Las definiciones sobre su carácter son contradictorias y he ahí el comienzo de toda la leyenda sobre Luis Buñuel, el más importante cineasta que ha dado España. Para algunos, como su primera novia, Concha Méndez, era simplemente un "tipo insufrible". Para otros, como la gran actriz mexicana María Félix, un hombre magnífico, "a todo dar". Y para el hispanista irlandés Ian Gibson, definitivamente "alguien con un gran sentido del humor". Tal vez esta última apreciación sea la más certera sobre el cineasta nacido en el pueblo aragonés de Calanda en 1900 y fallecido en Ciudad de México en 1983.

Tal coraza de espíritu burlón le sirvió siempre, como también apunta Gibson, para esconder un carácter más bien cálido, profundamente humanista y enemigo de los cánones. De esos tres elementos -el humor paradójico, la tragicomedia humana y el rechazo a la institución- está tejido su cine, desde Un perro andaluz (1929) hasta Ese oscuro objeto del deseo (1977).

Precisamente aquellas dos películas, dando cuenta de la amplitud de la muestra, estarán presentes en el ciclo Luis Buñuel: sueños y travesías, que empezó ayer y se extiende hasta el domingo 8 de junio en el Centro de Extensión UC. Ambos filmes sirven también para constatar la coherencia de la visión buñueliana. Separadas por 48 años y diferentes circunstancias  históricas, ambas cintas comparten similar búsqueda estética: el último plano de Ese oscuro objeto del deseo  (que fue lo último filmado por Buñuel en su vida)  hace referencia al cuadro La encajera, de Jan Vermeer, constatado explícitamente en Un perro andaluz.

Uno de los puntos altos de este ciclo es la exhibición del documental El último guión: Buñuel en la memoria (2008), donde el guionista Jean-Claude Carrière (escritor de todas las películas francesas del realizador) y su hijo Juan Luis Buñuel recorren los lugares emblemáticos en la vida del cineasta. Van desde su pueblo natal de Calanda (donde Buñuel decía que "la Edad Media había durado hasta la Primera Guerra Mundial") hasta París, pasando por Ciudad de México, urbe en la que murió.

EL DURO DE ARAGON

Nacido en una adinerada familia de Calanda, Buñuel se educó en Zaragoza con los jesuitas, quienes le transmitieron primero un inquieto  gusto por el arte, luego una temprana vocación religiosa y, a la larga, un vitalicio rechazo a los sacerdotes. Ateo y obsesionado con los que profesaban la fe al mismo tiempo, el director puso a varios sacerdotes y religiosos como protagonistas de sus películas. Entre las que se dan en el ciclo de la UC están, por ejemplo, Nazarín (1958), donde Francisco Rabal interpreta a un sacerdote que vive el cristianismo hasta el límite, conviviendo con mendigos y ladrones; La vía láctea, cinta en que dos  francesas peregrinan hasta Santiago de Compostela, o Simón del desierto (1965), inspirado en la vida de un asceta cristiano que vivió seis años sobre una plataforma de piedra. Ian Gibson, que acaba de publicar la primera parte de su biografía sobre Buñuel, dice que el realizador era "un poco como James Joyce: jamás pudo escapar de su formación con los jesuitas, aunque lo quisiera".

También fue fundamental su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid durante los años 20, donde conoció al poeta Federico García Lorca y al pintor Salvador Dalí. Los tres se hicieron amigos (Dalí luego participaría en Un perro andaluz) y compartieron un espíritu rupturista. Con el tiempo la relación con Dalí se dañó y la crisis total fue en 1942, cuando Buñuel buscaba su lugar en el cine de Hollywood. El pintor describió al cineasta como "un comunista ateo" en su autobiografía y el arzobispo de Nueva York sembró la voz de que Buñuel era un peligro para América.

Representante del surrealismo en el cine (sus primeros filmes Un perro andaluz y La edad de oro dan cuenta de eso), Buñuel era también violinista y en su juventud practicó boxeo. A diferencia de Dalí y García Lorca, era heterosexual. Sin embargo, sintió celos de la amistad entre el pintor y el poeta. De cierta forma, el auténtico Buñuel nació tarde, después de los 50 años, a diferencia de los muy precoces Dalí y García Lorca. Cuando se estableció en México comenzó a filmar una obra maestra tras otra, decantando su estilo de provocador en fábulas  sorprendentes, desde el realismo implacable de los niños  pobres de Ciudad de México  en Los olvidados (1950), hasta la torcida existencia de los burgueses en Viridiana (1961).

Parco de palabras en los rodajes y al mismo tiempo de lenguaje vitriólico en entrevistas, Buñuel logró la universalidad con sus filmes franceses en los últimos 15 años de su vida. A ese período pertenece el más famoso de todos: Belle de jour. Aquí otra vez se ríe de la clase alta a través de la vida de una mujer adinerada (Catherine Deneuve) que  trabaja como prostituta. Contradicción y anarquía. Tal vez por eso la famosa expresión "soy ateo gracias a Dios" no pudo haber sido creada por otro.