No hay actor como el galés Christian Bale (1974). Al menos no entre los de menos de 50 años. Ni con una carrera tan larga y repleta de personajes variados y emblemáticos, ni con tanta capacidad de sacrificio físico y psíquico, ni mucho menos con tanta pasión por lo suyo: la interpretación.
"Cuando me hablan de un posible salto a la dirección respondo que eso no es para mí. Porque los directores viven una absoluta fascinación por el cine. Y yo amo el cine, pero no me obsesiona. En cuanto a mi cuerpo, ya no puedo jugar con él como hace dos décadas. Cuando era joven, no me importaba nada. ¿Hay que perder peso? Hagámoslo. Hoy ya he cumplido 40 años (se ríe). Todo duele más, me recupero más lento". La barriga que ganó con Escándalo Americano -su segunda candidatura al Oscar, estatuilla que ganó con El vencedor- la escondió en las túnicas sagradas de su último trabajo, el Moisés de Exodo: Dioses y reyes.
Esta aproximación al profeta dirigida por Ridley Scott ha llevado a Bale a leerse pasajes de la Torá, el Corán, el Antiguo Testamento (tres veces) y a ver dos comedias bíblicas: La vida de Brian y La loca historia del mundo. "La línea que divide el retrato de la caricatura es muy fina. Y lo peor es cuando haces reír sin querer, porque provocas el doble de carcajadas. No me podía permitir ese error", comenta sonriendo, con trato afable y profesional.
Con la edad, hasta el ídolo de los trabajólicos del método actoral empieza a flaquear. Hace seis meses fue padre por segunda vez, y reconoce que a Moisés no se lo llevaba a casa, abandonaba el personaje en el rodaje al final de cada jornada . Antes ni se le hubiera pasado por la cabeza: "Cuando trabajo, solo existe una cosa: ese trabajo. Ahora, cuando descanso, me encanta no trabajar y estar con mi familia. Pero comparado con Ridley Scott soy un perezoso. Su nivel de energía ridiculiza el mío".
"Todo es política hoy en día", defiende Bale ante la posibilidad de que la lectura fílmica trascienda el mero entretenimiento. "Sí, soy consciente de la perspectiva que se abre con este Moisés, un líder carismático, un libertador que lucha contra el imperio fascista egipcio -no me gusta tanto el término terrorista-, y lo fascinante y complejo que fue". En un momento del guión, el protagonista avisa a sus hermanos: cuando lleguen los 400.000 hebreos a Canaán, sus habitantes no les recibirán precisamente con los brazos abiertos, algo extrapolable a hoy en día. Bale no quiere profundizar más allá de: "El personaje nos provoca innumerables visiones y espero que abra debate entre los seguidores de cualquier creencia". Por ahí sí sigue: "Es saludable que una película provoque reacciones opuestas. Es una historia tan provocadora que deseo que vaya más allá del entretenimiento y conlleve conversaciones interesantes".
En algunos momentos el profeta roza la esquizofrenia en su relación con Dios: "Como poco es difícil, y desde luego casi increíble para algunos de los que le rodean, como sus hermanos. En la Torá y en el Antiguo Testamento no hay tantas menciones al diablo como a la ira de Dios, lo que convierte a Noé y a Moisés en tipos que intentan atemperar la cólera divina a la vez que pregoneros de sus futuros castigos".
Bale no ha hecho otra cosa en su vida que actuar. Empezó a los nueve años en un anuncio de cereales, y a los 13 ya protagonizó El imperio del sol, de Steven Spielberg. "Sólo valgo para actuar y como piloto de carreras de motos. Soy muy fan de Marc Márquez. Pero sospecho que hasta eso se acabó". Y muestra la cicatriz que arranca en la muñeca izquierda, recorre su brazo y cubre 25 clavos y una clavícula metálica. "Disfruto del riesgo, cierto. Y en la actuación corres también el peligro del fracaso". Para Bale, "la interpretación es una mezcla de exorcismo y aventura personal. En lo físico, porque viajas a otros sitios y vive experiencias. En lo interior, porque es un proceso psicológico, y me embarco en encontrar el conflicto del papel". Y agrega: "Siempre dentro del guión. Que el personaje provoque reacciones, esperanzas o sentimientos debe surgir del guión. El actor llega después, y debe involucrarse al 100% con cada película independientemente de que esta sea cara o barata, pensada para la taquilla o para festivales. El éxito o el fracaso no depende del intérprete".