En su lecho de muerte, la madre balbucea suavemente antes de cerrar los ojos. Su hija, Cenicienta, quien no logra descifrar sus palabras, vivirá obsesionada con ellas y sumida en el dolor inconsolable de la pérdida. "Esta es una historia sobre una madre, su hija y el luto. Todo comienza a partir de ahí, del deseo de vivir frente a su ausencia", dice el dramaturgo y director francés Joel Pommerat, quien hasta el viernes presenta Cenicienta en el Teatro Municipal de Las Condes, una retorcida versión del cuento que pone a una de las heroínas del género para niños en una encrucijada de adultos.
Antes de elegir la historia de Cenicienta, que representa al Théatre National Bruxelles en la presente edición del Festival Santiago a Mil, presentado por Minera Escondida (operada por BHP Billiton), Pommerat ya había llevado a escena otros relatos infantiles, como Caperucita roja y Pinocho. "Quería deshacerme del imaginario del clásico cuento para abordar la familia moderna, las relaciones entre adultos e hijos, y la mayoría de los grandes temas filosóficos, como la muerte o la imaginación. En esta versión, Cenicienta es una joven contemporánea, compleja y activa en contraposición con la buena y hermosa muchacha presentada en los aguados y moralizadores relatos para niños", afirma.
El destino de su protagonista será el mismo: su padre volverá a casarse, esta vez con una mujer adicta a las cirugías estéticas, y madre de dos odiosas hijas que harán de su vida un tormento. "A pesar de los cambios, es una obra para todo público", dice. "Originalmente, este relato no estaba pensado para niños, pues se ocupa de emociones fuertes, incluso para los mayores. No creo que haya que hacer diferencias entre los distintos públicos: si bien aborda la muerte y la tristeza, todos en algún momento la viviremos".