Ya no se trata de emigrar por motivos políticos o razones económicas. Decenas de miles de chinos, la gran mayoría de ellos de clase media, están dejando su país en busca de una mejor vida para ellos y sus familias, aun cuando para eso tengan que dejar buenos trabajos, reducir su poder adquisitivo y otros beneficios. Según la revista británica The Economist, detrás de esa migración está la búsqueda de lugares menos contaminados, con un sistema de seguridad social más sólido, donde puedan comer alimentos más sanos y que no exista la política de hijo único.

Si bien son números reducidos para el contexto chino, se trata de la mayor y sostenida ola migratoria en la historia moderna del gigante asiático. Y es lo suficientemente grande para marcar una tendencia y transformar los flujos inmigratorios de los países que los reciben. Así, en la última década, un millón de chinos ha logrado el estatus de residente en Estados Unidos y Canadá, con lo que se ha convertido en el grupo de inmigrantes más numerosos en suelo canadiense y el segundo en tierras estadounidenses, detrás de los mexicanos. Unos 80 mil chinos están logrando cada año la residencia permanente en Estados Unidos, casi cinco veces más que la cifra de la década de los 80. También en Australia el grupo de inmigrantes más numerosos es de los chinos, con 80.000 nuevos residentes en los últimos tres años, por delante de británicos e indios.

Actualmente, 9,3 millones de personas originarias de China viven en el extranjero, incluidos los estudiantes, un fuerte aumento en comparación con los cuatro millones de chinos que vivían en otros países en 2000. La mayoría de los nuevos migrantes chinos lo hace con una visa de trabajador calificado, con un permiso promovido por un empleador o con visa para unirse a un grupo familiar que ya está en el país de destino. De hecho, dos tercios de quienes llegan a Australia con una visa por sus habilidades laborales son chinos. En Italia, el número de residentes chinos a largo plazo se duplicó en sólo dos años, a casi 120.000 a fines de 2012, y en Nueva Zelandia, los chinos ocupan el primer lugar en nuevas residencias en 2013, con 6.000. Eso sin contar aquellos ciudadanos chinos que aprovechan los beneficios que entregan los países a quienes llegan con dinero para invertir o comprar propiedades.

The Economist cita el caso de Lin Chen, gerente de una industria en Shanghai, quien durante años evadió las insinuaciones de su esposa para que se mudaran al extranjero. Pero cuando nació su hija, en 2012, pensó en los años de colegio y consideró que quería una etapa escolar para su niña con más juegos y menos estresante y competitiva que la que él y su esposa habían vivido para poder sobresalir en el medio chino. Para eso están haciendo sus maletas para instalarse en Adelaida, Australia.

En vista de esta ola migratoria china, algunos países están estableciendo algunas barreras, con lo que se han incrementado las listas de espera de los trabajadores calificados. Sin embargo, en forma paralela han facilitado la llegada de empresarios y turistas. No por nada 97 millones de chinos viajaron al exterior en 2013, por diversos motivos, pero especialmente por diversión. De esa forma, Canadá estableció nuevos requisitos y puso a unos 45.000 chinos en lista de espera. Eso está haciendo que aquellos que querían instalarse en el país norteamericano busquen alternativas en países europeos complicados económicamente y donde el dinero que pueden obtener por sus casas en China les rinde mucho más en Italia, Grecia o Portugal que en Canadá.