Uno de los más grandes futbolistas chilenos fue Iván Mayo Román (23.07.1910, Quillota; 22.01.1979, Santiago). Centrodelantero o interior derecho, bajo y delgado, "tenía que evitar los golpes y los choques con el adversario. Para esto, mientras corría, saltaba en forma continua. Alguien notó esto y dijo: 'Mira cómo corre Mayo, parece un chincolito'. Y nunca más me lo pude sacar", contó.

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Iván Mayo, Vélez Sarfield.[/caption]

Se inició en los Hermanos Maristas de Quillota, llegó a las infantiles de San Luis en 1925, jugó por Colo Colo entre febrero de 1931 y mayo de 1933, ese mismo año fichó por Vélez Sarfield de Argentina, donde fue titular seis temporadas, disputó 108 partidos y anotó 46 goles. Dos veces apareció en la portada de la revista El Gráfico (agosto de 1933 y abril de 1935). Fracturado en 1938 por el uruguayo Avelino Cadilla, de River Plate, regresó a Chile, estuvo tres meses en Santiago Morning 1933 y finalizó su carrera en Iberia, donde obtuvo el título de campeón del Ascenso 1945.

Mayo fue el primer jugador chileno en triunfar en Buenos Aires. Dejó abiertas las puertas para otros compatriotas: el puntero derecho Roberto Luco llegó a Boca Juniors 1934, Osvaldo Lira a Vélez Sarsfield y el zaguero central Ascanio Cortés a River Plate 1939. Recién en 1943, otro futbolista chileno se impondría en Argentina: Sergio Livingstone, en Racing.

¿Cómo jugaba Chincolito? "Tomaba la pelota cerca del terreno de peligro, y se escurría como ardilla por entre las duras defensas de entonces. Veloz en el pique, astuto y con un notable don de la oportunidad, adivinaba el instante preciso para incrustarse por entre los zagueros y llegar con la pelota hasta las mismas barbas del arquero. Los argentinos le encontraron su ubicación precisa; explotaron todas sus condiciones y lo hicieron entreala derecho. Desde ese puesto, pudo hacer los mismos goles que hacía en Santiago como eje de ataque; pero también pudo desarrollar toda su habilidad en el más completo trabajo del insider. Trabajaba en la mitad de la cancha, organizaba y llevaba avances, hacia una faena más completa, que necesita más riqueza de recursos" (Renato González, Mister Huifa).

"Habilísimo con el balón, filtrador, no estaba jamás en un mismo lugar. Difícil entonces de marcar. En una época de hegemonía absoluta del fútbol rioplatense, Mayo se trataba de tú a tú con la flor y nata del hermoso fútbol de esos años, porque poseía las mismas virtudes que poseían esos argentinos y uruguayos que habían asombrado al mundo. Un jugador sutil, de inteligencia despierta, de habilidad poco común, goleador, que no solo no desentonaba, sino que sobresalía en ese fútbol. Un jugador que se adelantó a su tiempo" (Alberto Buccicardi, jugador, entrenador, cronista).

En diciembre de 1932, Colo Colo y Audax Italiano definían al campeón de Santiago en el Estadio Italiano. La cancha de la Academia de Humanidades, o Barcelona (Guanaco y General Saavedra, Independencia), había sido comprada por Audax Italiano en 1928, transformándose en el Estadio Italiano. Ganaba Colo Colo 2-0, con dos goles de Iván Mayo, uno de cabeza, cuando a los 35 minutos un remate de la Chancha Avilés se introdujo en la portería de los albos, cuyo arquero Eugenio Soto no se encontraba allí. ¿Por qué? Por el estruendo generado porque una parte de la tribuna se derrumbó sobre los espectadores, dejando una víctima fatal y más de 130 heridos. El partido nunca se repitió y albos y verdes compartieron el título.