Son historias de amor. Quebradas. O incompletas. En Oro, la primera novela de Ileana Elordi (1990), alguien que podría ser la autora se envía sólo a sí misma los correos electrónicos que le escribe a su ex: intenta que lo que tuvieron siga vibrando. En Reinos, los cuentos del primer libro de Romina Reyes (1988), casi todos los personajes entran y salen de relaciones amorosas buscando algo parecido a la calma: pero el amor es otra cara de su desajuste. No son historias precisamente románticas, tampoco están cerca del melodrama: son libros que anuncian la llegada de dos nuevas narradoras a la literatura chilena.
Vienen bien recomendadas. Con premios bajo el brazo. Ileana, hija del escritor Santiago Elordi, publicó Oro el año pasado, tras ganar el 2012 el Concurso Roberto Bolaño de Literatura Joven, y rápidamente se oyó el murmullo: en esos mails que conforman la novela había un aliento poético desprejuiciado que alteraba los códigos del relato romántico clásico. Escritoras como María José Viera-Gallo y Claudia Apablaza, entre otros, elogiaron el libro. "Para mí, todo ha sido una sorpresa", dice Elordi, estudiante de Arte. "Nunca imaginé que iba a publicar, me parecía algo muy ideal y alejado de las posibilidades reales. Después de hacerlo, nunca pensé que tendría buena crítica. Ni siquiera pensé que me harían una", agrega.
Seguramente Romina, periodista, sí se imaginó publicada: fue alumna de talleres literarios de Alejandra Costamagna, Alejandro Zambra y Luis López Aliaga. Con Reinos ganó el concurso del Consejo de Libro 2013, en la categoría de cuentos inéditos. Cuando la gente del sello Montacerdos le propuso publicar, le dijeron que buscaban a una mujer para airear la tan masculina narrativa sub 30 local. Ella no le hace el quite, pero con reparos: "Soy una mujer y eso es relevante. Es el lugar desde donde escribo, con toda una subjetividad y emocionalidad que es distinta, que está marcada por un Chile que es machista y patriarcal. Pero yo no represento a nadie más que a mí, una mujer de clase media endeudada", dice.
Intimistas y hechos de insinuaciones, los cuentos de Reinos están protagonizados por jóvenes, hombres y mujeres, en la ruta hacia la adultez. Los acecha la confusión, esconden perversiones. Si hubiera una esquina de Santiago donde encontrarlos, sería Macul con Grecia. "Tienen problemas para relacionarse, son muy idiotas sentimentalmente. El amor, de pronto, les parece la única forma de salvarlos de ciertas tragedias personales, pero cuando estás como roto, lograrlo no es fácil", dice Reyes.
En Oro, en tanto, la narradora elude el duelo tras el quiebre amoroso a través de la escritura. Ni pena ni olvido, es una novela de pequeñas revelaciones personales. "El libro surge de un impulso íntimo, real", dice Elordi. "En un momento, la protagonista dice que la acción de escribir lograría que la historia entre ellos continúe vibrando. Es decir, al repasar esa historia, se simula su existencia y se olvida que terminó. Es la capacidad de simulación del lenguaje", añade.
Lectoras dispersas, ni Reyes ni Elordi mencionan a autores chilenos entre sus influencias decisivas. Entre ellas tampoco se han leído. No se conocen. Cuando estaba en 4º medio, la autora de Reinos vendió todos los libros de su casa en una feria de las pulgas. Si hay algo que ha marcado sus textos, dice la autora de Oro, son sus amigos y familia. Ambas, involuntarias puntas de lanza de una renovación de la narrativa femenina, echan mano de sus experiencias para escribir. En su segundo libro, Ileana y Romina coincidirán de nuevo: las dos intentarán contar algo de la vida de sus padres.