En 1990 un niño de cinco años, Luo Gang, fue secuestrado en un pequeño pueblo del centro de China y vendido a una familia en otra parte del país. Sin recordar el nombre de su aldea natal ni el apellido de su familia, se propuso encontrar a sus padres, y lo logró, 23 años después.
Luo Gang había esperado mucho tiempo por ese plato de fideos.
"¿Te gusta? ¿Está sabroso?", pregunta su madre. "¿Quieres que le agregue un poco de picante?".
"No, no. Está bien," responde.
Luo era un niño pequeño cuando comió por última vez un plato preparado por su madre. Esta comida sencilla marca ahora un reecuentro que durante mucho tiempo pareció imposible.
"No pienses en nada, sólo disfruta la comida," dice su madre mientras seca con sus dedos las lágrimas que han comenzado a deslizarse por las mejillas de su hijo. El padre de Luo, entretanto, se dirige a la multitud que se ha congregado para dar la bienvenida al joven.
"Comer fideos en el primer día de regreso augura seguridad y salud", afirma el padre. "Deseo que todas las personas presentes también se encuentren sanos y seguros".
Esta escena profunda y emotiva es la culminación feliz de una historia que comenzó en 1990. Entonces, Luo era un niño en edad escolar llamado Juang Jan y vivía en la aldea de Yaojia, en la provincia de Sichuan. Su padre era albañil y su madre tenía una pequeña tienda. Compartía con sus padres y un hermano menor una niñez modesta y feliz, que un día, según recuerda, fue interrumpida abruptamente.
Tráfico creciente
"Iba camino a la guardería cuando vi un hombre y una mujer. Pensé que eran amigos de mi padre así que acepté ir con ellos", dice Luo.
"Me metieron en un auto y luego fui transferido de un vehículo a otro. Me dijeron más tarde que estaba en una zona montañosa en la provincia de Fujian".
El niño había sido llevado a la localidad de Sanming, a 1.500 km de distancia de su hogar, y entregado a otra familia que le dio un nuevo nombre y le presentó a una pequeña hermana.
Luo se convirtió así en uno de los miles de niños secuestrados cada año en China, la mayoría de los cuales jamás logra regresar a su hogar.
La prohibición de tener más de un hijo y la dificultad de adoptar son dos de los principales factores detrás del creciente tráfico ilegal de niños en el país asiático. Un oficial de policía en Fujian estimó que más de 10.000 niños habían sido vendidos en 2012 sólo en su provincia.
"Tenía miedo, pero me habían secuestrado y no tenía otra opción", relata Luo, quien creyó en un principio que pronto regresaría a su familia.
Cuando el niño se dio cuenta de lo que sucedía tomó una decisión: grabaría en su mente una y otra vez los recuerdos de su primer hogar, con la firme intención de reencontrar a sus padres algún día.
Cada noche, cuando estaba en la cama, Luo repetía en silencio una y otra vez todo lo que recordaba de su vida anterior: cómo solía jugar con su hermano en un viejo puente de piedra frente a su modesta casa de techo de tejas, cómo se había lastimado una vez al caerse del puente, cómo había dos pequeños arroyos cerca de su hogar y cruzaba campos de arroz camino al colegio.
"Era como una computadora", dice Luo. "Traté de grabar cada recuerdo sobre mi familia y la aldea, no sabía ni siquiera cuál era mi apellido".
Los nuevos padres del niños jamás explicaron el por qué del secuestro. Tampoco lo hicieron los abuelos que lo criaron tras la muerte de la pareja, apenas dos años después de la llegada de Luo.
"Tenía mucha rabia por haber sido secuestrado, pero mi nueva familia me trató bien", dice sobre el matrimonio que hoy llama afectuosamente "abuelo" y "abuela". Luo cree que probablemente sus padres adoptivos pagaron por él una cantidad no mayor de US$800, pero se niega firmemente a culparlos por sus acciones.
Volver a las raíces
En Sichuan, la familia biológica de Luo buscaba desesperadamente al niño.
La policía local no obtuvo ninguna pista, por lo que sus madre y su padre, Dai Jianfang y Huang Qingyong, colocaron anuncios en periódicos y distribuyeron en pueblos cercanos folletos con la imagen del niño.
Pero a medida que pasaban los años y se agotaban sus escasos ahorros, los padres de Luo fueron reduciendo cada vez más la búsqueda y adoptaron una niña.
Luo, entretanto, terminó la secundaria y realizó el servicio nacional obligatorio con el cuerpo de bomberos. Aunque se había adaptado a su nueva vida, el deseo de reunirse con su familia era cada vez más fuerte.
"Las hojas caídas siempre encuentran la forma de regresar a sus raíces", dice Luo, recordando un proverbio chino. El joven se registró en un sitio online creado por el gobierno para ayudar a las familias a reunirse con sus hijos secuestrados.
"Muchas veces me sentí frustrado y la búsqueda no dio resultados pero seguí adelante".
En octubre de 2012, cuando Luo tenía 27 años, buscó la ayuda de "Hijo, vuelve a casa", "Baby, come home", un foro administrado por voluntarios donde tanto padres como hijos secuestrados pueden relatar sus historias. Luo compartió en el foro todos los detalles que recordaba de su vida anterior.
"Medía 110 cm, tenía ojos grandes. En mi mano izquierda tengo una cicatriz por una herida cuando jugaba con piedras en el río".
Luo no sabía el nombre de su aldea nativa, pero creía que era en Sichuan, porque una vez, cuando era adolescente, una vecina le dijo que usó un término perteneciente a un dialecto de esa provincia.
El joven subió al sitio online una foto suya tomada por sus padres adoptivos poco después de conocerlo y agregó una descripción del sweater rojo con el dibujo de un cisne que llevaba el día del secuestro, un sweater que según creía, fue tejido por su madre.
"En casa comía estofado con carne de cerdo y un poco de couscous o sorgo", señaló en el foro.
"Mi casa tenía techo de tejas. Nada especial. La calle había sido asfaltada hacía poco. Pasaban muchos camiones por allí y parecía una avenida principal".
"Había pequeñas colinas en los alrededores y un río que atravesaba el pueblo. No había una estación de trenes, sólo aquella calle".
Luo pensó que tal vez uno de los puentes que recordaba podía haber sido arrastrado durante una creciente.
Tras las primeras pistas
Los voluntarios del sitio comenzaron a analizar las pistas.
"En 1990, la gente en muchas partes de Sichuan no cultivaba sorgo", sugirió un voluntario.
"Si había una calle asfaltada no era una zona pobre. Debe tratarse de algún suburbio", anotó otro.
Luo también colocó en el foro un mapa de la aldea que dibujó a mano basándose en sus recuerdos, incluyendo los puentes y el camino hacia el colegio a través de arrozales. Tal vez la calle asfaltada era parte de una carretera.
Durante los meses siguientes el caso de Luo fue debatido intensamente en el foro y los voluntarios sugirieron al joven nombres de varias aldeas posibles. Pero aún si tenían razón y se trataba en efecto de Sichuan, Luo debería encontrar su pueblo natal en un territorio de cerca de medio millón de kilómetros cuadrados con más de 80 millones de habitantes.
Pero poco a poco la búsqueda se fue focalizando, con el estudio incluso de registros de áreas afectadas por inundaciones en la década del 80. Otro voluntario investigó también la prensa provincial en busca de anuncios sobre la construcción de nuevas carreteras.
Finalmente, un día llegó el primer gran avance en la búsqueda.
Los voluntarios obtuvieron un mapa de 1990, que mostró sólo dos carreteras en la zona de Sichuan en la que habían centrado su investigación.
Luo estudió en detalle las imágenes satelitales y comenzó a examinar una de las carreteras.
"Mira si encuentras ríos que cruzan pueblos en los ángulos que recuerdas, o lugares en los que hay arrozales", sugirió un voluntario a Luo.
El 26 de abril la recorrida digital de Luo lo llevó hasta el pueblo de Yaojia en el condado de Linshui. Fue allí donde vio dos puentes en posiciones que le resultaban familiares. Distinguió un edificio que podría ser su vieja escuela, y en frente, donde recordaba un sitio de construcción, había una gran fábrica. Todo parecía tener sentido.
"Me temblaban tanto las manos de la emoción que cometí muchos errores al escribir en el teclado. Podía ver el río y a unos cien metros de mi casa una calle principal".
Un voluntario del sitio fue hasta el lugar y confirmó: "Sí, el edificio que mencionaste todavía es una escuela".
Uno de los puentes había sido dañado en las inundaciones de 1989, tal como Luo recordaba.
Este descubrimiento coincidió con otro hallazgo extraordinario.
Un voluntario local había visitado la zona y contactó a una pareja cuyo hijo había desaparecido en la misma época en que Luo fue secuestrado. Dijeron que el apodo del niño era "Xiaodong" – Luo recordaba que su madre le llamaba "Zhendong".
"Le conté a mi hermana odoptiva sobre mis investigaciones y ella sugirió que fuera hasta la aldea pero no le dijera nada por ahora a abuelo y abuela", relata Luo.
El día del reencuentro
"Volé a Chongqing y a las 09:20 del 9 de mayo me reuní con mis padres. Sentía una sensación de calma, pero mi mamá estaba muy emocionada y lloraba".
La aldea entera se congregó para recibir al niño pródigo. Los pobladores lanzaron fuegos artificiales e instalaron una larga mesa en la calle para celebrar con una comida la llegada de Luo, que fue filmada por un voluntario de "Hijo, vuelve a casa".
"El horno aún está en el mismo lugar", dice Luo en la grabación al entrar a su antiguo hogar. Cuando su hermano Huang Chao le pregunta si recuerda un pequeño tanque de agua, Luo dice espontáneamente "no, en ese lugar antes había un armario y siempre me subía a un taburete para alcanzar los estantes más altos".
"¿Recuerdas, Xiaodong?", pregunta su abuela materna, "Éste era tu hogar".
La filmación llegó hasta una estación de TV y la familia adoptiva de Luo acabó viendo el reencuentro.
"Me llamaron y estaban muy tristes", señala Luo. "Dijeron: es bueno que hayas encontrado el sitio de donde provienes, quédate y disfruta unos días, pero vuelve a casa. Me quedé en la aldea ocho días y luego regresé a Fujian".
"Mi padre biológico me pidió que me quedara pero al principio le dije que no, porque estaba esperando los resultados de un análisis de ADN. Estaba casi seguro de que eran mis padres, pero quería tener una certeza absoluta".
Luo regresó poco después a vivir con sus padres biológicos y sigue reflexionando sobre el impacto de su secuestro.
"Pensé al principio que ese secuestro había roto a una familia. Pero ahora creo que quebró a dos".
"Mi familia adoptiva me crió durante 23 años. Pero mi familia biológica es mi familia. No siento que haya una paradoja. Pienso en ambos lugares como mis hogares y paso tiempo con ambas familias".
El reencuentro permitió a Luo cumplir lo que había prometido a su novia: que se casarían cuando hallara a sus padres biológicos. La boda está planeada para el año entrante y ambas familias están invitadas.