Representantes de China y Taiwán sostuvieron el encuentro de mayor nivel entre ambas naciones desde 1949 el martes en Nanjing, lo que representa un hito, pese a la negativa de Beijing a reconocer la soberaní­a de la isla.

La elección de Nanjing como sede del encuentro tiene un significado especial porque fue la capital del gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek durante la guerra contra el régimen comunista de Mao Zedong antes de que los nacionalistas fueran expulsados del continente y obligados a refugiarse en Taiwán hace 65 años.

Las expectativas en torno al encuentro, que después de dos dí­as se trasladará a Shanghai, eran mesuradas.

El lí­der de la delegación china Zhang Zhijun dijo que las conversaciones tienen como objetivo consolidar el consenso alcanzado en reuniones previas pero no ofreció detalles.

"Nuestra reunión habrí­a sido inimaginable antes pero si queremos lograr avances debemos aportar un poco de creatividad", dijo Zhang.

El negociador en jefe de Taiwán Wang Yu-chi dijo que el encuentro "muestra que las relaciones entre las dos partes han entrado en una nueva etapa y este es un dí­a verdaderamente histórico".

Aunque no se divulgó la agenda oficial del encuentro es muy probable que se haya enfocado principalmente en el comercio. Beijing quiere que Taiwán ratifique un acuerdo de servicios que permitirí­a a ambos abrir numerosos negocios en los territorios de una y otra nación.

China aprobó ese tratado hace seis meses pero éste no ha avanzado en el parlamento de Taiwán, lo que refleja el temor generalizado de ser inundados por el gigantesco vecino.

Desde 2008 el comercio entre ambas naciones se duplicó para alcanzar un total de 197.200 millones de dólares. Taiwán tiene un superávit de 116.000 millones con China, algo de lo que pocos paí­ses de la región se pueden jactar.

Las compañí­as de Taiwán han invertido miles de millones de dólares en empresas del continente como Foxconn en donde millones de trabajadores fabrican iPhones, Playstations y otros bienes muy populares.

A nivel político ambas partes son irreconciliables. El gobierno chino ve a Taiwán como una provincia rebelde y la describe oficialmente como "parte indivisible de China". Taipei se autodenomina República de China y reclama para sí, al igual que Beijing, el derecho a ser el legítimo representante de todos los chinos.