En los últimos meses, China ha demostrado un renovado interés por involucrarse en el proceso político afgano, al punto que está dispuesta a jugar el rol de pacificadora en el conflicto con los talibanes. Eso, en momentos en que la OTAN y las tropas estadounidenses van de salida y los intereses chinos por involucrarse en los problemas de su barrio van en alza.
El año pasado, dos dirigentes talibanes afganos viajaron con funcionarios paquistaníes a Beijing con el objetivo de discutir un posible proceso de paz en Afganistán, según el diario The New York Times. Un llamativo giro en la política exterior china, ya que durante años Washington le pidió a Beijing que se involucrara en el caso afgano, a lo que el poder chino respondió con evasivas.
El cambio podría estar determinado por tres factores: la preocupación creciente porque se pueda producir un alzamiento de la minoría uigur, de religión musulmana y que habita en la región de Xinjiang, alentada por los grupos radicales islámicos, entre lo que ciertamente están los talibanes; el interés por mantener la calma en su pequeña frontera con Afganistán, tras el retiro de las fuerzas norteamericanas, y la necesidad de lograr un ambiente de estabilidad para la acrecentar la rentabilidad de las inversiones chinas en Afganistán en los sectores minero y petrolero.
"Con la nueva situación, China está dispuesta a asumir una mayor responsabilidad y a promover activamente la reconciliación afgana", dijo al Times Zhao Huasheng, profesor y director del Centro de Estudios para Rusia y Asia Central de la Universidad Fudan, de Shangai.
Aunque la cancillería china no confirmó estas gestiones, el portavoz de ese ministerio, Hong Lei, sostuvo la semana pasada que "como un vecino amigo de Afganistán, China concede gran importancia al desarrollo de las relaciones con Afganistán; espera que logre la paz duradera, la estabilidad y el desarrollo en una fecha próxima; apoya el proceso que llevan adelante los propios afganos hacia la paz y la reconciliación, y desea jugar un rol constructivo para ese fin".
Lo cierto es que desde que llegó al poder, el Presidente chino Xi Jinping ha destacado la importancia de que su país desarrolle una diplomacia en su propia región, y en esa línea está promoviendo un amplio mercado de infraestructura e inversiones que él llama el cinturón económico de la Ruta de la Seda a lo largo de Asia Central y el sudeste asiático.
Así, las principales inversiones chinas en Afganistán están en la mina de cobre Aynak, con la estatal China Metallurgical Group Corporation, y los yacimientos petroleros en la cuenca del río Amu Darya.
De esta forma los chinos pretenden utilizar su influencia sobre los paquistaníes, quienes a su vez tienen vínculos estrechos con los talibanes afganos. En una reunión celebrada en noviembre, funcionarios chinos le dijeron a los negociadores de Islamabad que no estaba en su intención enviar tropas a Afganistán, como lo había hecho Estados Unidos para derrocar a los talibanes y pacificar el país, sino que ellos pretendían enviar "ejércitos de inversionistas" si los talibanes se sumaban al proceso de paz.
Zhao Huasheng considera que Beijing, a diferencia de otras potencias, está actualmente en una mejor posición para impulsar un proceso de paz, "porque China no está involucrada en las peleas domésticas afganas, y porque comparativamente hablando, su papel es más ampliamente aceptado entre las diferentes partes".