El aumento del intercambio comercial entre China y Latinoamérica ha sido particularmente potente en la última década. Si en 1990 el gigante asiático figuraba en el puesto 17 en la lista de destinos de exportaciones latinoamericanas, hoy es el segundo gran socio comercial de la región. Lo mismo ha ocurrido con las inversiones, siendo Argentina uno de los países que más se ha beneficiado en el último año, particularmente tras la gira del presidente chino, Xi Jinping, por América Latina en julio, cuando suscribió con el país transandino 20 acuerdos comerciales.
Estos iniciaron su materialización esta semana, con la concreción de la primera parte de la millonaria inversión acordada, que en total corresponde a unos 7.000 millones de dólares para infraestructura y transportes, la instalación de dos hidroeléctricas y la modernización del tren de la línea Belgrano, además de la construcción de 11 barcos. El gobierno chino entregó 815 millones de dólares a la Casa Rosada, equivalentes a 5.000 millones de yuanes, en una operación que fue activada 48 horas después de una videoconferencia entre la Presidenta Cristina Fernández y su par chino, que se difundió el martes de esta semana. El acuerdo entre los bancos de ambos países permitirá a Argentina pedir préstamos al banco chino por 70 billones de yuanes, en el equivalente a pesos argentinos, durante 12 meses.
Según The Wall Street Journal, Cristina Fernández necesita fortalecer su moneda de aquí a 2015, para no abandonar la administración del Estado con una economía estancada.
La inyección de recursos tiene como objetivo financiar importaciones desde el gigante asiático, que actualmente es el tercer gran inversor de Argentina -detrás de Estados Unidos y España- y obras de infraestructura también vinculadas con China.
Este soporte económico llega justo cuando el país sudamericano se encuentra en una pelea con los fondos especulativos -que el gobierno argentino ha llamado "fondos buitres"-, una situación recesiva y un restringido acceso al mercado de capitales (el año pasado captó alrededor de 9.000 millones de dólares en inversión extranjera directa (IED), 25% menos que un año antes). Ello ha dejado un terreno fértil para que China encuentre a un buen proveedor de materias primas y un receptor de inversiones, principalmente en las industrias de la energía y el transporte.