Chilenos casados con extranjeros
Muchas veces no hablan el mismo idioma, tampoco comparten una historia cultural en común, pero son familia. Cuatro parejas y cuatro historias que dan cuenta de cómo ha sido contraer matrimonio con alguien que no nació en el mismo país.
Romance en una larga fila
Pablo González vivió seis años en Sao Paulo, Brasil, por trabajo. Según cuenta, al poco tiempo de conocer a la brasileña Carolina González en 2011, en la fila para ingresar a un local, viajaron a Chile y se casaron.
En 2013 se establecieron en Chile y lo primero que notaron fue la falta de calidez de los chilenos comparado con la realidad en Brasil. Y esto, cuenta Pablo, es una de las cosas que más le ha costado a Carolina. Como el español y el portugués son similares, el idioma nunca fue un problema, aun cuando ciertas palabras todavía los confunden. Para Carolina, todo en Chile fue una novedad. Si bien conocía el país, no estaba familiarizada con sus costumbres y modismos. En esto, Pablo bromea y explica que se siente culpable por enseñarle a decir garabatos, los cuales ella nunca usó en su idioma natal. Hoy tienen una hija de un año y nueve meses, y en la casa privilegian el portugués por sobre el español.
Un reencuentro en Japón
Se conocieron en 2007 por casualidad en el Patio Bellavista, clásico lugar turístico de Santiago. Patrick Mc Cormack cortejó decididamente a María José Urbina desde la primera vez que se vieron, tanto así que a ella no le gustó en un comienzo. Pero pronto las cosas cambiaron, y cuando llegó la hora de despedirse y que el "gringo" regresará a EE.UU., la atracción que sentían quedó en evidencia. Así comenzó una relación a distancia que, sin embargo, no prosperó.
Dos años más tarde se reencontraron en Japón y ya no se separaron más.
Tras vivir en EE.UU. por algunos años, regresan a Chile en 2013 año en que finalmente se casan. Para esta traductora inglés-japonés y un exmilitar con misiones en Irak e Irán, lo peor siempre fue la distancia, ya sea entre ellos o de sus seres queridos. La vida de Carolina, que proviene de una familia numerosa, conquistó a Patrick y los hizo quedarse en Chile. Hoy tienen una hija de cuatro meses y cumplieron cuatro años de casados.
Amor, pese a las barreras idiomáticas
Llevan un mes casados y no disimulan su felicidad. Tras dos años de pololeo, relación que comenzó en Perú, donde ambos trabajaban, Carolina Garrido, chilena, y Jaime Loor, venezolano, decidieron volver a Chile para formalizar su amor y buscar nuevos horizontes laborales. Carolina cuenta que una de las cosas que más les ha costado son esas pequeñas diferencias en el idioma y cómo los chilenos entendemos algunos términos que para alguien de Venezuela puede ser totalmente lo contrario.
Jaime se queja de que los chilenos hablan muy rápido y no modulan bien cuando lo hacen. Pero lo que más ha sentido al vivir en Chile son las comidas, ya que en el país no se usan todos los aliños que en Venezuela, a lo que se suman preparaciones con menos grasas y frituras que en la nación bolivariana. Todo lo demás, concuerdan ambos, es mejor en Chile que en el país de Jaime, y eso fue un motivo determinante a la hora de elegir dónde vivir y establecerse.
Diferencia cultural enriqueció la relación
Para este matrimonio franco-chileno las cosas comenzaron con calma. Antoine Faure llevaba cinco años en Chile cuando por motivos académicos llegó a un grupo de estudio del cual Argelia Villegas formaba parte. Pronto se hicieron amigos y luego comenzaron a salir. La posibilidad de Antoine de seguir perfeccionándose en Francia puso las cosas en perspectiva y decidió que no podía partir sin la mujer que describe como "el amor de su vida". Se casaron en 2011 y emigraron a Europa, donde pasaron cinco años, hasta que por una oportunidad laboral regresaron a Chile este año.
Señalan que el idioma no ha sido problema y que las diferencias culturales han enriquecido su relación, aportando particularidades que sería imposible disfrutar con alguien del mismo país.
Si bien señalan que todo lo hicieron de manera pensada y planeada, la idea de separarse aportó el componente pasional necesario para dar el gran paso y casarse.
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