En 1960, el 40% de la población en Chile tenía menos de 14 años. Cuatro décadas después, datos del Censo 2002 revelaron una baja al 26%. El descenso no se detuvo. En 2015 llegó al 20%, indican datos del informe Actualización de Población 2002-2020, del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Chile está en un proceso demográfico que se caracteriza en que los grupos etarios crecen asimétricamente. Así, junto con un alza progresiva de los mayores de 65 años, se aprecia una drástica caída en los niños. Si en 2002 había 4.115.986 menores de 14 años, para 2015 estos llegaron a 3.672.287, es decir, 443.699 mil niños menos.
Las razones de ese descenso se explican principalmente por la caída en la tasa global de fecundidad (TGF), es decir, el número de hijos que una mujer tiene al culminar su edad reproductiva. En los 70, las madres chilenas tenían en promedio cinco o más hijos. Pero en 1978 eso descendió bruscamente a tres. Hoy el número es de 1,8, según Estadísticas Vitales 2014 del INE.
Pero no es que las mujeres no tengan hijos, sino más bien se trataría de un descenso en el número. Lo explica un análisis a los datos de la Casen 2011 del demógrafo e investigador de la U. Diego Portales, Rubén Castro, que indica que en 1952 las mujeres con un solo hijo eran el 28% de total de las madres, y para 2010 ya representaban el 44%. En ese mismo período, las mujeres con cuatro hijos pasaron de 11% a 5,3% y las con cinco, de 8% a 2%.
"Era esperable, y a futuro seguirá disminuyendo", resalta el sociólogo y académico de la U. Academia de Humanismo Cristiano, José Olavarría. Desde 1990 ha aumentado la cantidad de hogares con parejas que no tienen hijos, junto con las que solo tienen un hijo, dice en su estudio Transformaciones de la familia conyugal en Chile en el período de la transición democrática (1990-2011), en el que con datos de la encuesta Casen muestra que sobre el 50% de los hogares con hijos tiene solo uno.
Entre 1990 y 2011 se elevó el porcentaje de hogares con un solo hijo de 46,3% a 58,4%, dice Olavarría. Contrariamente bajó la proporción con más de un hijo de 53,7% en 1990, a 40,5% en 2011.
No hay estudios que determinen si las chilenas desean tener más hijos, por lo cual la brecha entre fecundidad real y deseada se desconoce. Pero sí se sabe que hoy tienen más posibilidades educacionales, laborales y profesionales, lo que sumado al fácil acceso de control de su fertilidad ha hecho descender los nacimientos.
Esa caída, dice Olavarría, se relaciona con los proyectos de vida, y que las mujeres tienen planes más allá de la maternidad. "Pero además, con las condiciones de trabajo (horarios, remuneraciones, cantidad de días trabajados) y la precariedad del trabajo, tanto para mujeres como hombres, tener un hijo más incrementa el temor a perder la fuente laboral, el sustento", advierte.
Hijo tesoro
Felipe Gálvez, académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile, dice que dentro de las primeras consecuencias de la caída en el número de hijos es que hoy se es padre o madre a mayor edad. "Y eso influye en la relación que tienen con ese hijo, que es como un tesoro", explica.
Hoy las chilenas de más de 35 años se embarazan cinco veces más que hace cuatro décadas. Y esa postergación también incluye a los hombres. Cifras INE muestran que del total de nacimientos del año 2000, entre los 45 a 49 años, 5.530 hombres fueron padres, lo que creció a 7.146 para el 2011. Un alza de 29,2%, crecimiento que se aprecia en todos los tramos sobre 40 años.
Todo ello hace que los padres eduquen a sus hijos con privilegios, ejemplifica Gálvez. "Se buscan las mejores condiciones para ese hijo, lo que ha hecho crecer los colegios Montessori. El resguardo es una de las principales cosas que se ven".
Cambios que impactan en la participación de los niños en familia. "Tienen mucha voz. Con sus padres establecen una relación horizontal. Desde pequeños toman decisiones sobre qué comer, el tiempo libre, etcétera. Es una familia posmoderna", dice Gálvez. Lo que se aprecia también en que la publicidad que se orienta a ellos sea la principal voz en el consumo familiar.
"Y si consideramos que el 33% de los niños no viven con padre y madre, es decir, viven en un hogar monoparental, se da más aún esa participación y opinión", destaca Gálvez.
Agrega Gálvez que al ser un niño con voz, también influye en el estilo de cómo serán como padres. "Un familia más abierta, que reproducirá en el tiempo una nueva forma de hacer familia".
Para Cristián Parker, académico del Instituto de Estudios Avanzados de la U. de Santiago, esos cambios en la estructura familiar modifican patrones de residencia, consumo y educación.
En China, por ejemplo, dice Parker, producto de las políticas de control de natalidad, hace muchos años predomina el hijo único "y las personas se crían más individualistas, lo que reduce la solidaridad, se forma una sociedad de individuos más que de comunidades".
Una reducción en la masa juvenil, explica Parker, representa mejores condiciones para el crecimiento personal. "Pero con actitudes individualistas, el riesgo es que reduzcan su participación social, lo que afectaría la participación política".
Aspecto relevante por el aumento de la población de adultos mayores. "Ellos son los que tienen que mantener a la tercera edad. ¿Qué trato van a tener con sus abuelos? ¿Cómo los van a mantener? Yo no sé si van a estar dispuestos con esa visión individualista", indica Parker.