"¿Está guapo verdad? Bueno, ahí está Roberto". Efectivamente, según indica Florinda Meza ante una puerta de madera que introduce una amplia sala de estar atiborrada de antigüedades, ahí está el mayor amor de su vida: en figurillas relucientes del Chavo del 8, el Chapulín Colorado o el Chómpiras que observan desde las alturas; en secuencias fotográficas de esos días juveniles que delatan que no sólo usó trajes rojos en que su escudo era un corazón, sino que también patas de elefante; en dibujos de la vecindad obsequiados por el caricaturista Quino; y en cuadros gigantes donde aparece todo el elenco del espacio, salvo Carlos Villagrán, el hombre inmortalizado como Quico y con quien mantuvo la más irrevocable de las fricciones.
Pero, efectivamente, sentado en un viejo sillón de cuero, ahí está Roberto Gómez Bolaños: el cómico más universal de la TV en español pasó gran parte de su vida en su casa de la Colonia del Valle en el DF, residencia de dimensiones moderadas, cercada por árboles y puertas gruesas, y cuyo jardín es vigilado por Toro, un intimidante perro que parece escapado de la literatura griega.
Pero el verdadero guardián tras las rejas es otro. La propia Florinda Meza, quien recibe sin mucho protocolo ni bienvenida, recalcando a viva voz que a su esposo hay que tratarlo de la mejor manera, como si su carácter arrollador a momentos se mezclara con ese personaje que el imaginario perpetuó con tubos sobre la cabeza y siempre recogiéndose las mangas para propinar el próximo cachetazo.
En 2010, La Tercera pudo conversar poco más de dos horas con el actor, en ese entonces de 81 años, en una entrevista con varios tramos hasta hoy inéditos, y que, de paso, intentaron tumbar su barrera más infranqueable: "En términos generales, evito las entrevistas. Por regla general, siempre tienden a buscar lo extraordinario, el morbo. Y no es que lo quiera ocultar: es que simplemente no lo tengo. Entonces, resulto ser un entrevistado del montón. Florinda y yo llevamos seis años casados y otros tantos juntos, pero no encuentro ninguna importancia a hablar de eso. O sea, de salida pongo difícil la situación".
¿No es una contradicción para alguien cuya gloria continental se basa en su pasado artístico?
No, porque vivir de un pasado glorioso es como si te trataran como un vino. No quiero eso. Te limita toda la opción de hablar de tus proyectos.
Y, por unos minutos, el también escritor muestra los planes que alimentaban el crepúsculo de su trayectoria. En un notebook, único rastro de modernidad en la sala situada en el segundo piso de su casa, guarda entre 6 a 7 libros de corte biográfico y que posteriormente nunca vieron la luz, por lo que, tras su muerte, asoman como huellas póstumas. Por ejemplo, uno de ellos se llamaba Adiós amigo, su personal despedida del fútbol, juego que lo obsesionó toda su existencia y que coincide con una pequeña biblioteca en un rincón de su casa, la que luce sólo textos consagrados al balompié.
"El fútbol está basado en un timo, en una explotación del morbo de la gente. Mucho de lo que hago en mis últimos años es recortar fotos de periódicos, las que guardo sólo porque en el pie de la imagen no hay un sólo comentario de la violencia que se ve, de las faltas horribles. Me gusta ver jugar a Messi, pero por un momento escuché que era fan de Maradona. Bueno, ahí pensé: 'ojalá jamás haga lo de Diego, un gol con la mano y festinarlo, como un tramposo'. Pero Messi lo hizo. Pelé, que fue extraordinario, también ha dicho tontería y media, y a Maradona ya lo conocemos. La mano de Dios es un gesto de impunidad absoluta. El siempre fue muy amable conmigo, pero tiene un ego interminable. Por eso me he decepcionado del fútbol".
¿Se ha topado con esa clase de tramposos en el espectáculo?
Si me hubiera pasado, no lo diría, porque no gano nada. Tuve la fortuna de codearme con grandes, como el humorista chileno Lucho Navarro. Era extraordinario. Es uno de mis grandes vínculos con Chile, porque además le escribí libretos en México. Sigo admirando mucho de su país, aunque a veces no me gusta un poquito el exceso de europeísmo que hay en Chile. No hay una discriminación abierta, pero sí existe una preferencia por el blanco de ojos azules. En México no encaja eso.
¿Dónde vio esas actitudes?
En la abstención de lo otro, del origen americano. Y hablo de América no como lo aplican los gringos, sino como el concepto más real. También pasa en Argentina, no quiero que parezca una sola crítica a Chile.
¿Extraña el mundo artístico?
Lo que pasa es que tras la obra que realicé por toda Latinoamérica el año pasado (11 y 12, la que pasó por Chile en 2008) me cayeron todos los males físicos. Quizás la hice por ego y Dios me dijo: 'quédate quieto un rato'. Ahora no me puedo mover mucho y oigo muy poco.
¿Siente que cometió errores?
Alguna vez hice un chiste de manera no muy drástica acerca de los homosexuales. Pero luego me dije: '¿qué estás haciendo Roberto? Tienen derechos como todo el mundo'. También durante un tiempo hubo un sketch en que Ramon Valdés hacía de borrachín y yo me mataba de risa. Era decir: qué simpático son los borrachines. Pero no es cierto: son odiosos. Y es dañino.
¿Asume algún error en las diferencias históricas que mantiene con el resto del elenco de Chespirito?
Puede que una deuda pendiente sea el fin amistoso de este equipo. Me duele un poco este tema, porque si ha habido excesos, siempre fueron desde afuera para acá, nunca desde adentro mío. Los he querido y los quiero a todos. Si alguien ha dicho algo imprudente, no me enojo, me da pena, tristeza, porque ese equipo fue mi máximo orgullo en TV. Yo incluso me di superado por muchos, como Ramón Valdés. Si alguno no aprovechó el éxito del programa, ya es problema de ellos".
Muchos reclaman dinero y dicen que usted fue el único beneficiado.
De ese tema no tendría que intervenir, nunca manejé el dinero del programa y muchas veces hasta lo repartí. En las giras, yo cobraba el 20% y el otro 80% lo repartía. La gran mayoría de los comediantes lo hace al revés. Hoy no tengo más que unos pocos dólares en EE.UU. y nada más. Esta casa es de Florinda y tenemos otra en Cancún que también es de ella. Soy dueño de uno de los carros que tenemos y nada más. No tengo nada. Sólo el cariño de la gente. Nunca busqué dinero con esto.
Cuando se topa en TV con capítulos del espacio, ¿los ve?
A veces, pero no los busco. Tengo una videoteca que tiene apenas un 2% a 3% de todo lo que se dio. Ya me vi mucho y no voy a seguir embobándome con mi imagen.
¿Le teme a la muerte?
La muerte no me preocupa: me da curiosidad. Tiene que llegarnos a todos. Pienso a diario en ella. Y no ahora, desde siempre. Porque es la súper incógnita: qué va a pasar. Me angustia, pero no demasiado. Creo que no pasa nada terrible. Hasta tengo una poesía acerca de ella (se acomoda, toma aire y recita): "Yo que iba tan tranquilo/ acercándome al final de mi vida terrenal/de pronto dudo y vacilo/ ¿es verdad que no hay asilo para el alma?/¿que morir es dejar de asistir?/¿que la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir?/No, eso no por favor/ Yo con mi libre albedrío/no me atrevo a decir ¡Dios mío, que debe haber un error!/ Y perdóname Señor si con esto/te molesto/ Sin embargo, de algún modo te lo tengo que decir:/ no me vayas a salir con que aquí se acaba todo".
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como un tipo bueno. Un buen hombre. Recuérdenme como quieran, porque no quiero homenajes, ni monumentos, ni maratones del Chavo en TV, ni discursos del presidente ni nada de eso.