Nadie tiene una opinión distinta: esto no es sólo un retorno a las raíces del grupo, a la cuna del funk y de las poderosas bases rítmicas que caracterizaron su primer repertorio. El nuevo disco de Chancho en Piedra (San Miguel, 1993), y que sucederá al más experimental Desde el batiscafo (2005), calificaría como lo mejor que haya hecho el conjunto en años. Lo piensan los músicos, los ejecutivos de su sello discográfico y los productores que estuvieron detrás de las grabaciones que terminaron la semana pasada.
"Tienen el ánimo recuperado y se nota que están motivados, incluso para pensar en otro disco más y a corto plazo", comenta el reputado ingeniero Gonzalo "Chalo" González (Alvaro Henríquez, Los Prisioneros, Los Bunkers y Tiro de Gracia, entre otros) sobre el álbum que comenzará a ser adelantado en radios el próximo lunes, a través del sencillo Sex shop.
Esa canción ha sido estrenada en shows recientes (como el que ofrecieron en el Casino Monticello, el 25 de julio) y anticipa el tono de lo que, según los involucrados, se escuchará en septiembre: directo funk rock y un pulso acelerado que convencerá a los viejos seguidores y, eventualmente, sumará nuevos adeptos en la misma veta que los vio debutar con Peor es mascar lauchas (1995).
Son las expectactivas y las nuevas ganas de un conjunto que ya mostraba cierto agotamiento -integrantes como el guitarrista Pablo "KVZón" Ilabaca mostraba más apetito en sus proyectos paralelos que en su propia banda- y que tuvo que pasar por momentos particularmente difíciles, como cuando en 2006 el antiguo mánager Andrés Cornejo fue marginado del conjunto, entre versiones de mala administración de los ingresos que recibían los músicos por shows.
Por eso es que las cosas se hicieron "en familia". Contrataron a "Chalo" González -que no trabajaba con ellos desde >Tinto elemento (2002)-, pero que estuvo detrás de la versión rockera de la Cantata de Santa María, también estrenada este año. Comenzaron a trabajar en marzo pasado en el nuevo disco y cumplieron por esos días con una suerte de reclusión en una sala de ensayo de Valparaíso -Taller Blanco-, donde fueron apareciendo las primeras canciones del aún intitulado próximo álbum.
Luego vino el filtro final (tarea que asumieron los músicos junto a González y Heyne) y el proceso formal de grabación, con sesiones que partían a las nueve de la mañana y que terminaban pasadas las 20.30 horas.
El master, es decir, la copia final, ya está en el escritorio de los ejecutivos de SonyBMG y el grupo cumple por estos días con la faena habitual previa a la salida de cada nuevo disco: ayer realizaron la sesión oficial de fotografías bajo la lente de Gabriel Schkolnick y durante las semanas que vienen definen el arte de tapa y el nombre del que será su séptimo título. Y que a juzgar por Sex shop, debería traer de vuelta a uno de los sobrevivientes del rock chileno de los 90.