Los datos eran auspiciosos para el Frente Amplio, pero tenían un lunar. El 1 de septiembre pasado, cuando se dio a conocer la última encuesta CEP, Beatriz Sánchez aparecía en una expectante tercera posición, incluso -dependiendo de las mediciones- a menos de un punto de Alejandro Guillier. La candidata tenía casi tan alta valoración como sus rivales y sus cifras eran auspiciosas.
Sin embargo, y en medio de la pelea interna del bloque tras la postulación de Alberto Mayol, sus dos principales figuras más allá de Sánchez, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, veían disminuir fuertemente su valoración positiva.
El dato resulta llamativo porque es el escenario exactamente opuesto del que pasó en la encuesta CEP revelada este miércoles: Boric y Jackson recuperando buena parte de su valoración positiva, pero Sánchez con una fuerte baja de intención de voto: dependiendo de la comparación aplicada, habría bajado en dos meses a la mitad de lo que tenía, quedándose en cifras cercanas a un dígito. Algo que se replica en un escenario de segunda vuelta, aunque con menos fuerza, ya que la baja es de cuatro puntos.
Las explicaciones pueden ser variadas, pero hay un detalle que no pasa desapercibido. La baja de Sánchez según el CEP coincide con el período en que el Frente Amplio ha estado en una intensa discusión interna sobre qué hacer de cara a una segunda vuelta.
La estrategia, de acuerdo a las cifras, habría hecho pagar los costos a Sánchez. Pero de forma paradójica, los números pueden entregar un argumento adicional al interior del bloque para quienes sostienen que es conveniente entablar conversaciones previas al 19 de noviembre, para así negociar desde un mejor "piso" electoral.
Al mismo tiempo, el hecho de que el sondeo se muestre bastante favorable a Sebastián Piñera también puede entregar argumentos a quienes defienden la postura de no llegar a acuerdos con los equipos de la Nueva Mayoría.