser ministro, Allende lo había nombrado embajador de Chile en suelo estadounidense- y que lo hacía una figura atractiva para el activismo de izquierda.

“A diferencia de muchos de los dirigentes de izquierda de la época, Orlando era una persona que conocía muy bien EEUU. Era atractivo trabajar con él, conocía a gente muy importante, la familia Kennedy, el senador Church. Uno aprendía mucho”, recuerda Valdés al teléfono, entonces reclutado por Letelier tras su labor como activista de derechos humanos en el organismo “Chile Democrático” de Nueva York.

En los días previos al atentado, Letelier viviría un hecho que marcó sus últimos días de vida. Luego de que el ex ministro impulsara el aislamiento del régimen entre los gobiernos europeos, la administración de Pinochet decidió retirarle la ciudadanía chilena. “Tan innoble y desleal actitud desvinculan al nacional (Letelier) de su Patria y del Estado, haciéndolo acreedor de la máxima y vergonzante sanción moral que contempla nuestro ordenamiento jurídico, cual es la pérdida de la nacionalidad chilena”, inmortalizó el régimen militar en el punto 5 del Decreto 588.

“Hicimos un acto en el Madison Square Garden, donde Orlando le respondió a la dictadura. El teatro estaba repleto, estaba todo el activismo de solidaridad con Chile. Orlando dio un excelente discurso”, rememora Valdés. “Después, Orlando nos pidió a Waldo Fortín y a mí que le preparáramos un borrador, en el que le respondería a la dictadura con un artículo que se publicaría en The New York Times. El día del atentado le iba a mostrar el texto”, agrega Valdés. El artículo sería publicado por el diario al día siguiente del asesinato.

Juan Gabriel Valdés, diplomático socialista, emerge de estos recuerdos sobre un mundo que se fue, y desde la ventana de su oficina puede mirar el lugar donde la muerte estuvo al acecho, Sheridan Circle. Y a días de recibir los documentos hasta hace poco reservados sobre la muerte de Orlando Letelier, reflexiona: “Lo que me impresiona es cómo se cierran los círculos en la vida. El hecho de que estos documentos aparezcan ahora, cuando se van a cumplir 40 años del asesinato contra Orlando. Y yo pude estar en ese auto.... no sé, es todo tan potente”.