Catherine Deneuve debutó en el cine a los 13 años (Les collégiennes, 1957), usando por única vez en la pantalla su nombre legal, Catherine Dorléac. Y a los 20 tuvo, con Los paraguas de Cherburgo, el rol que la lanzó a la fama internacional.  Ha pasado medio siglo desde entonces, período en el que ha trabajado con directores como Luis Buñuel (Bella de día), Roman Polanski (Repulsión), Francois Truffaut (El último metro), Raúl Ruiz (El tiempo recobrado) y Lars von Trier (Bailarina en la oscuridad), sin ver su estrella apagarse.

Ahora, la actriz de Tristana y Mi estación preferida regresa a las pantallas locales con Ella se va. La cinta de Emmanuelle Bercot sobre una viuda bretona que decide salir a la carretera a reencontrarse con su propia vida, se presentó en la competencia oficial de Berlín, en febrero de 2013. En esa ocasión, la productora organizó un encuentro con la prensa que refrendó lo que se sabía o intuía de la intérprete francesa: no sólo que conserva, llegando a la setentena, eso que llaman garbo, elegancia y distinción; también, que lo hace muy a su manera.

Hasta una pequeña sala del segundo piso del hotel Adlon, cerca de la histórica Puerta de Brandeburgo, la actriz llegó algo más tarde de lo previsto. Se la esperaba con ansiedad y no defraudó. Sentada bajo una ampolleta que irradia una luz más bien tenue, llegó de riguroso negro, con medias de encaje que realzaban sus piernas cruzadas. Llevaba lentes de sol que no impedían seguir su mirada, una mantilla con detalles tan dorados como su reloj, un anillo de brillantes, las uñas pintadas de rojo oscuro y su rubio absoluto ensalzado por un peinado irreprochable.  Y aunque se le escapaba el francés, habló en un inglés casi desprovisto de acento.

Una señora cool

Ella se va es una película pensada y escrita para Deneuve, quien tuvo la ocasión de ayudar a moldear a su personaje, Bettie, que vive con su madre en la misma casa donde nació. Que enviudó tempranamente, que tuvo una hija con la que se cortaron los puentes y que tiene un nieto al que se verá forzada a conocer. Que fue reina de belleza de su región, la de los orgullosos bretones, que está cargo de un restorán en apuros financieros y que apenas comenzada la película sufre una desilusión sentimental de tal hondura que se ve empujada a tomar el auto y salir manejando a cualquier lado. A dormir donde la pille la noche, que bien puede ser la cama de un hombre con la mitad de sus años.

La competencia berlinesa de 2013 fue pródiga en mujeres fuertes, y en este caso, así como en el de la chilena Gloria, apuntó a las féminas de "cierta edad" que salen al encuentro de su destino. "Creo que esto habla de la originalidad de la película", señala Deneuve. La protagonista, agrega, "se dice a sí misma que aún está viva, que todavía siente algo, que concita interés en los hombres. Es algo que pasa mucho en la vida real, pero que no ves mucho en las películas: las mujeres de cierta edad son difíciles para el cine".

La actriz está dispuesta a admitir que la película fue hecha a su medida, pero pide moderar las apreciaciones. No es éste un homenaje, sentencia. Ni a su persona ni a su leyenda. La protagonista, dice, ni siquiera se le parece, por mucho que la directora afirme lo contrario. Y si la propia Bercot señalaba, minutos antes, que la película era imposible sin ella, se trata para Deneuve de una cuestión práctica: "La escribió pensando en mí, pero si hubiese tenido a otra actriz, la habría escrito de otra forma".  Acto seguido, ríe discreta pero contagiosamente, para rematar en forma: "Trato de hacer películas diferentes. Intento interesarme en proyectos y personajes que son nuevos para mí. El desafío está en hacer cosas que no has hecho. Y pasarlo bien mientras lo haces".

En cualquier caso, afirma respecto de la cinta que se estrena localmente, trabajar con Bercot fue una experiencia valiosa y entretenida (tanto así, que este año se estrena un nuevo filme conjunto: La tête haute). Que la realizadora es muy fuerte y dedicada, pero que no la va a poner en la balanza: "Nunca hago comparaciones entre los directores con los que he trabajado. No veo el punto de hacerlo".

Con más de 110 largometrajes en el cuerpo, sin mencionar su trabajo para TV, dice Deneuve que no vuelve a ver sus viejas películas, o quizá durante unos 10 minutos si se las topa por ahí. ¿Se pone nostálgica? A veces, confiesa, aunque más por cuestiones personales que por las películas mismas. Es el caso de la comedia musical Las señoritas de Rochefort (1967). La hizo con Jacques Demy, el mismo director de Los paraguas… y actuó en ella junto a su hermana, Françoise Dorléac, que murió poco después del estreno. "Supongo que algo me pasa cuando la veo".

"Cuando muy joven no estaba segura de querer realmente convertirme en actriz", agrega. "Hasta que conocí a Jacques Demy no sabía que hacer películas pudiera ser tan emocionante. Salí del rodaje con la impresión de saber más. Y de saber, también, que eso era lo que quería hacer".

¿Concibe el retiro?

Es difícil pensar en eso. Quizá pase cuando ya no encuentre personajes o guiones. Ahí tendré que pensar en otra cosa.

Ud. proyecta una imagen más bien cool.

¿Cool? Ya no tanto (y vuelve a reír).