La noche de Halloween celebra el momento en que los espíritus y las criaturas de las sombras corren libres por el mundo. Es una fiesta que ha hecho millonarios a los fabricantes de dulces y que les ha permitido a miles de niños recorrer las calles disfrazados sin que nadie los mire raro. Sin embargo, aunque la mitología chilena ofrece una extensa galería de personajes más que atractivos, el Halloween local todavía está basado en las típicas figuras del cine, en los típicos superhéroes y en los típicos robots, fantasmas y vampiros que ya eran cliché hace cincuenta años en Estados Unidos.

Con miras a proponer una vuelta de tuerca basada en lo mejor de lo nuestro, acá hicimos una lista selecta de personajes mitológicos nacionales que servirían estupendamente como base para disfraces de Halloween.

Pincoya

Esta hermosa mujer mítica chilota es la versión local de las legendarias sirenas. Con la apariencia de una muchacha muy bella que sólo cubre su cuerpo con algas y su propio cabello, la Pincoya encarna la fecundación y la abundancia y es muy importante para los pescadores. Cuando se atisba a la Pincoya en la playa, hay que observarla desde lejos y con mucho respeto: si baila mirando al mar, está asegurada la buena pesca. Si lo hace mirando a la tierra, entonces habrá escasez. La Pincoya tiene poder sobre todas las criaturas marinas y se cree que a veces castiga ciertas playas cuyos habitantes han desobedecido alguna ley secreta o que le han faltado el respeto. En algunas versiones, la Pincoya es un pez desde la cintura hacia abajo, lo que parece más un guiño a la Sirenita que un retrato fidedigno y autorizado de su persona.

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Chonchón

Existe una confusión respecto a esta criatura. Algunos se refieren a él como el Tue-Tue, el temible pájaro agorero que se escucha cantar de noche, pero que nadie puede ver. Otros distinguen entre el Tue-Tue (que es un bicho mágico, pero bicho al fin) y el Chonchón, cuyo origen es bastante más escalofriante. El Chonchón es la cabeza de un brujo que sale a volar de noche, habiendo desarrollado alas gracias a un poderoso ungüento. Mientras el cuerpo del brujo permanece inmóvil en alguna habitación segura o cueva escondida, su cabeza alada asciende a los cielos aullando el formidable lema "¡Sin Dios ni Santa María!" El Chonchón puede recorrer grandes distancias, meterse a casas no protegidas y succionar el alma de los durmientes. ¿Cómo se puede combatir al Chonchón? Por ejemplo, descubriendo la guarida donde reposa el brujo descabezado. Entonces se puede destruir el cuerpo o darlo vuelta para que a la cabeza voladora le sea imposible reunirse con el cuello y termine muriendo por inanición. También se puede dibujar en el suelo una estrella y poner en el centro un puñal con la hoja hacia arriba, trampa que permite empalar al Chonchón para luego prenderle fuego, actividad encantadora que debe ser popular entre los más valientes. La figura de la cabeza convirtiéndose en pájaro del mal es tan impresionante que incluso el legendario escritor de cómic Alan Moore la utilizó en una saga de La cosa del pantano (1986), donde la batalla final se libraba en las grutas de Chiloé.

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Anchimallén

En la cultura mapuche, el Anchimallén es una especie de guardián o mensajero de los brujos conocidos como kalkus. Creado a partir de los restos del cuerpo de un niño o una persona pequeña, el Anchimallén es un duende envuelto en llamas (algunos dicen que es una especie de silueta fosforescente) de gran poder y utilidad para sus amos. Esta criatura suele prestar servicios como cuidar tierras, casas y animales. Quienes lo miran directamente pueden quedar ciegos o locos. De día, el Anchimallén se desplaza por la tierra convertido en un pequeño remolino, pero es de noche –envuelto en llamas flotando en el aire- cuando este temible ser se vuelve más impresionante. Imaginen al Balrog que se llevaba al abismo a Gandalf en La comunidad del anillo, pero un poco más pequeño y mucho, mucho más peligroso.

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El diablo chileno

Algunos dicen que el diablo fue alguna vez un ángel caído y que luego de ser expulsado del cielo se radicó en la zona del Medio Oriente, donde se dedicó a ofrecer propiedades a carpinteros. Pero si le creemos a nuestras leyendas, el diablo es chileno. Y, como buen chileno, el diablo cree en eso de "bien vestido, bien recibido", así que no esperen encontrárselo desnudo, con los cachos y el tridente. No, el diablo chileno viste ropa de huaso elegante, pantalón a rayas, chaquetilla, camisa nueva, botas lustradas y espuelas relucientes. Su pie izquierdo se queda levemente atrás y las huellas de sus botas semejan rastros de pezuñas. Tiene los ojos brillantes, un bigotillo engominado y es de habla educada y amplio vocabulario. Cuando fuma, extrae los pitillos de una cigarrera de plata que guarda en el pecho. Sus famosos cachos quedan ocultos bajo un bonete o sombrero huaso oscuro como la noche. En algunas versiones, el diablo chileno lleva bajo el brazo un portadocumentos de cuero labrado donde guarda sus famosos contratos. A este diablo no se le ve de día y prefiere dejarse caer en fiestas y quintas de recreo a altas horas de la noche. Ahora, ¿por qué el bajo pueblo y el inquilinaje creyeron durante siglos que el peor enemigo de la humanidad tenía la apariencia de un patrón de fundo? Vaya a saber uno.

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El diablo chileno

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Imbunche

Temible guardián de la cueva donde moran los brujos chilotes, el Imbunche no nace monstruoso. Es creado mediante un proceso largo y terrible, que se inicia cuando los brujos roban o reciben en prenda a un bebé sin bautizar. Los brujos le doblan una pierna al niño y se la pegan o cosen a la espalda. También le tuercen la cabeza para que sólo pueda mirar hacia atrás. Algunos dicen que además le bloquean todos los orificios del cuerpo excepto uno. Deformado de esta manera siniestra, el Imbunche crece para convertirse en un ser inhumano y feroz, que se desplaza a saltos y que se alimenta de leche de cabra y de carne humana que los brujos roban de cementerios. Este estricto régimen alimenticio produce un Imbunche fuerte y leal, que protege la cueva de ojos extraños y que llega a vivir más de un siglo. Su cuerpo está recubierto de un pelaje duro y abundante, similar al de un animal salvaje. El Imbunche no puede hablar y se comunica lanzando alaridos. De hecho, se cree que escuchar sus gritos puede enloquecer o incluso matar a una persona normal. Semejante figura le sirvió de inspiración a José Donoso para algunos de los pasajes más alucinantes de su novela El obsceno pájaro de la noche.

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Trauco

Este enano barbudo oriundo de los bosques de Chiloé viste una túnica y un sombrero hechos con fibras vegetales y siempre usa un pesado garrote como apoyo, debido a que tiene muñones en vez de pies. Temido por los niños y por los padres de muchachas solteras, el Trauco es un legendario seductor y donjuán que acecha mujeres en los caminos para (según algunos) atacarlas o (según otros) para seducirlas con su magnética mirada y sus consumados talentos en la vida íntima. El Trauco es poderoso, indestructible y es capaz de envenenar el suelo que pisa o dejar a una persona postrada con sólo mirarla. Tiene una sola debilidad: si alguien consigue echarle un vistazo sin ser descubierto, el Trauco pierde su fuerza y muere al poco tiempo. El Trauco, tal como ya se habrá sospechado, es un solterón empedernido, lo que explica la escasa variedad de su vestuario.

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Huitranalhue

Algunos de ustedes deben estar pensando: "Oye, todo bien con la mitología nacional, pero jamás podrá competir con un disfraz tan cool como el de un muerto viviente". Bueno, conozcan al Huitranalhue. Creado por brujos malvados a partir de los huesos de un difunto reciente (o a partir de su alma) este monstruo, a quien muchos describen como un esqueleto alto, fuerte y veloz, suele ser vendido a campesinos ansiosos de proteger sus siembras o de prosperar de mala manera: el Huitranalhue acarrea dinero y lujos a su dueño. Sin embargo, también provee la desgracia. ¿Por qué? Porque se alimenta de sangre y, cuando la de los animales de su dueño ya no le basta, empieza a consumir la que tiene a mano. Es decir, el Huitranalhue es un esqueleto zombi vampiro. Que por supuesto es casi indestructible. En su estupendo libro Mitos de Chile, la antropóloga Sonia Montecino cita un hermoso apodo para esta terrible criatura: el jinete de huesos. Al autor de esta nota le contó su abuela sureña que la única manera de sobrevivir a un Huitranalhue es golpearlo exclusivamente con la mano izquierda, receta que no se ha tenido la ocasión de comprobar.

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Brujo chilote

Hay distintos tipos de magos y hechiceros en la memoria nacional. Están los kalku de la tradición mapuche, cuyos daños mágicos sólo pueden ser reparados por una machi. Y están, por supuesto, los famosos brujos chilotes, agrupados hace más de cien años en un clan bautizado como la Recta Provincia. Los brujos chilotes fueron conocidos bajo diversos apodos: conocedores, médicos de tierra, artistas, enterados, curiosos, traiguenes. Pero de todos sus nombres, el más tenebroso es también el más fascinante. A los brujos chilotes les decían pelapechos, por la manera en que se fabricaban el macuñ, la pieza más importante de su vestimenta. Descrito como una pieza que les cubría el frente desde el cuello hasta el ombligo y sujeto a sus espaldas por varias trenzas, el macuñ era el chaleco mágico que les permitía volar y que además contenía en su interior el aceite de la lámpara con la cual el brujo iluminaba su vuelo. Debido a estas especificaciones, el macuñ tenía que ser fabricado con piel humana, que los brujos extraían de manera muy privada escalpelando el torso de algún difunto que ya no la necesitara. Para ocultar el macuñ de ojos intrusos, los brujos se cubrían en su vida diaria con una manta oscura y cerrada. Capaces de volar, comandar los elementos, montar en el Caleuche, lanzar embrujos mortales a distancia y controlar la voluntad de animales y personas, los hechiceros de Chiloé siguen siendo el grupo más temible de la mitología chilena.

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Brujo chilote

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