China acaba de anotarse un tanto ante EE.UU. con la entrada de Reino Unido, Alemania, Francia e Italia en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB), liderado por Beijing y que, de momento, no interesa a Washington. La suma de los cuatro grandes de la Unión Europea (UE), como miembros fundadores, a la institución es considerado un triunfo diplomático del Presidente Xi Jinping.
"Las decisiones europeas representan un importante revés para el gobierno de Barack Obama, que ha argumentado que los países occidentales podrían tener más influencia sobre el funcionamiento del nuevo banco si permanecían juntos fuera", destacó el periódico británico Financial Times. "Ahora todos quieren ser amigos de China", dijo el investigador del centro de estudios estadounidense Brookings Institution y ex responsable del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el país asiático Eswar Prasad, en referencia a la entrada de las potencias europeas en el AIIB. "Cuantos más países se unan, mejor", consideró el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.
China está a la espera de que Corea del Sur, Japón y Australia -los aliados más cercanos de EE.UU. en la región de Asia-Pacífico- decidan si se unen como miembros fundadores al AIIB, según dijo la cancillería china. El gigante asiático pondrá unos US$ 50.000 millones en el nuevo banco, que junto a las contribuciones de otros miembros dispondrá de más de US$ 100.000 millones.
Según la agencia alemana DPA, la oposición de la Casa Blanca se debe al temor de que el AIIB pueda convertirse en un competidor del Banco Mundial o del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) o que pueda operar basado en una regulación no habitual. Un funcionario de la Casa Blanca citado por el Financial Times se quejó de una "tendencia hacia continuas concesiones hacia China, que no es el mejor camino de actuar con una potencia pujante".
Sin embargo, Beijing ve el sistema financiero internacional existente dominado por Washington o Tokio. Los principales contribuyentes del BAD, creado en 1966, siguen siendo Japón (15,7%) y EE.UU. (15,6%), mientras que China está en tercer lugar, con 6,5%.
Como segunda economía mundial, China lleva años pidiendo más protagonismo en estos organismos debido a su creciente influencia. Sin embargo, una redistribución de los poderes de voto que satisfaga a Beijing no está sobre la mesa. "Nuestro continuado fracaso para aprobar la reforma del sistema de cuotas del FMI provoca que otros países, incluidos algunos de nuestros aliados, pongan en duda nuestro compromiso con el FMI y otros organismos multilaterales", dijo el secretario del Tesoro de EE.UU., Jack Lew.
Con el AIIB, China se apunta otro tanto en su carrera para ganar peso internacionalmente. No es el primero de este año: junto a Rusia, India, Brasil y Sudáfrica -los Brics- también acordó establecer una institución similar, el New Development Bank, que nació para hacer frente a los déficits de infraestructura y que tendrá su sede en Shanghai.
Cada vez más desenvuelta en su nuevo papel de superpotencia, China ya se ha convertido de facto en el principal prestamista del mundo. Prueba de ello es que su financiamiento a Latinoamérica superó en 2014 al que concedieron el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) juntos, según reveló en febrero el think tank Diálogo Interamericano.