Aránguiz es un jugador bien dotado técnicamente, que ocupa sus dos perfiles en la cancha y que usa los brazos para jugar, como dijo alguna vez Héctor Cáceres, la persona que le dio su primera oportunidad. Cuando abandonó el fútbol profesional a mediados de los 80 por una lesión y se dedicó por entero a trabajar en las divisiones inferiores de Colo-Colo y luego en las de Cobreloa, Cáceres fue el hombre que le preguntó al ídolo de la Roja: ¿te gustaría jugar en Cobreloa?
El ex delantero y dirigente alemán, Rudi Völler, fue más allá: "Charles tiene todo lo que se necesita: valentía para afrontar los momentos duros, fuerza, velocidad y técnica", aseguró a su llegada al Bayer Leverkusen.
Su pegada con borde exterior y el temperamento fraguado en los choques contra los clubes de la San Gregorio o la José María Caro, cuando defendía los colores del Nueva Esperanza de Puente Alto en encuentros duros, son otras de sus características ampliamente conocidas tras su paso por Cobresal, Colo-Colo, Quilmes, Universidad de Chile, el Inter de Porto Alegre y su actual desempeño en el Leverkusen alemán.
Todas esas cosas se saben de Charles Aránguiz. Estas otras se saben un poco menos: cuando cumplió siete años, su madre Mariana Sandoval lo llevó al Nueva Esperanza para inscribirlo, luego que su hermano Gilberto Moreno, una de las promesas de los cadetes de la U bajo el mando de César Vaccia, el gran proyecto de futbolista profesional en la familia, abandonara los entrenamientos por el embarazo de su pareja a los dieciséis años.
Ese mismo día su madre no solo lo llevó personalmente al club para inscribirlo. La mujer pasó a ser la entrenadora del equipo. Así, para el primer año del torneo infantil de Puente Alto, Aránguiz fue escogido mejor jugador. Luego, salió campeón de la liga y al año siguiente campeón de la asociación.
La madre describe a ese equipo como una generación dorada del club. Ahí estaban el primo Mario Sandoval, hoy en Deportes Melipilla, y Cristopher Penroz, actualmente en Deportes Pintana. Junto a Aránguiz fueron los únicos tres que continuaron en el balompié. "Algunos hoy están trabajando, pero la mayoría creo que terminó metida en la droga, la delincuencia y otro, por ahí, preso", dice Sandoval en el libro Leones (Aguilar), de Rodrigo Fluxá y Gazi Jalil.
Cuenta Cáceres que "Charles se desenvolvía con personalidad en la cancha, iba fuerte a los balones, casi al límite de la infracción, era aguerrido, pero fuera de ella se apagaba".
El Príncipe de Puente Alto, el ídolo de la selección que coincidió en sus primeros años con Eduardo Vargas y Alexis Sánchez, era introvertido. Casi no hablaba fuera de la cancha.
Sin embargo, dentro de ella, su transformación era absoluta, y lo sigue siendo. Además, su empuje es habitualmente contagioso.
A pocas horas de la final contra Alemania, Aránguiz hace pensar en el San Petesburgo Arena como un escenario más. Uno que no supone dificultades extras a las que sumó junto al Nueva Esperanza, cuando enfrentaba partidos duros, los que muchas veces terminan a combos y balazos. Fue a ese club de barrio al que prometió volver para ganarlo todo, no sin antes hacer historia en Europa, junto a sus compañeros de la Roja.