A Caupolicán Peña (Carahue, 15 de septiembre de 1930), no le gustan demasiado los cumpleaños porque, asegura, no se siente cómodo recibiendo felicitaciones. Pero hoy es jueves y el maestro (profesor normalista, pero también pedagogo del balompié, en el más amplio sentido de la palabra), cumple 86 y accede a conversar con La Tercera en su restaurante de la comuna de La Florida.

Ha pasado mucho tiempo desde su debut como jugador profesional, a comienzos de la década de los 50; y también de su largo periplo como director técnico en más de una decena de clubes, pero es el fútbol el que parece haber envejecido. O el que ha cambiado tanto que ahora le resulta ajeno, por momentos irreconocible.

Sobre ésta y otras cuestiones, el balompié y la vida, la política y los sueños, el amor por una camiseta y la pérdida de los valores, se detiene a reflexionar Caupolicán Peña, el zaguero central de Colo Colo reconvertido en lateral derecho con nombre de toqui mapuche (cuya causa, por cierto, defiende y secunda); el profesor-jugador venido de la Araucanía; el seleccionador-sindicalista en tiempos de dictadura; el técnico del último gran Palestino y el primer romántico empedernido de un juego llamado fútbol.

Usted fue jugador, entrenador, seleccionado, seleccionador, presidente del sindicato de futbolistas, del colegio de entrenadores. ¿Le quedó algo pendiente?

Dentro del fútbol profesional, creo que cumplí toda la tarea a la que puede aspirar un futbolista que nació en el juego del fútbol. Mi carrera empezó de muy niño, en el sur, en provincia, y culminó después de poder ejercer todos esos cargos que me nombra. Me siento realizado.

Habla del juego del fútbol. ¿Sigue siendo el fútbol un juego?

Yo creo que el fútbol se inició como un juego, después se planteó como un deporte, se convirtió en un espectáculo y terminó siendo un negocio. Un juego con demasiado dinero de por medio, que no tiene mucho que ver con lo que fue mi carrera. Hoy no me representa.

Se diría que no le agrada demasiado esa evolución.

Yo ya no voy al estadio. Tengo poca relación con el fútbol ahora, se terminó. Debe ser un poco por mi filosofía de vida, porque yo creí siempre que el fútbol para mí no era un fin, sino un medio, un medio para vivir. Y hoy día mis negocios son mi medio de vida. Y siempre he sido un apasionado. Lo era en el fútbol y ahora trato de serlo en los negocios, sólo que ahora, en lugar de estar viendo un partido, puedo estar viendo una receta culinaria.

¿Lo dice con nostalgia?

No, sinceramente no. Sería un engaño decir que tengo nostalgia del fútbol. Cumplí todo, pero sí que tengo algunas insatisfacciones.

¿Cuáles?

Echo en falta que se defienda un poco más la naturaleza del juego. Y lamento que se haya desperdiciado el INAF, donde hay un costo de dinero, una inversión y hubo una idea, que era el desarrollo de la formación de entrenador. Encuentro que hay mucho técnico extranjero. Y no se entiende entonces para qué se creó ese Instituto Nacional del Fútbol Profesional.

Usted compatibilizó durante toda su vida la carrera de profesor con la de futbolista. ¿Echa de menos esa figura del jugador ilustrado que tanto abundaba antes?

El problema es que con la llegada del fútbol mercado, cambió toda la estructura. Y los diferentes actores que intervienen en el fútbol profesional perdieron la actitud y la vocación. Los dirigentes ya no dirigen clubes, sino que los compran. No son hombres de fútbol, sino empresarios. El entrenador ha perdido una jerarquía importante sobre su área de trabajo. Y con el jugador ha pasado algo similar.

¿Está excesivamente banalizada la profesión, vaciada de contenido?

Han aparecido una serie de elementos nuevos, como los empresarios, que a mí no me representan. Porque si estoy en los negocios, estoy en los negocios, pero yo nunca creí que el fútbol pudiera convertirse en un negocio.

Su debut profesional como futbolista se produjo en Colo Colo ¿Es aún colocolino?

El origen, la historia misma de la Araucanía, se interpretó siempre con Colo Colo, que fue un caudillo araucano. En mi caso, además, se dio todo para que esa identificación existiera. Jugué 12 años en Colo Colo. Luego fui entrenador de Colo Colo y hay una identificación plena en ese sentido. Debo agradecer también lo que me ha dado Colo Colo y el cariño con el que me recuerda la gente. Estoy muy orgulloso de haber jugado sólo en Colo Colo.

¿Y qué opina del transfuguismo que domina hoy el fútbol chileno?

Esa es una de las cosas que me tienen lejos del fútbol. Ahora ya no existe esa identificación. Un jugador ahora puede jugar dentro de un mismo campeonato por dos o tres equipos diferentes, sin vivir la causa. A mí la gente me identifica todavía absolutamente con Colo Colo. Y no creo que sea algo amateur tener ese sentimiento de identificación, de pertenencia.

Fue también usted el primer presidente del Sifup. ¿Qué le parece que Carlos Soto lleve más de dos décadas en ese cargo?

Creo que eso puede ser el resultado del poco interés que existe en el gremio. Porque su trabajo ha sido bueno, pero no es lo ideal que no exista el deseo de darle un nuevo aire a la dirección sindical, porque en todo orden de cosas es necesaria la renovación.

Su etapa como entrenador fue extensa, pero sus mayores éxitos llegaron en la banca de Palestino, al que sacó campeón por última vez en 1978.

Así es. Y aquel Palestino tiene algunos récords, como el de estar 44 fechas invicto. Lo importante, sin embargo, era el contenido futbolístico que presentaba. Ese fútbol en el que todos atacan y todos defienden, con mucha polifuncionalidad. Hoy día el fútbol no presenta grandes revoluciones, grandes modificaciones.

A nivel de selección, sí que hubo novedades. ¿Cómo vivió el bicampeonato de América?

Fue una satisfacción íntima, una alegría de conquistar algo de lo que se estuvo cerca en otros momentos. Porque siempre apuntábamos llegar y no llegábamos. En eso, sí que Chile logró nivelar las cosas con respecto a entonces.

¿Qué recuerdos guarda de su etapa como seleccionador chileno?

Haciendo autocrítica, creo que no era mi momento. Estaba mezclada un poco toda la situación del campeonato, la situación internacional y la situación política del país. Y eso entregó algunas ocasiones en las que no pude actuar como quisiera. Mi mayor fortaleza era preparar al jugador y yo tenía que limitarme a utilizar al jugador o adecuarme a su currículum. Por lo demás, no logré clasificar a un Mundial que era en Argentina y aprovechar esa cercanía.

¿Jugó en su contra el hecho de convertirse en seleccionador nacional en plena dictadura?

En parte sí. Y eso que yo trabajaba con el general Gordon (Eduardo), con el que tuve bastante relación y fue una relación de mucho respeto e incluso de cariño, pero cuando fui nombrado seleccionador, en el 77, estaba muy reciente el cambio de gobierno, el paso a la dictadura. Y en ese sentido creo que también me equivoqué al aceptar el cargo. No era el mejor momento para mí.

¿Es un hombre político o le molestan las etiquetas?

No, no me molestan. Yo fui candidato y salí concejal de la comuna (La Florida). Fui candidato también a diputado, en el 64, cuando entrenaba a Colo Colo. Me definiría como un hombre progresista.

¿Le pasa a la política actual lo mismo que le sucede al fútbol?

Es posible, porque también la política ha entrado al mercado, han entrado los intereses particulares, el dinero. Y, en ese sentido, hay una suerte de pérdida del sentimiento, de la ideología y la doctrina.

Se percibe cierto desencanto en sus palabras...

Es que se han perdido un poco el sentido y los valores. Cuando la economía y la vida ciudadana van de la mano, hacen una buena pareja. Pero creo que hoy está faltando un poco de equilibrio en ese sentido, porque el dinero lo ha desequilibrado todo.

Acaba de cumplir 86 años. ¿Cómo está su salud?

Debo agradecer a la naturaleza y a mi formación que a los 86 años todavía me manejo, tengo un trabajo diario de 10, 12 horas, y me siento realmente privilegiado. Todavía hago bicicleta y ejercicio. Me muevo bien, me movilizo bien y me desenvuelvo bien en mis negocios.

¿Se siente realizado entonces?

Sí, aunque sueño mucho con la vida pasada, con personas, con el juego. Lo que debe pasar, escudriñándome, es que en mi fondo sigue estando el fútbol. Y puede parecer contradictorio con lo que dije al principio, pero yo creo que le pasa a todos los futbolistas.

¿Sigue soñando con el fútbol?

Sí. Y debo reconocer que todas las satisfacciones que tengo en este momento se las debo al fútbol. Y ahí está la gran contradicción. Yo no voy al fútbol, no veo fútbol, no estoy en el fútbol, pero cuando sueño, sueño fútbol.