Era la segunda vez que una producción chilena estaba entre los nominados al premio Oscar. Y era la primera vez que un filme local -y, para el caso, latinoamericano- figuraba entre los candidatos a ganar la estatuilla para Mejor Cortometraje Animado.
De ahí la sorpresa y la expectativa generadas por Historia de un oso, la cinta de Gabriel Osorio que anoche hizo la hazaña de quedarse con una estatuilla, imponiéndose entre otros cortos al del poderoso estudio Pixar. Parecía un objetivo muy lejano, pero anoche Osorio y su productor, Pato Escala, cantaron victoria y recibieron la estatuilla de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
“Queremos agradecer a la Academia, a nuestras familias y a todos quienes nos han apoyado y confiado en nuestro trabajo en Chile”, dijo en escena un emocionado Osorio. Y agregó: “Quiero dedicarle este logro a mi abuelo, quien inspiró esta historia y a todas las personas que, como él, han sufrido el exilio. Realmente esperamos que esto nunca más vuelva a ocurrir”.
En los 105 segundos asignados a los discursos de agradecimiento hubo margen para evocar al militante socialista cuya experiencia inspiró Historia de un oso. También para destacar el hito que este premio supone. Y así lo planteó un no menos emocionado Patricio Escala, productor del filme: “Venimos de un pequeño país llamado Chile, y este es su primer Oscar, así que es muy importante para nosotros. ¡Viva Chile!”.
Pocos minutos después de recibir el Oscar, el productor Patricio Escala afirmó a La Tercera: “Estábamos sentados junto a los otros nominados de la ocasión, entre ellos Richard Williams, un gran director y responsable del corto Prólogo, que también era uno de los favoritos”. Tampoco escatimaron personal al salir a recibir la estatuilla: “Quienes subimos al escenario fuimos algunos de los socios de PunkRobot, todos los que trabajamos en este proyecto: el director Gabriel Osorio, por supuesto; la diseñadora Mari Soto-Aguilar; la directora de arte Antonia Herrera. Cuando supimos del premio, gritamos todos juntos a coro y esta es de lejos la experiencia más emocionante que alguna vez hemos vivido. Insuperable. Realmente hacer la película fue un trabajo muy duro y ojalá con esto podamos abrir el camino hacia la animación latioamericana en el mundo”.
Ya en conferencia de prensa tras recibir el premio, el director Gabriel Osorio dijo: “Este premio es también importante, pues es un tributo a la familia y a que no se puede dividir bajo ninguna forma “.
El oso que monta un diorama y cuenta su triste vida en un circo, separado de los suyos, recorrió un largo camino antes de ser oscarizo. En 2010 nació como una idea de Gabriel Osorio, inspirado en la prisión y el destierro de su abuelo, Leopoldo Osorio, tras el golpe de 1973. Tomó cuatro años para que llegara al festival Chilemonos en 2014. Luego vendría su coronación en el festival brasileño Animundi como Mejor Corto Para Niños y Mejor Dirección Artística. Y más tarde una cincuentena de premios en certámenes tan destacado como Annecy. Filme cuyos logros técnico no amagan su potencial emotivo, cautivó audiencias de Grecia a India, pasando por Taiwán. Ahora podrá llegar más lejos.
La gran carrera
Dijeron que ésta era la carrera más cerrada de los últimos años. Dijeron que respecto de varias de las categorías del Oscar, incluyendo las principales, campeaba la incertidumbre y lo ocurrido en la llamada “temporada de premios” sólo reforzó esa impresión. Dijeron muchas cosas, finalmente, pero tenía que llegar la gran noche para que todo quedara zanjado.
Ante los 3.300 invitados al Dolby Theatre de Hollywood -y ante millones de telespectadores en más de 100 países-, se desplegó ayer la ceremonia más mediatizada del mundo del cine. La 88a entrega de los galardones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, en que la industria se premia a sí misma y celebra sus logros, tuvo este año un color particular.
Y lo del color no es un decir. La campaña #OscarsSoWhite, el llamado a boicotear la ceremonia y hasta la protesta en las afueras del Dolby Theatre, dieron una idea del mar de fondo de la presente edición, marcada por los cuestionamientos a la Academia en función de la composición del cuerpo de votantes y de la audencia de minorías étnicas en las categorías principales. Para mayor abundamiento, el anfitrión fue Chris Rock, quien difícilmente iba a eludir el punto.
En su regreso a la animación oscaril, el comediante afroamericano entró prontamente en materia. Entre otras cosas, hizo mofa del boicot contra la ceremonia, así como de la actriz que hizo el llamado, Jada Pinkett Smith. En algún punto, el público no sabía si reír era lo adecuado o si había llegado el momento de aplaudir. Fue extraño. Para todos los efectos, el hombre relativizó la gravedad del racismo hollywoodense, por un lado, y por otro, hizo un firme llamado en nombre de los actores afroamericanos: “Queremos las mismas oportunidades”. Y ahí el aplauso fue total (y el mensaje quedó claro). También hubo en la ceremionia llamados y hasta canciones en contra de la violencia contra las mujeres y en favor de la comunidad LGBT.
En una transmisión que destacó por lo expedita y televisivamente sensata, se partió reconociendo los guiones, cuyos premiados eran los esperados. El Mejor Guión Original recayó en los escritores de En primera plana (entre ellos su director, Tom McCarthy), que lo dedicaron a los periodistas que hurgan en lo que otros esconden y a los sobrevivientes de abusos sexuales de sacerdotes. El Mejor Guión Adaptado fue el de La gran apuesta, de Adam McKay, quien en calidad de coguionista pidió conocer las fuentes de financiamiento de los políticos por los que votan.
Las predicciones siguieron rindiendo con la Mejor Actriz Secundaria: la estrella de la temporada, Alicia Vikander, salvó el honor de La chica danesa y la tuvo muy emocionada en el escenario, agradeciendo a medio mundo. Otra de las nominadas que empezó tempranamente a recoger estatuillas fue Mad Max: Furia en el camino, que arrasó con las categorías “técnicas” (Diseño de Vestuario, Diseño de Producción, Maquillaje, Montaje. Montaje Sonoro, Mezcla Sonora).
En lo que toca a la más nominada de la noche, El renacido, inició su recorrido con el anticipadísimo Oscar a Mejor Fotografía para Emmanuel Lubezki, que hizo historia con su tercera estatuilla consecutiva.
Y hablando de números puestos, parecía de rigor el premio a Intensa-Mente como Mejor Largometraje Animado. Cosa parecida con el que se concedió al documental Amy, pese a que competía con filmes de gran vuelo. Por el contrario, pocos creyeron lo que veían cuando el británico Mark Rylance fue a recoger una estatuilla que, en cualquier caso, era lo mínimo que merecía Puente de espías, de Steven Spielberg. Eso sí, la sorpresa se instaló en una categoría donde el triunfo de Sylvester Stallone estaba cantado (y si no era él, ahí estaban Mark Ruffalo y Christian Bale).
Y si el teatro no se vino abajo con “Sly”, sí brindó un sentido homenaje a Ennio Morricone, quien finalmente se quedó con una estatuilla tras seis nominaciones.
DiCaprio, al fin
Avanzada la noche, la celebración de la estética del padecimiento, como la han llamado, pareció explicar por qué El renacido fue una de las favoritas de la temporada. Y porque Alejandro González Iñárritu, su realizador, se impuso en la categoría Mejor Director por segunda vez consecutiva en la historia de las esatuillas (siguiendo en esto los pasos de Joseph Mankiewicz). Pero antes de que todo se definiera, faltaba la estatuilla a Brie Larson, que más o menos se veía venir. Y sobre todo faltaba el momento que algunos creían que nunca se produciría: el Oscar a Mejor Actor para Leonardo DiCaprio, que finalmente se quedó con un premio que todos le auguraban y que están esquivo le había sido desde los años 90. El cambio climático es real, dijo, agregándose que es la mayor amenaza al planeta y conminando a la autoridades mundiales a actuar a este respecto.
Al final de la ceremonia, el Oscar estelar fue para En primera plana, una película social, relevante y contemporánea. Que no será una obra maestra, pero que reivindica a una Academia que suele andar a los tumbos en lo que toca a señalar los rumbos de la cinematografía.