"Hay que comer. Lo que el rico bota, lo come el pobre", dice Humberto Lord, un hombre de unos cuarenta años que tres veces a la semana concurre hasta el centro de Santiago para recoger alimentos que son desechados por los restaurantes de la calle Estado.

"Sobran muchas cosas, carne, pizzas, completos, bebidas. La comida está cara, uno se puede gastar tres mil pesos entre el pan y el azúcar", subraya, quien vive recolectando latas de bebidas, que luego vende en ferias o cerca de su casa, en Pudahuel.

No es el único que se dedica a esta lamentable búsqueda. Todas las noches, cuando los negocios del centro de la capital comienzan a cerrar y las calles van quedando vacías, otras personas, la mayoría homeless, realizan el mismo procedimiento: abrir las bolsas de basura, separar los elementos reciclables y seleccionar la comida que aún sirve.

Guido Zanni, un adulto mayor en situación de calle, se traslada en su silla de ruedas desde calle Agustinas hasta Estado para recoger alimentos algunas noches. Mientras se sirve un trozo de torta junto a una banca, comenta que cuando no tiene que comer, no le queda otra opción que buscar lo que sobra de los locales del sector. "Hay otro 'tata' que también viene y me avisa lo que hay en las bolsas. A veces me avisan en las cafeterías cuando van a botar lo que sobra", subraya.

Los locatarios del centro de Santiago están al tanto. Señalan que todas las noches, personas de diferentes edades recogen alimentos antes de que se los lleve el camión de la basura.

María Cristina Álamos, quien trabaja en una pizzería, cuenta que "a veces, cuando sobra comida, nosotros mismos la regalamos. Lamentablemente, no siempre se puede".

No al desperdicio

Incentivar una producción y consumo responsable, y acabar con el hambre, forma parte de los 17 objetivos del Plan de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU; un compromiso del que Chile también es parte.

Según la FAO, alrededor de un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano en el mundo, equivalente a 1.300 millones de toneladas anuales, se pierde o se desperdicia. Esto, junto con traducirse en un enorme derroche, implica un incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Para enfrentar este tipo de desafíos ya existen en distintas partes del mundo iniciativas que buscan frenar aquel desperdicio. En Francia, por ejemplo, en 2016, se aprobó una ley que prohíbe a los supermercados tirar o destruir la comida que no se venda. Otras propuestas son los bancos de alimentos, es decir, organizaciones sin fines de lucro que rescatan comida y la distribuyen organizaciones sociales.

En Chile, la Red Alimentos es el primer banco de este tipo en el país, y desde 2010 recolecta alimentos no comercializables, aptos para el consumo humano, que son distribuidos actualmente a 207 organizaciones. Los insumos provienen de 56 empresas, que aportan desde productos lácteos hasta frutas y verduras.

"Rescatamos los alimentos que la industria de alimentos, tanto desde la producción hasta la comercialización, ya no puede vender en el mercado. En vez de que se destruyan, nosotros somos la alternativa para darles un buen uso. Hemos atendido a cerca de 190 mil beneficiarios en los últimos doce meses", comenta María Eugenia Torres, gerente general de Red de Alimentos.

Una iniciativa reciente, que también busca evitar que los productos alimentarios se desperdicien, es Foodlink. Se trata de una plataforma web y una aplicación para celulares "que permite conectar a las tiendas que tienen productos que están cercanos a expirar o en exceso de producción, con clientes que están buscando productos más baratos", detalla Mauricio Castro, creador del proyecto.

Si bien la plataforma -que actualmente cuenta con 30 tiendas asociadas- se enfoca en vender estos productos a menor precio, en una segunda etapa incorporará una opción que permitirá a las empresas regalar estos alimentos a organizaciones sociales cercanas a su localización de manera fácil y expedita, y así "incentivar la donación", resalta Castro.

Actualmente, en Chile el Código Sanitario es el que regula los alimentos o productos alimentarios destinados al consumo humano. Una iniciativa del senador Guido Girardi (PPD) y el ex candidato presidencial Manuel José Ossandón (RN), busca modificar este código para prohibir "la destrucción de alimentos que sean aptos para el consumo humano, no obstante hayan perdido su valor comercial".

Por otra parte, la Ley 20.920 de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje (REP) -promulgada en 2016-, incluye en sus artículos un ítem que apunta a establecer mecanismos "para prevenir la generación de residuos, incluyendo medidas para evitar que productos aptos para el uso o consumo, según lo determine el decreto supremo respectivo, se conviertan en residuos", lo que según detalla la gerente de Red de Alimentos, María Eugenia Torres, incluirá a futuro los alimentos.

Parte de los reglamentos de esta ley se encuentran actualmente en análisis por parte de la Contraloría.