Los siete años de crisis que encadena España le han costado al país europeo millones de puestos de trabajo. Con una tasa de desempleo de 24,4% -según el último informe del Instituto Nacional de Estadística, de agosto pasado- y una coyuntura económica en detrimento, los habitantes de ese país han ido viendo cómo su bienestar se deteriora. Y entre los afectados se encuentra los chilenos residentes.

Esta población, llegada en su mayoría durante un período donde las condiciones de vida suponían un gran atractivo, busca desesperadamente una forma de volver a Chile. Para eso han presentado una petición al gobierno para que tramite una ley que promueva una ayuda al retorno de emigrantes similar a la que gozan otros países sudamericanos.

"Trabajaba a tiempo completo y eso se acabó. Empecé a hacer cursos a ver si conseguía trabajo y no me salía nada. Entonces pensé en ayudar a los que estuvieran en mi situación", cuenta desde Galicia, al norte de España, la chilena Mylena Cordero. Esta mujer de 39 años se mudó desde Valparaíso a Ferrol, la ciudad donde estaba su familia, hace 12 años. Con el transcurso de los años y la gran recesión que azota al país, fue viendo cómo sus seres queridos regresaban. Y cómo otros compatriotas resistían de una forma miserable. "Muchos acudían a la caridad para pedir comida", relata. En enero de 2012, tras una formación inútil a la hora de conseguir un salario mensual, creó la plataforma virtual "Chilenos afectados por la crisis".

No solo eso. En sus ratos libres aprovechó para investigar si, como ocurría en otros países vecinos, el gobierno de Chile proporcionaba algún tipo de medios para el regreso de emigrantes en situación de vulnerabilidad. "Encontré que había ayudas, pero no se hacían efectivas", comenta, "y decidí buscar el centro del problema".

Ese rastreo por la legislación la llevó a presentar, un año más tarde, una propuesta de Ley de Retorno para los Chilenos en el Exterior. El proyecto reivindica un fondo social de ayuda a emigrantes para volver al país, un plan para el retornado, una convalidación de títulos y una orientación educativa y laboral al regresar, entre otros puntos. Lleva más de 1.300 firmas de apoyo y el respaldo de 22 organizaciones internacionales. "Y 16 familias han conseguido tramitar su vuelta en el último año", remarca quien, en este tiempo, ha conseguido un trabajo a jornada parcial y un departamento compartido donde mantenerse.

Uno de los problemas que resalta Mylena Cordero, aparte de la inoperancia del gobierno, es la "vergüenza" de los chilenos a asumir su "fracaso". "Los que están aquí no se atreven a decirles a sus familiares cómo están", lamenta. Muchos, además, poseen la doble nacionalidad, por lo que quedan fuera de los programas para inmigrantes impulsados desde las administraciones españolas. En 2008, el entonces jefe del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aprobó un Plan de Retorno Voluntario para que los ciudadanos no comunitarios cobraran prestaciones sociales y, así, facilitar su marcha al país de origen. Cerca de 30.000 personas se acogieron a esta norma. Sobre todo las procedentes de Bolivia, Argentina o Brasil.

También, pero en menor número, los chilenos, con poco más de un centenar de peticiones. Los residentes en España, no obstante, han ido disminuyendo paulatinamente. Según datos de la embajada, de los 11.674 inscritos en 2001 pasaron a ser 39.704 en 2006. Un aumento del 233% que coincidió con una etapa de gran prosperidad. En los siguientes seis años, hasta 2012, la cifra se redujo hasta los 38.912.

El chileno Víctor Hugo Sáez, de 57 años, tuvo que marcharse el año pasado a Alemania tras 10 años en España. Miembro de la Asociación Violeta Parra, atravesó más de 12 meses sin trabajo consecutivo y decidió hacer las maletas. "Al principio pensé en aguantar", sostiene, "pero en Berlín hay más trabajo y una red de asistencia social más completa que en España". Como presidente de la Federación Española de Inmigrantes (Fein), supo que las circunstancias golpeaban con mayor fuerza a los inmigrantes. "Hay una actitud de resistencia y la clave está en sobrevivir. Mientras no haya cambios políticos dentro de un año, no se arreglará nada", asevera.

Un caso distinto es el de Alex Castro, quien sigue en Madrid. Llegó hace casi nueve años. Vino a "buscarse la vida" tras la ruina de un negocio familiar. Lo hizo como indocumentado cuando apenas superaba la veintena. Hasta que logró la residencia, en 2010, sobrevivió "como pudo". Ahora asegura haber atravesado varios altibajos, pero considera que está ganando estabilidad gracias a las múltiples tareas que ejerce: abrió una tienda de camisetas hace un par de años, dedica los fines de semana a la hostelería y es socorrista en verano. Aparte, importa productos nacionales y organiza fiestas chilenas. "De mi pandilla éramos más de 20 y sólo quedamos dos. Mi idea es quedarme, pero en Santiago está mi familia, mi casa, así que no descarto volver. Me da miedo que le pase a Chile lo mismo que a España y nos quedemos sin nada", afirma. "Se están yendo muchos. Muchísimos", concluye.

Pero para Guillermo Cobo su estancia en Alicante, al este del país, es una pesadilla. Después de sufrir lo que califica como "un engaño y una estafa" por parte de un compatriota, se ve con 51 años a las espaldas, sin empleo y sin ninguna esperanza. "No me llaman ni para una entrevista", narra desesperado.