No había una sola butaca vacía el pasado domingo en el Teatro Nescafé de las Artes. El público de esa noche, como el del sábado, el del viernes y del jueves, había pagado entre cuatro y quince mil pesos para ver a Edo Caroe, un humorista que tras su exitosa presentación en el último Festival del Huaso de Olmué pasó de promesa a la primera línea del humor chileno. Y en la primera línea lo que  hoy se estila -y triunfa- no es muy distinto a lo de siempre (chistes cortos, desgracias de algún familiar, molestar a alguien del público, reírse del mal inglés de Lucho Jara, caricaturizar a las autoridades; y Caroe hizo todo eso). Solo sucede que ahora el asunto se ha vuelto más extremo.

Caroe le suma su estilo ácido, lo intercala con actos de magia, pero en lo medular la cosa no va mucho más allá del típico bullying. Chistes como que el color negro es uno de los cuatro colores del semáforo "por el negro que te limpia los vidrios en la esquina" hacen que el público ría a carcajadas.

Eso sí, lo que más mueve a la gente de su asiento por estos días, tal como ocurrió en Viña, son los chistes de política. No parecieran ser el fuerte de Caroe, pero en Olmué le resultaron y por su rutina desfilan alusiones al caso Penta, las farmacias, Martín Larraín y desde luego a Sebastián Dávalos y la centroizquierda. "Mis amigos me dijeron que le tirara un palo a la Nueva Mayoría. Y pensé 'ah, pero lo van a encontrar muy poco'", dice repitiendo un chiste de Olmué. La gente aplaude igual.

También le celebran frases nuevas, como "y nuestra Presidenta tiene el carácter de un brócoli", que pronuncia tras enumerar los problemas por los que atraviesa el país.

Esa misma semana, pero en TV, Yerko Puchento realizó en el programa Vértigo de Canal 13 una de sus rutinas más comentadas desde la creación del personaje, en 1998. Festinó -de manera implacable- con los casos Penta y Caval.  "¡Quién se junta con el dueño del banco! Es como si yo me juntara con el dueño del canal…", dijo a propósito de la reunión de Dávalos con Andrónico Luksic, el dueño del Banco de Chile y del canal. Aunque no todo fue ironía. "Guatón traspirao y sebiento" o "Epidemia con aros", le dijo al hijo de la Presidenta el personaje que marcó el peak de rating del programa esa semana.

"Cuando nadie en la opinión pública se hace realmente cargo de lo impresentable de un caso como el de Dávalos, él lo hace", celebra Álvaro Bisama, escritor y crítico de TV de La Tercera.

"He escuchado muchas veces que la política no hace reír. Pero cada cierto tiempo muere y vuelve a resucitar, porque a los chilenos les gusta mucho la política", comenta Rafael Gumucio, director del Instituto de Estudios Humorísticos de la UDP. "El humor tiene un límite muy claro: ser divertido", dice en relación a la crítica que hizo el ex ministro Sergio Bitar, quien tras la rutina de Yerko, llamó a cuidarse del "ataque indiscriminado e irreflexivo a la política" o la frase del presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, que dijo que los humoristas se habían solazado con los políticos en el Festival de Viña. Yerko no se mordió la lengua para responderle a Bitar esta semana. Se río de que haya ocupado muchos cargos en La Moneda y de que crea que son los humoristas quienes comprometen a la política: "¡Los que desestabilizan la democracia son los frescos de raja! ¡Que te quede claro! ¡Chao, no aguanto presiones!", dijo.

Felipe Izquierdo, humorista y creador de la "Elvira", cree que esto es producto de la influencia de las redes sociales. "La gente está muy comunicada y el humor incluso llega placé. Lo que diga o no un humorista no altera la visión de la gente, que hoy ningunea en redes sociales y genera una imagen despectiva de lo que antes era intocable".

Rodrigo Salinas, integrante aventajado del desaparecido Club de la Comedia de Chilevisión, entiende que lo que está sucediendo con el humor y la política es una suerte de catarsis colectiva. Pero reconoce que la comedia no es su respuesta predilecta frente a la contingencia. "Hay dos opciones: indignarse o reírse. En estos casos sirve más indignarse. Y me parece más valorable lo que está pasando de verdad, que es que la justicia está haciendo lo suyo".

"Hay un ambiente enrarecido", dice pensativo Coco Legrand. "Y eso es caldo de cultivo para el humor. Y claro que el humor es catártico. Hay algo que necesita explotar, por el cauce que sea. Y la gente quiere ver de qué manera reaccionamos los que estamos metidos en esto del humor", añade el decano del humor nacional, alguien que a fin de mes celebrará 45 años de carrera con su conocido espectáculo Terrícolas, corruptos pero organizados, que lleva seis años finalizando de la misma forma: con lo indefensos que estamos frente a "tanta estafa, tanta coima, tanta mentira".

Bachelet pierde la inmunidad 

Los primeros minutos de la rutina de León Murillo, el más desconocido de los humoristas que se presentaron en Viña del Mar, no estaban entusiasmando. Hasta que mencionó a la Presidenta. "Si le dieron una oportunidad a Bachelet después del tsunami, cómo no me la van a dar a mí", dijo y recibió una ovación que terminó cimentando el resto de su -finalmente- tranquilo paso por la Quinta.

En otro punto de su rutina, el público pifió la sola mención del apellido de la Presidenta, que Murillo dejó suspendido en el aire, buscando la reacción. Lo mismo se repitió dos noches más tarde, en el show de Arturo Ruiz Tagle, quien comenzó con parte del público en su contra. "Ya vamos para allá", dijo en un minuto, intentando calmar la ansiedad del "monstruo" por escuchar burlas a Dávalos. De la Presidenta Bachelet terminó riéndose directamente y  hasta de sus trajes de dos piezas.

Que la Presidenta fuera objeto de burlas y abucheos es una novedad. "Creo que durante mucho tiempo fue difícil encontrar la forma de reírse de ella", afirma Rafael Gumucio. "Era como reírse de la mamá. Representaba a los oprimidos, los olvidados, y nunca ha sido bueno reírse de las víctimas. Y creo que su hijo le dio ahora una entrada. Hizo ver que ella es poder… Y el humor es muy sísmico, se escapa energía que de repente estaba retenida. Pasamos de que nadie podía reírse de ella a que todo el mundo puede hacerlo".

Jorge López, el libretista que está detrás de Yerko Puchento, el personaje de Daniel Alcaíno, piensa diferente. Sigue siendo difícil reírse de Bachelet, sostiene, pero no porque sea intocable, sino porque para él no da mucho material. "Las pifias en el festival responden al descontento contra el actual gobierno, que es indudable que ha perdido en las encuestas. Pero de ahí a que se haya vuelto fácil echarle tallas a Bachelet, no, son pocas. Hoy da la impresión de que fuera con ella, pero la verdad es que es con el hijo".

Respecto a cómo logra salir al aire una rutina que incluye referencias a Andrónico Luksic y su vinculación con el caso Dávalos, López no da detalles. "Es una rutina revisada dentro del proceso normal de trabajar en un canal. Llevo 25 años en el 13 y siempre ha sido igual".

Felipe Izquierdo cree que en aprobar esa rutina hay una buena jugada por parte de Canal 13. "Le devuelve la credibilidad. Es astuto de parte del jefe dejar que se rían de él. Saca al canal de la UTI y lo devuelve a las pistas".

Auge de la risa 

La creciente influencia del stand up comedy anglosajón, cuyos seguidores acuden cada vez más a consumirlo en bares y clubes antes inexistentes; el probado éxito de los humoristas en TV, que rescatan el rating de los programas; e incluso el arrastre del cine cómico de raíz televisiva muestran que la escena del humor nacional está activa.

"Hay mucha gente haciendo comedia y en distintos tonos. Político, familiar, y eso es entretenido", dice Rodrigo Salinas, que junto a Sergio Freire prepara un nuevo programa de comedia en CHV y además la segunda parte de la película Fuerzas Especiales. También celebra las consecuencias que provocó El Club de la Comedia. "Fue una cantera de gente y dio un espacio para una generación de comediantes en TV. Pero también sirvió para que gente hiciera cosas en contra de él.  Y hoy la escena del stand up en Santiago es bien movida y hay una competencia sana. Todo eso no existía hace 10 años", observa.

"Hay un auge del humor en Chile", celebra López. "Ha crecido la oferta. Jorge Alís o Murillo, que eran de círculos pequeños, se masificaron. Acá siempre fueron muy pocos, el Coco, nosotros con Yerko, algunas cosas del Bombo Fica. Hoy hay una infinidad. Creo que en este país siempre ha habido muchas ganas de que se digan las cosas".

En tiempos de trolleo, de mucha contingencia, la comedia más damnificada es la del absurdo. Alguna vez estuvo en la primera línea, con programas como La Manivela, en los setenta, o Mediomundo en los ochenta y noventa. Felipe Izquierdo la sigue practicando en un surrealista espacio llamado Parece mentira, que emite el canal Vive! de VTR, y lamenta que haya perdido tanto terreno.

"Yo le tengo miedo a que no profundicemos en los temas, a irse por lo fácil. Creo que el humor debería estar más compensado, que haya más gente como Jaime Celedón o Andrés Rillón. Quizás muchos de los nuevos comediantes no practican el absurdo porque creen que no se va a entender, o porque es más rentable lo otro, pero no es tan difícil.  Siempre en el curso hay un gallo que tiene una manera distinta de reírse. Diferente al otro que tira el papel por detrás", sentencia.